21 de marzo de 2009

Cuidemos la lengua 1

Incidentes, por accidente

Descarriló un tren en Londres. No hubo herido en el incidente, causado por el mal estado de un riel.”

Hay una clase de incorrecta sustitución de una palabra por otra que se origina en un parecido fonético y suele conducir a los barbarismos. Por ejemplo, yerba por hierba. Es factible que haya algo de eso en la intromisión de incidente suplantando a accidente que practican algunos escribas y locutores con ligereza. Pero la alarmante frecuencia del error, sobre todo en radio y TV, mueve a pensar que su “lógica” es otra: la vaga proximidad de significados. Esa cercanía deviene en abismo cuando vamos a las definiciones. Accidente es un hecho eventual o una acción de la que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas. Incidente, en cambio, es una disputa, riña, pelea entre dos o más personas. Los dos son malos, eso sí es correcto.


Verbos maltratados

Maradona, que jugara en el Barcelona en el 82 y militara en el Napoli en el 84, es el mejor de todos.”

¡Vaya problema que causa a algunos comentaristas deportivos el uso de ciertos tiempos verbales! En la frase de marras, el cronista reemplaza incorrectamente el imperfecto del modo subjuntivo jugara y militara por el tiempo verbal que corresponde en este caso, el pretérito del modo indicativo jugó y militó. Hay un cierto conductor de renombre que en sendos programas radiales matutinos y vespertinos comete este error una y otra vez con un desparpajo que hiere malamente al idioma. Como se sabe, el pretérito del modo indicativo refiere acciones del pasado ya acabadas, puntuales, mientras el primero indica aspiración, posibilidad. En el caso de Maradona, su paso por esos clubes fue mucho más que una aspiración: el genio jugó allí.


Verbos tambaleantes

Los vaivenes de nuestra economía han tambaleado las acciones de la bolsa en los últimos años.”

El experto que pronunció esta frase en un programa de TV acaso sabe mucho de economía, pero tiene un serio problema con el carácter de los verbos, esos eternos maltratados de nuestra lengua. En este caso, convirtió a tambalear en un verbo transitivo cuando, en realidad, es un verbo intransitivo que no admite el viejo y muchas veces desconocido “objeto directo”. O sea, tendría que haber dicho han hecho tambalear. Este tipo de confusión se observa en escribas y oradores que incursionan por el idioma con desparpajo. No falta el relator de boxeo que se despacha con otro ejemplo que viene al caso: “El aguerrido boxeador cubano batalló la pelea hasta el último round”. Tampoco batallar tiene carácter transitivo aunque sí luce tambaleante.


Aclaremos lo siguiente

Todas estas cuestiones se ventilarán el día después de las elecciones en la provincia de Chubut.

Quizá fue por el influjo de la famosa y apocalíptica película “El día después” (The day after) de Nicholas Meyer, estrenada en 1983. Acaso fue por esa tendencia que tienen algunos a traducir literalmente del inglés construcciones –muchas veces desopilantes– que agraven duramente a la ya muy castigada lengua española (por ejemplo, “pasan minutos de las ocho” en vez del más simple y españolísimo “son las 20.30”). Lo cierto es que, graciosa e impunemente, el adverbio después reemplazó arbitrariamente al adjetivo siguiente en esta construcción frecuentada por muchos escribas y oradores en nuestras tierras. Obviamente, lo correcto es “el día siguiente”, frase que hay que recuperar con urgencia para bien del idioma.


Te escucho, pero no te oigo

¿Usted me escucha, diputado? Tengo alguna interferencia en la línea ¿Ahora me escucha?

El periodista que pronunció la frase incursionó en una confusión muy frecuente en nuestro –cada vez más– maltratado idioma: a pesar de la similitud de significados escuchar no es exactamente lo mismo que oír. La distinción entre los dos verbos admite un matiz que los diferencia. Mientras escuchar denota “prestar atención a lo que se oye”, oír es la simple percepción de los sonidos a través del oído. O sea, se puede oír sin escuchar y, a la inversa, se puede escuchar sin oír. A pesar de que en cualquier diccionario los dos verbos están registrados como sinónimos, hay que recalcar esta distinción. El diputado en cuestión podría haber contestado a la pregunta “¿usted me escucha?” con un lacónico y contundente: “sí, pero no lo oigo”.


Credibilidad, por crédito

Kirchner le da mayor credibilidad a su entorno que a algunos caudillos peronistas.”

Comenzamos mencionando la confusión que existe en parejas de palabras (accidente/incidente) que son parecidas pero tienen significados distintos. Actualmente se ha arraigado entre escribas y locutores la confusión con otra dupla: la suplantación de crédito por credibilidad. Según define el diccionario credibilidad es la “característica de lo que es creíble o aceptable”, mientras que “crédito”, además de sus usos en economía, aludo a “la fe o creencia que se da a lo que otro dice”. Es correcto decir “es un autor que goza de gran crédito” o “es una entrevista de poca credibilidad”. Pero en la frase citada, el locutor debería haber dicho “Kirchner le da mayor crédito a su entorno”. Si esos funcionarios son creíbles o no, eso lo sabrá el Presidente.

Revista de Cultura Ñ, Diario Clarín

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