21 de marzo de 2009

La literatura es ficción

Cuando leemos literatura, nos adentramos en un universo diferente, ingresamos en mundos posibles, imaginados por distintos autores. Como lectores, entramos en un texto literario y salimos de él a gusto; nos identificamos o no con la historia que se cuenta; nos asustamos, divertimos o reímos a partir de la realidad que nos presenta. Por ejemplo, el texto que leyeron en la actividad anterior proponía un mundo donde un personaje leía un libro y algo extraño acechaba su tranquilidad. El autor inventó una historia y una manera determinada de narrarla. Y ustedes, desde su propia imaginación, continuaron ese relato, esto es, realizaron una invención.
Los mundos posibles que nos ofrece la literatura pueden ser fantásticos, de terror, realistas, en clave policial, humorísticos o de la forma que cada autor decida. El elemento que permite su construcción es la ficción, en otras palabras, la creación de una realidad imaginaria. La ficción es la acción de hacer creer que los hechos imaginarios que muestra la literatura son reales.
En los textos literarios, cada escritor inventa un universo con los materiales que tiene a mano, esto es, experiencias, recuerdos, anécdotas, y con otros que imagina para contar una historia. Los textos literarios, en efecto, presentan de una manera específica sus propias realidades, construyen universos que combinan lo real y lo imaginado. Entonces, podemos decir que la literatura es ficción y la ficción es invención. Por lo tanto, la literatura es invención, ya que se crea otra realidad, otro mundo, que puede estar cerca o lejos de aquello que consideramos real. El orden y la lógica que rigen las acciones en la ficción pueden no respetar el orden y la lógica del mundo real, pero deben responder a la lógica de la imaginación y resultar creíbles.
Leer literatura nos permite bucear en otros mundos por las historias que se cuentan y por cómo se cuentan. En la narración literaria, lo literario no sólo está compuesto por los sucesos que se narran, sino también por la forma en la que se presentan esos sucesos, cómo son narrados, desde qué perspectiva, cómo se nombra el mundo inventado y los seres que lo habitan. La manera en la que cada texto literario construye su propia ficción, la invención de la realidad que los textos presentan, se conoce con el nombre de verosímil.


El verosímil o cómo se disfraza la literatura

Como decíamos antes, la literatura presenta una realidad posible. Para eso, se disfraza de distintas cosas, presenta un “como si” donde el lector no es engañado, porque de antemano sabe que participa de un juego. De hecho, reconoce que lo que lee no es real, sino que simula ser real, es decir, que se trata de una invención.
Para jugar el juego de la ficción, es necesario respetar ciertas reglas. Una de esas reglas es volver creíbles los hechos por más irreales que éstos sean. Como dice el escritor italiano Gianni Rodari, “al personaje de madera se lo debe tener apartado del fuego del fuego porque se puede quemar los pies, flota fácilmente en el agua; sus golpes son secos como bastones; si se lo ahorca no se muere; los peces no se lo pueden comer”. En otras palabras, para inventar historias, es necesario respetar las reglas de lo creíble.
El verosímil es, entonces, la manera en la que se nos presenta el mundo ficcional creado. Cuando hablamos de verosímil, nos referimos a cómo cada texto literario muestra esa realidad ficcional. Por ejemplo, si tomamos un suceso cualquiera, no es lo mismo cómo lo va a narrar una persona miedosa que una persona temeraria: no es igual cómo puede se referir un texto ficcional al origen del hombre desde la mirada de un religioso que desde la mirada de un científico. Es decir, la forma de mostrar el hecho va a ser diferente; cada uno presentará un verosímil distinto, cada uno buscará un modo particular de mostrarlo.
En la literatura, siempre hay una relación con el mundo de lo real, aunque pueda parecer que no es así. La literatura nos cuenta historias que hacen referencia a lo fantástico, a lo maravilloso, al futuro, pero que, de cualquier manera, remiten a elementos que reconocemos como pertenecientes a la realidad, ya que en ésta también tienen cabida la fantasía y lo imaginario.
La ficción apela a una serie de saberes que forman parte de ese universo. En efecto, en los textos literarios, es posible encontrar múltiples discursos científicos y no científicos que dan cuenta de tales saberes. De alguna manera, todas las ciencias están presentes en la literatura, como una gran enciclopedia que les otorga un lugar privilegiado a las ideas que circular en un momento determinado en una sociedad dada. Así, los textos literarios establecen un diálogo con una época específica.
Observen el siguiente ejemplo:

Soy un campesino que escribe un Diccionario.
El general Bartolomé Mitre, que pretendió traducir, me dicen, a un poeta blasfemo, declaró que yo fui el representante de los grandes hacendados y jefe militar de los campesinos. ¿Dónde vio campesinos, el general Mitre, en el país que supo darnos España?
Aquí, sí, soy un campesino que toma mate, sentado junto al brasero, que tiene frío, el campesino, sentado junto al brasero.
Soy un campesino, aquí, en el condado de Swanthling, reino de la Gran Bretaña, a dos leguas escasas de Southampton, y a muchas leguas de las que uno puede imaginar de mis pagos de Monte, la tierra de mis padres, y de los padres de mis padres.
Y si pronuncio mi nombre por estos campos de la desgracia, ¿quién sabrá decir: ahí va un hombre cuyo poder fue más absoluto que el del autócrata ruso, y que el de cualquier gobernante en la tierra?
Soy Juan Manuel de Rosas. (...)
Andrés Rivera, El farmer
En este texto, la literatura dialoga con el discurso histórico. Es decir, el saber de la historia se hace presente en la ficción: el narrador protagonista es Juan Manuel de Rosas, exiliado en Inglaterra. En su monólogo, irán apareciendo distintos personajes de la historia argentina. El escritor argentino contemporáneo Andrés Rivera construye una ficción donde el Restaurador recuerda su pasado de triunfo y sufre en el presente del exilio; su relato está entrelazado con los saberes históricos acerca de nuestro país. En este texto, la literatura le da lugar al discurso histórico.
Veamos otro ejemplo:

El Zartog Sofr-Ai-Sr –es decir, “el doctor, tercer representante masculino de la centésima primera generación del linaje de los Sofr”– caminaba lentamente por la calle principal de Basidra, capital de Hars-Iten-Schu, también llamado el “Imperio de los Cuatro Mares”. En efecto, cuatro mares, el Tubélone o septentrional, el Ebone o austral, el Spone u oriental, y el Mérone u occidental, limitaban esta enorme región, de forma muy irregular, cuyos puntos extremos (contando según las medidas que el lector conoce) llegaban al cuarto grado de longitud Este y el grado cincuenta y dos de longitud Oeste, y al grado cincuenta y cuatro Norte y el grado cincuenta y cinco Sur de latitud. En cuanto a la extensión respectiva de estos mares, ¿cómo calcularla, aunque sólo fuese de modo aproximado, si se entremezclaban todos, y un navegante que partiera de cualquiera de sus costas y avanzara siempre llegaría necesariamente a la costa diametralmente opuesta? Porque en toda la superficie del globo no había otra tierra que la de Hars-Iten-Sch.
Sofr caminaba con pasos lentos, en primer lugar porque hacía mucho calor: comenzaba la estación ardiente, y sobre Basidra, ubicada a la orilla del Spone-Schu, Omar Oriental, a menos de veinte grados al norte del Ecuador, una terrible cataratas de rayos caía del sol, cercano al cenit en ese momento. (...)
Julio Verne, El eterno adán
Aquí la literatura dialoga con el saber de la geografía y construye una geografía imaginaria para situar la historia narrada en un espacio ficcional que simula ser real. Es decir, se dibuja un territorio imaginario con nombres propios y características particulares, diferente de otros.
El escritor, entonces, es como una alquimista que combina diferentes materiales apelando a distintos saberes para crear un mundo posible. En este caso mezcla y combina diversos elementos para construir un espacio imaginario que remite a saberes propios del mundo real. De esa manera genera una realidad creíble.


Creando verosímiles (Recapitulando)

La literatura, como ya sabemos, es invención. Esto es, los autores inventan historias acercándose o alejándose de la realidad, aunque siempre los materiales que se usen para construirlas provengan de esta última.
La relación entre ficción y realidad se llama verosímil. En otras palabras, el verosímil es la manera en que cada texto literario construye su propia ficción. Es decir, es la invención de la realidad que cada texto propone. Como la literatura es la invención de un mundo posible o de una realidad “irreal”, el verosímil puede variar. Por ejemplo, un mismo tema puede estar presentado de distintas maneras según el verosímil que se construya y de acuerdo con el propósito o la intención de los distintos autores. Los textos literarios nos presentan de este modo distintas formas de ver el mundo: la ficción puede presentar un mundo futuro, pasado o presente; con seres fantásticos o reales; con hechos basados en la realidad o totalmente alejados de ella; con palabras conocidas por nosotros o con un lenguaje inventado.
Observemos este ejemplo:

Se ve a un hombre haciendo su vida cotidiana de la mañana en un recinto cerrado. Es el herrero Cósimo Schmitz, aquél a quien en célebre sesión quirúrgica ante inmenso público le fue extirpado el sentido de futuridad, dejándosele prudencialmente, es cierto (como se hace ahora con la extirpación de las amígdalas, luego de reiteradamente observaba la nocividad de la extirpación total), un resto de perceptividad del futuro para una anticipación de ocho minutos. Ocho minutos marcaron el alcance máximo de previsibilidad, de su miedo o esperanza de los acontecimientos.
Ocho minutos antes de que se desencadene el ciclón percibe el significado de los fenómenos de la atmósfera que lo anuncian, pues aunque posea la percepción externa e interna carece del sentido del futuro, es decir, de la correlación de los hechos; siente pero no prevé (...)
Macedonio Fernández, Cirugía psíquica de extirpación
¿A qué les hace acordar este texto? ¿A qué disciplina pertenece su vocabulario? En este texto, se construye un verosímil tomando como base el discurso propio de la medicina y de la meteorología, y parodiando esos discursos. Es decir, se construye un verosímil que parodia o se burla de la ciencia, por ejemplo, cuando dice que al herrero Cósimo Schmitz le fue extirpado el sentido de la futuridad. Para volver creíble el texto, se usa la jerga científica, pero se la invierte. Este procedimiento es el que produce extrañeza en el lector.
Observemos otro texto:

Los sombreros se usan para precaverse del sol o del frío. Los campesinos no puede prescindir de ellos; los alpinistas, tampoco. No son meros objetos frívolos, decorativos o ridículos. Se usan también o se usaron para saludar; para halagar, para molestar.
¿No conocen la historia del sombrero metamórfico?
Existió en el sur de Inglaterra, en 1890. Cuentan que era de terciopelo verde y tan apropiado para los hombres como para las mujeres. Una plumita engarzada en un anillo de nácar era su único adorno. Este sombrero apareció por primera vez en la casa de un señor inglés, a las ocho de la noche de un mes de marzo. Nadie reconoció ni reclamó el sombrero. Al día siguiente, cuando lo buscaron para examinarlo, no estaba en ningún rincón de la casa. Otra vez apareció en la casa del médico, a la misma hora. El médico, creyendo que era de la paciente que acababa de irse, lo guardó en su ropero, cosa que molestó a su mujer. La disputa duró hasta el alba, en que hablaron de divorcio. Otra vez provocó un duelo entre dos jóvenes, amantes de una misma señora. La aparición del sombrero, que llevaba de adorno un anillo, había provocado en ambos la sospecha de infidelidad. (...)
Silvina Ocampo, en Cuentos Completos
En el primer párrafo de este texto, el verosímil está ligado al sentido común. Es decir, se hacer referencia a lo que cualquier persona conoce acerca de un sombrero. Luego, para contar la historia del sombrero metamórfico se apela al verosímil histórico (existió en el sur de Inglaterra, en 1890) y, más adelante, se remite a la historia del sombrero, a partir de lo que ha permanecido en la memoria de la gente. Pero, también, el verosímil realista que se construye se quiebra con la aparición y la desaparición misteriosa del sombrero. La referencia a lo realista se presenta como una manera de despistar al lector, ya que, más adelante, aparecerá el elemento fantástico.
Los ejemplos analizados nos permiten concluir que siempre hay una realidad que presentan los textos literarios. Ésta depende de la forma de pensar e imaginar de cada autor. Lean ahora el siguiente texto:

–¡La gran perra con el agente que había sido desvergonzado y ligero p’al cuchillo! ¡Caray!
¡Se necesita ser corajudo pa’tajar así una sirvienta, en plena calle, haciéndola olvidar a la pobrecita de que tal vez su patrona l’haiga mandao apurada... u de que puede verla el patrón!...
¡Y mirenlén el modito a la indina y cómo le juega sonrisitas y parpadeos al vigilante!... ¡P’cha con las mujeres, amigo, que se’stán poniendo peligrosas pa los particulares! ¡Dentro e poco se me hace que va a ser cosa e cerrar los ojos y ni mirar p’atrás, cada vez que una tentación comience a quitarle el sueño!...
¡Lo que es a mí no me han de agarrar ni a bola, cuantimás con miga e pan!...
Sin dir más lejos y en buena hora lo digo ¿no le tengo echao el ojo a una negrita d’esas que son como’una cosquilla y con ser que me lleva l’apunte, no le ando huyendo al calce, sin animarmelé?... ¿Y qué me le v’y animar con esto que uno está viento?... ¿Ve?... ¡Si Roca fuera otr’hombre y entendiera su deber, se ocuparía de los pobres y no dejaría qu’estos locos, que por ser autoridá no respetan prenda’jena, metan pierna adonde quiera!... ¡Y vea q la sivientita, cómo l’echa leña al fuego con esa paradita como de quien dice adió, pero que se va quedando y con ese meneíto de las polleras y ese jueguito convidador!...
¿Pero quién diablos les enseñará a estas diantres a oregiar su naipe de semejante manera? ¿A’nde aprienden a frairle l’alma a un cristiano sin pedirle permiso?... Y el pobre vigilante, veanló cómo s’encoge y s’estira creyéndose hombre suertudo, mientras la chinita inocente lo maneja como quiere... ¡Juna perra que es sonso el hombre cuando uno lo ve cerca!... ¡Y decir que todos somos ansina y que al más toro lo hace cabrestiar una mocosa cuando le muestras los dientes!... ¿Y a qué patiar contra el carro ni meterse a corcoviar, si todo ha de ser pa pior y le han de ganar el lao?... ¡Bah!... ¿Y pa qué ser vigilante, ni comisario, ni presidente, si a todos no cabe el lazo y todos clavamos l’aspa, cuando nos llega el momento?... ¡No!... Lo qu’es a mí, con la piolita... y el que corte de mi asao que guarde muy bien la mano si la quiere conservar... ¡Yo seré un triste carrero, pero e morir en mi lay!
Fray Mocho (José S. Álvarez), ¿A mí?... ¡Con la piolita!
En este cuento el escritor argentino Fray Mocho construye el verosímil acercándose a la realidad de su época, a la forma de hablar regional que había sido marginada de la literatura. Es decir, usa coloquialismos para construir textos que funcionan como fotografías de su tiempo: fines del siglo XIX. El autor de este relato emplea palabras de la cotidianidad para acercar al lector el punto de vista de un narrador que mira la realidad desde su propio lenguaje y desde su propia ideología, y para producir un efecto de realismo. La elección de este lenguaje tiene el propósito de mostrar cómo hablaban las personas de un pueblo y, a la vez, presenta una mirada crítica respecto de la autoridad. La figura del policía está vista críticamente y la figura de la mucama es pícara y desenfadada. Esto es, se construye el verosímil a partir del uso de lenguaje coloquial.
Observen otro texto:

–La locura, viejo, no creía que me iba a agarrar así, sabés lo que me pasa, que la miro y todo se me vuelve de ese color turquesa, esa porcelana viva que tiene en los ojos. Después fijate esa nariz y la línea del cuello, imaginate ese perfil en contraluz mirando al horizonte. No te rías, salame. Ahora tengo que agarrar la máquina otra vez, pero en serio, porque esto es justo lo que yo buscaba, con esto me curo de tanto loro que uno tiene que sacar. Es como hacerla de nuevo, te das cuenta, línea por línea, siempre igual pero distinta. Quiero sacarla de todas partes, de arriba, de abajo y de adentro. Y qué cuerpo, Negro, vos sabés que no quiero ni pensarlo. No, al principio yo pensaba que era pavota, pero después que hablás un tiempo con ella, te das cuenta. Sabe de todo, hasta francés, pero mirá qué suerte, y para colmo tiene guita.
–A vos nunca te interesó la plata.
–¿Plata? –masculla esa noche mi padre en el comedor–. La familia tiene un casco de estancia por el lado de Lobos, hipotecado hasta las raíces del último sauce. ¿Por qué te creés que la mandan a trabajar?
La mirada de mi madre se derrama en sucesivas, protectoras ondas sobre la cabeza gacha de Estela, concentrada en la sopa.
Rodolfo Walsh, Fotografías
En este texto, como en el de Fray Mocho, se usa la lengua coloquial para construir el verosímil. ¿Por qué sucede esto? La intención del autor es crear una realidad ficcional con personajes que hablan como podríamos hablar cualquiera de nosotros en una conversación cotidiana. Es decir, el diálogo que entablan el padre, la madre y el hijo acerca de una chica de la que está enamorado este último se hace creíble gracias al uso de la lengua oral. La lengua oral le sirve al autor como elemento para construir un verosímil que se acerca a nuestra realidad. En este sentido, la literatura se sirve de los materiales de la realidad para construir otra realidad: una ficción próxima a lo real.
Lean el siguiente texto:

Abandoné las carambolas por el calambur, los madrigales por los mamboretás, los entreveros por los entretelones, los invertidos por los invertebrados. Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios. No quise saber nada con los prostáticos. Preferí el sublimado a lo sublime. Lo edificante a lo edificado. Mi repulsión hacia los parentescos me hizo eludir los padrinazgos, los padrenuestros. Conjuré las conjunciones más concomitantes con las conjugaciones conyugales. Fui célibe, con el mismo amor propio con que hubiese sido paraguas. A pesar de mis predilecciones, tuve que distanciarme de los contrabandistas y de los contrabajos; pero intimé, en cambio, con la flagelación, con lo flamencos.
Lo irreductible me sedujo un instante. Creí, con una buena fe de voluntario, en la mineralogía y en los minotauros. ¿Por qué razón los mitos no repoblarían la aridez de nuestras circunvoluciones? Durante varios siglos, la felicidad, la fecundidad, la filosofía, la fortuna, ¿no se hospedaron en una piedra?
¡Mi ineptitud llegó a confundir a un coronel con un termómetro!
Renuncié a las sociedades de beneficencia, a los ejercicios respiratorios, a la franela. Aprendí de memoria el horario de los trenes que no tomaría nunca. Poco a poco me sedujeron el recato y el bacalao. No consentí ninguna concomitancia con la concupiscencia, con la constipación. Fui metodista, malabarista, monogamista. Amé las contradicciones, las contrariedades, los contrasentidos... y caí en el gatismo, con una violencia de gatillo.
Oliverio Girando, Espantapájaros 4
En este otro texto, el autor apuesta a crear un verosímil inverosímil o un verosímil absurdo. Por ejemplo, cuando dice llegó a confundir a un coronel con un termómetro. El sentido del texto se construye a partir de la repetición de ciertos sonidos, en especial, de las primeras sílabas de los sustantivos (carambolas, calambur, madrigales, mamboretá) y, de esta manera, produce un verosímil desde el juego con el lenguaje.
La literatura, entonces, construye el verosímil de distintas maneras: tomando términos de distintas situaciones de comunicación, incorporando términos científicos y demás. Siempre que se inventa una ficción se intenta que sea creíble para el lector y, para eso, los autores combinan lo real con lo imaginario.
Sardi, Valeria, La ficción como creadora de mundos posibles, en: Lengua y Literatura, Buenos Aires, longseller, 2003.

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