25 de marzo de 2009

Los relatos fantásticos de terror


“La única prueba de lo verdaderamente prenatural (no natural o que está fuera de su ser y estado natural) es la siguiente: saber si despierto o no en el lector un profundo sentimiento de pavor, y de haber entrado en contacto con esferas y poderes desconocidos, una actitud sutil de atención sobrecogida, como si fuese a oír el batir de unas alas tenebrosas, o el arañar de unas formas y entidades exteriores en el borde del universo conocido”.
H. P. Lovecraft
Una de las clasificaciones que la teoría literaria ofrece de los textos literarios narrativos considera tres grandes grupos: por un lado estarían los textos realistas o miméticos, que narran sucesos verosímiles dentro de un mundo posible y afín al del lector. En el extremo opuesto se ubicarían los relatos maravillosos, que desde un comienzo nos sumergen en un mundo irreal donde lo ilógico (que los animales hablen, que alguien pueda matar siete moscas de un solo golpe) es tratado como si fuera posible sin que el lector se problematice por esto; este sería el caso de los cuentos de hadas o muchos relatos infantiles. Entre estas dos categorizaciones, se ubicarían los relatos fantásticos, los que se caracterizan por presentar súbitamente –en medio de un mundo familiar, reconocible y cotidiano– un acontecimiento imposible de explicar según las leyes naturales que rigen la vida de los personajes y de los lectores. Este suceso provoca incertidumbre y vacilación en el personaje y en el lector quienes no pueden hallarle una explicación a este suceso según las leyes lógicas o desde una perspectiva racional. En síntesis, la ficción fantástica presenta hombres como nosotros, situados súbitamente en presencia de lo inexplicable, pero dentro de nuestro mundo “real”.
Los relatos de terror pertenecen, generalmente, al ámbito de lo fantástico ya que explotan el universo de lo gótico y lo sobrenatural, exponiendo a los personajes a sucesos misteriosos y siniestros, imposibles de racionalizar.
En los relatos de terror (una de las formas posibles de lo fantástico) la relación del personaje-narrador con los hechos es más problemática aún que en otros relatos fantásticos porque los acontecimientos no sólo ponen en tela de juicio la racionalidad de la persona sino que además comprometen toda su existencia.
Así, alguno de los elementos indispensables en los relatos de terror son las fuerzas sobrenaturales y malignas o los seres monstruosos tales como fantasmas, vampiros, zombis, dementes, etc., quienes a menudo amenazan de muerte o ponen en riesgo a los personajes.
Otro elemento distintivo de este tipo de relatos es la atmósfera
[1] que los circunda, que funciona –generalmente– como marco de los hechos y que preanuncia un estado de zozobra y de angustia no sólo en el personaje sino también en el lector. “Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo (…) me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher”. Esta atmósfera inquietante que anticipa el hecho terrible e incomprensible que vendrá, va acompañado de descripciones espaciales que funcionan en el relato como marco de la acción y como anticipaciones (por ejemplo la descripción del estanque que rodea la mansión Usher).
También se puede rastrear en estos relatos, la presencia de seres u objetos que no pueden ser nombrados a partir de lo conocido. Sirva esta frase a manera de ejemplo: “era imposible describirlo con palabras de nuestro idioma aunque amorfo, gomoso, fétido, repugnante darían alguna idea de lo que verían”: es decir, se explica que no puede describírselo y acto seguido se lo describe de alguna manera, aunque poco precisa. Esto activa nuestra imaginación y desata nuestras propias imágenes y demonios.
Colegio Nacional de Buenos Aires, Prof. Marilina Denes y María Inés Rodríguez, 2005
[1] Lovecraft considera que más allá de la “atmósfera” propia de todo relato de terror, también se debe considerar el “ambiente”. Éste sería una instancia exterior al texto. Concretamente, este concepto remite a las condiciones de lectura de ese relato de terror. Ejemplo: no es lo mismo leer un relato de terror a la tarde, en compañía de otras personas a que éste sea leído a la luz de una vela, dentro de una carpa, en medio de una noche de tormenta.

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