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23 de diciembre de 2010






Esta novela fue escrita a mediados de los ochenta,
cuando todo era esperanza
y el futuro parecía por primera vez nuestro...

... fue concebida para aquellos chicos
que gustan de las aventuras.





a mis hijos Sebastián y Camila





Matómela un ballestero;
¡déle Dios mal galardón!

__________Anónimo


Ilustración de tapa: Sebastián Prego – "Mapa" – Témpera – 1995




© Gustavo Prego



16 de diciembre de 2010

12 de diciembre de 2010






____Cuando Sebastián llegó con sus padres a la Aldea era tiempo de primavera, aunque ésta no se diferenciaba del invierno ni del otoño.
____El cielo gris, la espesa niebla, las fachadas pobres y las calles enlodadas formaban un paisaje desalentador.
____El hombre que los trasladó del puerto a la cabaña no dijo palabra alguna. Los cargó junto con el equipaje en su carro de ruedas altas tirado por un viejo buey. Mostró interés sólo por su paga y se retiró sin dar los buenos días.
____El aspecto desolador del paisaje había intimidado a la familia. Parecían esfumarse las expectativas de aquel largo viaje, de aquella semana de vacaciones. Pensaron, sin atreverse a manifestarlo, en el posible regreso a casa.
____–¡Caramba! que hayamos llegado en un día feo no significa que no mejore –dijo el padre fabricando una gran sonrisa levanta ánimos.
____–Es verdad –dijo la madre– pero este lugar no me gusta.
____–Cómo te va a gustar si todavía no lo conocemos –agregó el padre mirando a su alrededor.
____Sebastián advirtió que el hombre del carro los había dejado en medio de la calle, es decir, en medio del barro. La Aldea carecía de aceras de material así que fue pisar barro hasta la cabaña.
____La vivienda, sin embargo, los sorprendió. Era amplia y parecía recién desalojada. Tenía piso de ladrillo y sus paredes eran de troncos que descansaban horizontalmente uno sobre otro hasta alcanzar el techo. Había un gran hogar de piedra con leños apilados.
____Hacia el fondo un ventanal daba a un prado que la niebla limitaba su extensión.
____El padre de Sebastián encendió el hogar y un calorcito trepó desde los leños chisporroteantes. La humedad que traían en sus ropas cedió y las mejillas enrojecieron saludablemente. Los gestos recuperaron el entusiasmo y los planes volvieron a ser comentados y expuestos al criterio de cada uno.
____Todos coincidieron en que el tiempo por alguna extraña razón no había pasado por la vivienda. Como si algún manto invisible la hubiera cobijado de la humedad que todo lo carcomía.
____Lentamente fueron acomodando sus cosas y la madre preparó un abundante desayuno que devoraron gustosos.
____Sin duda que la cabaña contrarrestó la mala impresión que les causó la Aldea.
____Alejada de la mesa grande de algarrobo y de sus seis sillas de espaldar alto había una mucho más pequeña junto al ventanal. Allí Sebastián dejó sus revistas de aventuras, su carpeta de dibujo y sus lápices de colores. Acercó una de las sillas de la mesa grande y se ubicó frente a la pequeña franja de prado que dejaban la niebla y el cielo nublado.
____Intentó reiteradas veces dibujar el carro que los había traído del puerto pero no le fue posible. Sin embargo había logrado un buen dibujo del barco con sus innumerables ventanas. Su padre le dijo que se llamaban "ojos de buey" y no encontraba parecido con los ojos del animal que tiraba del carro. Será por eso, por pasarse todo el viaje en carro mirando a la pobre bestia, que no prestó la suficiente atención. Y su dibujo no salía por más que lo intentara una y otra vez.
____Algo, de repente, chocó la transparencia del ventanal dejando una mancha de lodo y de sangre como un enorme arañazo. El impacto sobresaltó a Sebastián que estaba concentrado en su dibujo. Sus padres, más alejados y absorbidos en la tarea de ordenar la cabaña, no lo advirtieron. Salió Sebastián al exterior y rodeando la cabaña llegó a la parte de atrás que al ventanal. Buscó la causa del impacto y descubrió en el suelo, entre unos hongos lechosos, a una paloma herida. Estaba embarrada tenía un ala ensangrentada. No intentó huir cuando Sebastián estiró sus brazos para tomarla. Había hecho un gran esfuerzo para alejarse de quién la hirió hasta caer totalmente exhausta.
____Sebastián corrió con la paloma en sus manos a comunicárselo a sus padres. Seguramente ellos sabrían qué hacer. En su prisa por el barro fue detenido por una anciana.
____–¡Oye! –dijo con unos ojos brillantes y terribles– ¿Adónde te diriges con ese animal?
____Los ojos daban mucho miedo y Sebastián intentó huir pero la vieja lo retuvo clavándole las uñas en su brazo.
____–¡Debes matar a esa bestia! –vociferó. El miedo lo había inmovilizado con mayor tenacidad que la garra de la vieja.
____–¿Por qué debo matarla? –preguntó el niño y su voz sonó extraña, ahogada, seca, no le serviría seguramente para pedir auxilio.
____–Por que es un pájaro –contestó la vieja con una voz cascada que salía de sus ojos y no de su boca o por lo menos así le pareció a Sebastián.
____–Pero... como voy a hacerlo... está herida –balbuceó el niño.
____–En esta Aldea se odia a los pájaros y si no quieres problemas debes deshacerte de esa paloma pronto –dijo la vieja mirando a Sebastián y a la paloma con aquellos ojos endemoniados– ¡Debes matarla, me entiendes, debes matarla...!
____–No –gritó Sebastián soltándose de la mano huesuda– la curaré. De pronto el miedo se alejó y pudo correr y no lo hizo y también pudo gritar y calló enfrentando con fiereza a la crueldad de la anciana. Sintió contra su pecho la pequeña vida que se iba lentamente; ese calorcito que de a poco se enfriaba y comprendió que debía defenderla.
____Una risa dulce irrumpió de la boca desdentada de la anciana. Su voz cambió y sus ojos fueron mansos y comprensivos. Esa metamorfosis vertiginosa fue extraña para Sebastián. Desconfió y apretó con más fuerza a la paloma contra su pecho.
____–Bien, pasaste la prueba –dijo en voz baja mirando hacia ambos lados. Sebastián seguía sin entender. La mujer se vio obligada a explicar su repentino cambio o el papel que había representado hasta ese momento.
____–Tu eres nuevo en la Aldea, te vi llegar hace unos instantes, por eso no entiendes. Aquí el poder que gobierna este lugar prohíbe que los pájaros vivan en libertad, que canten y vuelen. Y nos prohíbe además a todos los habitantes ayudarlos. Por eso debí asegurarme que querías realmente curar a la paloma.
____Sebastián la miraba incrédulo. El susto del encuentro con la mujer había pasado, dejando una desconfianza muy grande.
____–Sé que no entiendes pero no hay tiempo para explicaciones, debemos hacer algo por la paloma –dijo con resolución la anciana mujer.
____–Sí –dijo Sebastián confundido.
____–El único en la Aldea que puede hacer algo por ella es el Hacedor.
____–¿El Hacedor? –dudó Sebastián de un personaje por el estilo.
____–Sí, es un anciano muy bueno que vive sobre esta calle. Su casa es la última de la tercera cuadra. Ve y dile que Lethien te manda. Oculta a la paloma, por favor que nadie te la vea. Adiós –se despidió la vieja desapareciendo en la niebla tan misteriosamente como había aparecido.
____Sebastián al ver a la paloma agonizando no tuvo muchas alternativas. Avisó a sus padres desde la puerta entornada de la calle que daría una vuelta por allí.


© Gustavo Prego

28 de noviembre de 2010



____Así Sebastián se encaminó hacia la casa del Hacedor ocultando la paloma en su suéter.
____En el trayecto advirtió extrañas inscripciones con letras rojas sobre los muros de las casas pintadas con cal.
____Hacia el final de la tercera cuadra una pequeña casa se alzaba solitaria. Era de adobe y pintada de blanco haciendo resaltar sus gruesas aberturas de madera y su techo de paja. El niño se acercó a la puerta cubierta de moho y golpeó con sus nudillos. Hubo un prolongado silencio hasta que unos ruidos de pasos se escucharon acercándose a la puerta. Sebastián temió por un momento no estar haciendo lo correcto.
____–¿Quién? –se oyó secamente.
____–Busco al Hacedor –dijo Sebastián. Hubo otro largo silencio que incomodó al niño hasta que la puerta se abrió apenas.
____–¿Para qué lo quieres? –preguntó la voz que provenía de la hendija de sombra.
____–Vengo a que cure a una paloma herida –dijo sin sospechar que desencadenaría una tormenta.
____La puerta se abrió con violencia y la figura esmirriada de un anciano se plantó desafiante.
____–¡Márchate! –le gritó– no quiero verte por aquí niño del demonio–. Sebastián concluyó con ironía que no parecía tan bueno como le había dicho la anciana.
____–Me manda Lethien a verte –aclaró Sebastián y congeló el ademán del viejo de cerrar la puerta en su nariz.
____–Pasa –dijo al fin el Hacedor con un tono que sin ser amistoso no resultó agresivo. La puerta se cerró sin ruido detrás de Sebastián.
____–Si vienes de parte de Lethien eres un amigo –dijo ofreciendo una silla al niño. Sebastián se ubicó y sacó la paloma para que la examine.
____–Tenés que curarla pronto, está muy mal herida –dijo el chico con tono de súplica.
____–No puedo –dijo el Hacedor bajando la vista.
____–Pero para vos debe ser algo muy sencillo –dijo Sebastián sospechando que todo esto era una farsa y especialmente el viejo con gesto compungido que tenía delante.
____–Lo es... pero no puedo hacerlo –repitió y su tristeza fue tal que Sebastián desestimó la idea de que fuese un farsante– me lo tienen prohibido. A todos en este pueblo les tienen prohibido cuidar y atender a los pájaros.
____–¿Por qué? –preguntó Sebastián.
____–No puedo explicártelo. Además es mejor que lo ignores –aconsejó el Hacedor.
____–Pero debe hacerse algo –insistió Sebastián.
____–En realidad mis poderes ya no sirven –confesó el Hacedor– soy un pobre viejo que vive sólo y asediado por los Falsos Hechiceros. Me vigilan en todo momento como si yo fuese peligroso. Pero algo haremos, no te preocupes, algo que ayude y pase sin ser advertido por los emisarios del enemigo.
____–¿El enemigo? –preguntó Sebastián sin entender nada de lo que estaba pasando.
____–Sí, el grupo sanguinario que tomó por la fuerza el poder en esta Aldea hace ya dos años. Desde entonces comenzó la persecución de mucha gente, la gran desaparición de pájaros y la quema de millares de libros. No te diré más por que ya es demasiado. Lo que haremos para curar a la paloma es ubicar al Guardián de la Naturaleza que vive en el Bosque –dijo el viejo.
____–¿Y él podrá curarla? –preguntó el niño.
____–Sí, él puede hacerlo. Pero para ello debes llegar al Bosque. Escucha atentamente: debes tomar la calle principal que llaman el Sendero del Oeste. Cuando termine el poblado la calle se hará camino, es el Camino Real. Dicho camino será de tierra, luego de arena y finalizará en gramilla. Allí habrá un recodo... –el anciano calló de repente.
____–¿Y qué más? –solicitó Sebastián.
____–Esa es la entrada al Bosque pero...
____–¿Pero qué? –inquirió Sebastián.
____–Puedes no verlo –agregó con un suspiro el Hacedor.
____–Si es un Bosque como decís lo voy a ver...
____–No es tan fácil verlo. Puedes estar parado dentro de él y no verlo –informó con dolor el Hacedor.
____–No entiendo –manifestó Sebastián.
____–Todo depende de tu corazón –dijo el viejo– si guardas en él rencor alguno, odio hacia algo o alguien el Bosque será invisible a tus ojos.
____–¿Por qué no me acompañás –sugirió Sebastián. El viejo se movió con incomodidad en su silla y los ojos se le llenaron de lágrimas.
____–Aunque me lo permitan mis carceleros sería inútil –calló como dudando– yo... ya no puedo ver el Bosque –confesó con la voz quebrada.
____Sebastián pareció entender lo delicado del hecho. La paloma se estremeció en sus brazos.
____–Tengo que irme. ¿Qué hago cuando encuentre el Bosque? –preguntó el niño.
____–No hace falta hacer nada más. Todo estará hecho –dijo el Hacedor incorporándose de su asiento con dificultad. Se dirigió a una alacena y sacó del interior una bolsita de cuero que acercó al chico.
____–Este es un amuleto que te protegerá en tu camino y te ayudará a dar con el Bosque. Oculta lo mejor posible a la paloma y ten cuidado de los Gríseos que son los soldados del enemigo –advirtió el viejo.
____–Cuando venía para acá vi en las paredes, escrita en letras rojas, la palabra Prorena, qué significa?
____Prorena es el enemigo –dijo el Hacedor con gravedad.


© Gustavo Prego


24 de noviembre de 2010



____Sebastián tomó la calle principal que era una avenida ancha y que los del lugar llamaban Sendero del Oeste. Se dirigió hacia el oeste como le indicó el Hacedor. No había andado dos cuadras cuando tuvo que detenerse. Un grupo de Ciegos formando una muralla humana de pared a pared avanzaba hacia él. Sebastián quedó paralizado. Miró hacia atrás y una muralla similar bloqueaba la calle. Poco a poco el cerco comenzó a cerrarse. Olfateaban el aire tratando de adivinar quién era el forastero.
____Sebastián advirtió el peligro y se quedó quieto y en silencio. Las dos filas se acercaban lenta y peligrosamente tanteando el terreno con sus bastones y hurgando el aire cargado de humedad. Cuando los tuvo cerca Sebastián pudo advertir que la ceguera era en todos muy particular. Horrorosa. A todos los Ciegos les faltaban los ojos, es decir, tenían las órbitas vacías. A cuatro metros del chico, ambos grupos, detuvieron su marcha.
____–¿Quién eres? –preguntó con severidad uno de ellos. Sebastián continuó en un mutismo absoluto.
____–¡Contesta! –gritó otro.
____El silencio del niño hizo avanzar unos pasos las dos filas. El cerco se cerraba cada vez más.
____–Sabemos que llevas un pájaro ¡Debes entregárnoslo! –ordenó uno de los Ciegos con fiereza. Sebastián se movió hacia la izquierda. El leve chapoteo de sus pies en el barro lo descubrió. Todos los rostros se dirigieron hacia él.
____–¿Eres de la Aldea? –preguntó uno.
____–¿A qué fuiste a ver al Hacedor? –vociferó otro.
____–¿Dónde llevas al pájaro? –gritó furioso un tercero.
____–¡¡Debes matarlo!! –sentenciaron muchos.
____Las voces se levantaron todas juntas llegando a ser feroces alaridos. El miedo había inmovilizado a Sebastián. Recordó que llevaba la bolsita y la buscó con desesperación. Confió en el Hacedor y la apretó con fuerza.
____Ya tenía a los Ciegos encima cuando sus pies comenzaron a moverse. La bolsita obraba simple y sabiamente. Sebastián iba de derecha y a izquierda, giraba en círculo con un frenesí involuntario que lo asombró. Zapateaba en el barro para después saltar como un canguro. Los Ciegos seguían los sonidos con dificultad. Por culpa de sus propios gritos y chapoteos no podían ubicar al niño. Así fue que el cerco se desarmó y cuando unas manos que, por poco, lo atrapaban Sebastián logró huir. Corrió lo más rápido que pudo sin mirar para atrás. Los Ciegos al apurarse en una inútil persecución se chocaban, se resbalaban y caían unos sobre otros. Sebastián sentía su corazón latir con fuerza. Ya no le quedaba aliento. Su mente era un revoltijo, una confusión enorme.
____Se terminaron las casas de la Aldea. Unos pocos ranchitos anunciaban el fin del poblado. El Sendero del Oeste se transformó en un camino cenagoso con árboles muertos a sus lados. Los zapatos del niño estaban cubiertos de fango a igual que las bocamangas de su pantalón. Le esperaba un severo reto de su madre al volver. Pero no era esto lo que le preocupaba. Un torrente de preguntas, que eran todo un misterio, lo asediaban:
____“¿Quiénes eran esos Ciegos? ¿Serán los Gríseos de los que le advirtió el Hacedor? Sin duda eran enemigos pero no parecían soldados. Pero, ¿por qué matar a los pájaros? ¡Quién entiende esta locura!”.
____Sintió en sus pies algo extraño y volviendo de sus pensamientos descubrió que caminaba por un sendero arenoso. En los márgenes continuaba la espectral hilera de árboles. Troncos sin ramas ni hojas, cubiertos todos de musgos. A sus pies había una gran cantidad de hongos y plantas de pantano.
____El camino se angostó considerablemente. Pisó un fango resbaladizo que se adosó a sus zapatos como una materia plástica. Aceleró el paso a riesgo de caerse. Por ningún lado veía gramilla. La paloma debía estar sufriendo mucho. Un viento frío se escurría por entre los árboles muertos y sintió que sus pies embarrados se engarrotaban. Llevaba más de media hora caminando desde que había dejado la Aldea. Buscó un lugar seco donde sentarse a descansar un poco. Pero debió desistir porque unos pastos ralos le dieron fuerzas para seguir. Corrió apretando a la paloma contra su pecho por esas gramillas enfermizas que indicaban que era el tramo final del camino descripto por el Hacedor. Hasta que finalmente, ese sendero que había sido una monótona línea recta, mostró su tan deseado recodo.
____–¡Llegué! –gritó entusiasmado pero su corazón se encogió al reparar que el Bosque no estaba. Fijó la vista tratando de perforar la espesa niebla. Sólo vio un tramo del camino que en el recodo seguía otro rumbo y una cerca de madera que lo seguía a éste en su curva. Pero ningún Bosque, ni grande ni pequeño.
____Llegó hasta la valla de madera sin saber qué hacer. No había consuelo para esa frustración. Sacó a la paloma escondida en su suéter y comenzó a acariciarla. Comprendió con tristeza las inquietudes del Hacedor. Si dejaba allí a la paloma alguien del Bosque podría recogerla. Era una posibilidad. Eso lo tranquilizó. Ya que al estar más cerca del Bosque que de la Aldea las probabilidades de encontrarla sus enemigos disminuían. Buscó un buen sitio oculto debajo de la cerca. Se agachó con ese fin y de su cuello se descolgó el amuleto. Lo vio oscilar y pensó que si una vez le había dado resultado bien podría servirle para otra ocasión. Lo apretó con fuerzas, esperó un instante y no sucedió absolutamente nada. Salvo un deseo incontenible de saltar la cerca. Entendió tonto ponerse a saltar como un chiquilín mientras la paloma agonizaba. Pero sus pies empezaron a moverse con esa extraña voluntad como ocurrió con los Ciegos. Obedeciendo al requerimiento de la bolsita mágica saltó por encima del vallado. Sucedió algo extraño. El salto duró mucho tiempo. Algo así como si del otro lado hubiera un pozo o una depresión oculta y de considerable profundidad. Se sintió mareado por el vértigo del movimiento y apretó los dientes y cerró los ojos. Cayó con suavidad de su cabriola en un suelo mullido. Al abrirlos una claridad enorme inundó sus ojos. Se los restregó y tenía en sus manos aferrado aún el amuleto. La claridad no era otra cosa más que el sol. Miró hacia la cerca. La cortina de niebla persistía y el nivel del suelo extrañamente era el mismo. Sólo cuando giró y descubrió el enorme Bosque comprendió que la cerca era un límite mágico. No quedaba otra cosa que gritar de alegría.


© Gustavo Prego


14 de noviembre de 2010






____El cruce generaba una leve resistencia. Como un tironcito hacia atrás o por el contrario algo que frenaba el salto.
____El Bosque se mostró imponente dominando todo el horizonte. Un verde pastizal separaba a la cerca del mismo. Los pastos altos ondulaban con la suave brisa que llegaba del sur. Caminó bajo ese calorcito agradable. Era tan bello que tuvo ganas de cantar y cantó con su vocecita aguda. Besó a la paloma en el pico susurrándole que todo iba a andar bien y que pronto se recuperaría.
____Cuando las sombras de los primeros árboles cubrieron a Sebastián sintió en su cuerpo un extraño cosquilleo. El Bosque parecía no tener fin. Por donde mirara enormes árboles se erguían contra un cielo azul y limpio.
____Sebastián caminó entre algarrobos, álamos y cedros; jacarandaes, palmeras y ombúes; acacias, alerces y pinos. Distintas especies de distintos climas habitaban allí. Estaba maravillado de tanta belleza. El sol filtraba algunos rayos por la techumbre verde. El piar de los pájaros era constante y se sintió feliz de saber que el Bosque era un lugar seguro.
____El sendero lo llevó a un pequeño claro. De allí se abrían otros que se perdían entre las sombras de los árboles. ”Por cuál seguir”. Buscó el amuleto pero ya no colgaba de su cuello. Pudo haberlo perdido en el salto a la cerca o simplemente desapareció después de ayudarlo a llegar al Bosque. Miró por un instante los distintos senderos. Temió perderse y seguir demorándose. La paloma necesitaba pronta asistencia. Eligió un sendero que, a pesar del manto de hojas, le pareció el más transitado.
____Cuando iba a dar el primer paso sintió un golpe en su pierna. Vio como una pequeña criatura, de unos cincuenta centímetros de alto y de color verde, se desparramaba en el suelo. El alto de leña que traía se le cayó encima cubriéndolo entero.
____–¡Caray, ze zupone que aquí no hay ningún árbol! –dijo una vocecita proveniente del montón de ramas secas.
____Lentamente, de entre los palos, salió protestando la pequeña criatura. Sebastián se asustó porque lo creyó agresivo. Tal era el enojo que tenía el bichito. Vio que tenía rabo. Era completamente calvo y sin orejas. Su nariz, ligeramente respingada, parecía a la de un cerdito, con los dos orificios por delante. Tenía un vientre voluminoso y tres dedos sin uñas en cada mano. Sebastián pasó del miedo al asombro. Mirando su rabo parecía un gran pollo desplumado. ____Sus piernas eran cortas y gruesas.
____–Zabía que no había árbolez –dijo mirando a Sebastián con recelo. Un tanto mareado se sobaba la cintura y la cabeza. Cuando terminó de ordenar las ramas dispersas por el piso levantó la vista y observó al niño con ojos benévolos.
____–Mi nombre ez Zezerías –dijo presentándose.
____–¡Hola Zezerías! –saludó Sebastián viendo que un chichón tomaba proporciones en la cabeza calva del bichito.
____–No, Zezerías –corrigió.
____–Sí, Zezerías –repitió el niño.
____–No, la zegunda ez una equiz –explicó la criatura.
____–¡Ah, Zexerías! –dijo al fin Sebastián.
____–Zí, azí –confirmó satisfecho.
____–¿Y qué clase de animal sos Zexerías? –preguntó inocentemente el chico.
____–¿Animal? ¡Hábraze vizto tamaña inzolenzia! ¡Animal! En mi vida me han dicho ezo. Para que zepaz zoy un Tenopo.
____–¿Y qué son los Tenopos? –preguntó Sebastián.
____–Bueno... ezo ez difízil de ezplicar y llevaría algún tiempo. Dime que buzcaz en el Bozque.
____–Busco al Guardián de la Naturaleza –dijo Sebastián mostrando la paloma herida.
____–Comprendo –dijo Zexerías– debez zeguir el zendero que tienez delante.
____–Muchas gracias Zexerías. Perdoname por haberme cruzado en tu camino.
____–No hay cuidado. Conozco tan bien el Bozque que ezo ez peligrozo como habráz podido apreziar. Ademáz tu apuro ze juztifica –dijo mostrando una sonrisa amplia de dientes cuadrados y gruesos molares propios de las criaturas herbívoras.
____–Hasta pronto, espero volver a verte –dijo Sebastián.
____–Zí, zeguro que zí. Ojalá ze cure pronto tu paloma. Oye... no me haz dicho tu nombre.
____–Me llamo Sebastián.
____–¿Zebaztián? –preguntó el Tenopo sonándole raro el nombre.
____–Sí, Zebaztián –dijo el niño. Se alejó presuroso por el sendero. Antes de perderse en un recodo levantó su mano al Tenopo. Zexerías levantó su pequeño brazo cayéndosele otra vez el atado de leña.


© Gustavo Prego


7 de noviembre de 2010



____La senda era angosta y un murmullo de pájaros crecía con la profundidad del Bosque. Sebastián vio a un jilguero paradito en la rama de un ceibo y a un benteveo que saltaba de un sauce a un paraíso. De los pinos salían los trinos mezclados de la gran comunidad que allí habitaba. En un gran castaño un hornero preparaba con prolija laboriosidad su nido de barro mientras que desde un alcornoque y con pereza un gorrión lo observaba. En las ramas de un arrayán una lechuza miró pasar a Sebastián girando su cabeza que parecía desprendida de su cuello. Un ruiseñor desplegó toda la belleza de su canto entre las hojas de un manzano.
____El sendero irrumpió en un claro donde había una cabaña de troncos, un aljibe y una mesa debajo de una gran parra. Una reposera se mecía chirriando debajo de un naranjo. Sebastián vio como el gran espaldar se adelantaba y retrocedía en un acompasado vaivén. Se quedó de pie sin decir palabra. No podía apreciar absolutamente nada de la persona que se hamacaba. Dio un paso indeciso y volvió a detenerse. Nada veía detrás del tejido apretado de mimbre.
____Los pájaros continuaban con sus armoniosos cantos. Desafiaban al silencio de los árboles, al de Sebastián y al del sujeto meciéndose en la reposera. Se descolgaban de las ramas de los árboles en vuelos rápidos y se paraban intermitentemente en el ancho espaldar y en los apoyabrazos del sillón.
____Sebastián vio salir de uno de los lados de la mecedora un largo brazo. Sus lentos movimientos le indicaron que se acercara.
____–Los pájaros me dijeron que venías a mi cabaña. También que provienes de la Aldea. Debe ser importante lo que te trae aquí para sortear tantos peligros –dijo la voz.
____Sebastián no se movió de su sitio ignorando la invitación de la mano.
____–Acércate –ordenó la voz.
____–Busco al Guardián de la Naturaleza –dijo Sebastián con brusquedad.
____–Ya lo has encontrado ¿Y para qué lo buscas?
____El niño avanzó con la paloma en sus manos. Los pájaros guardaron un respetuoso silencio. ____Cuando llegó hasta la mecedora lo primero que vio Sebastián fueron unos ojos diáfanos y penetrantes, enérgicos y persuasivos pero ante todo buenos. Un rostro viejo con una larga barba blanca. Su cabeza era totalmente blanca también. Llevaba puesta una gorra por demás extraña de la que colgaban unas plumas de colores.
____El rostro, de facciones antiguas y dignas como las de un rey, ofreció una sonrisa fatigada al pequeño visitante. Extendió sus manos vastas y tomó a la paloma con cuidado.
____–El proyectil lastimó su ala. Ha perdido mucha sangre. Debemos curarla lo antes posible.
____Se incorporó de la mecedora. A pesar de su aspecto frágil tenía gran vitalidad. Su estatura era media y su espalda mostraba la curvatura de los años. Llevaba puesto un pantalón marrón con tiradores negros y una camisa blanca. Calzaba unas botas altas y se movía con rapidez.
Se dirigió a la cabaña. La tarea le absorbió bastante tiempo. Sebastián advirtió el silencio que mantenían todos los pájaros. Se quedó mirando el vaivén de la mecedora vacía que parecía tener impulso propio. Finalmente el Guardián de la Naturaleza salió de la cabaña y fue a ocupar su sitio. El chirrido de la mecedora se elevó hasta las copas de los árboles y allí los pájaros comenzaron a cantar. Sebastián se arrimó a la mecedora para informarse de lo sucedido.
____–Todo está bien. En un par de días estará curada. Mañana se sentirá bien –dijo con una sonrisa y calló.
____El niño seguía de pie sin saber qué decir. No quería irse así nomás después de las peligrosas peripecias que realizó para llegar al Bosque.
____–Si quieres esperar hasta mañana siéntate allí –dijo el viejo con una gran sonrisa.
Sebastián se sentó cabizbajo sobre un pequeño tronco junto al aljibe.
____–No debes preocuparte –habló el Guardián– la paloma se curará. Sé que has pasado por muchas dificultades para llegar hasta aquí. Tal vez fui un poco desconsiderado contigo. Me gustaría que me cuentes, por ejemplo, quién te indicó este lugar.
____Lethien me mandó a verlo al Hacedor. El no podía curar a la paloma y me dijo que venga aquí –resumió Sebastián.
____–Has tenido la oportunidad de ver a dos amigos míos muy queridos. A causa de estos días tan oscuros no puedo ver con la frecuencia que quisiera a mucha gente. Pero, dime, cómo se encuentra el viejo Hacedor? –preguntó el Guardián de la Naturaleza.
____–No lo vi muy bien. Estaba atemorizado por unos Hechiceros que dice son emisarios del enemigo –dijo Sebastián.
____–Son los Falsos Hechiceros. Consejeros de Prorena –informó el Guardián.
____–Lo que más me preocupó –continuó Sebastián– es que el Hacedor dijo que no podía ver el Bosque.
____–Esa sí que es una mala noticia. Se ha dejado ganar por el odio. Nuestro enemigo es demasiado inteligente además de cruel –dijo el Guardián de la Naturaleza con un gesto que sin ser resignación mostró un gran abatimiento.
____Sebastián advirtió que las noticias que traía no eran de las mejores.
____–El Hacedor me dijo como llegar aquí y me dio un amuleto. Bueno... luego Zexerías me orientó cuando el sendero comenzó a dividirse y...
____–¡Ah! Conoces también a Zexerías. ¡Caramba! Te has hecho ya de muchos y muy buenos amigos –dijo el Guardián de la Naturaleza recuperando su buen ánimo.
____–Sí, pero hay muchas cosas que no entiendo –dijo Sebastián con el ceño fruncido.
____–Bueno, es natural. Eres nuevo en este lugar y hay muchas cosas que ignoras.
____–¿Qué son los Gríseos? ¿Qué es Prorena? ¿Por qué los Ciegos quisieron atraparme? ¿Por qué, Dios mío, se persigue a los pájaros en la Aldea? –preguntó Sebastián con gestos grandilocuentes.
____–Sí, y también, supongo, que querrás saber qué significa la cerca que saltaste, el Bosque y los Tenopos, si Zexerías no tuvo tiempo de contártelo.
____–Sí, así es, y también otra pregunta más –dijo Sebastián.
____–¿Cuál? –interrogó el Guardián sospechándola.
____–¿Quién sos vos?


© Gustavo Prego


1 de noviembre de 2010



____Poco fue lo que le contó el Guardián. No consiguió que contestase a todas las preguntas pero le alcanzó para comprender lo que sucedía en la Aldea. Algunas de las respuestas a su atolondrado y ansioso cuestionario habían sido claras y breves y elaboradas con una paciencia y sabiduría admirables. Otras, dado su carácter terrible y siniestro, fueron contestadas con especial cuidado y a medias. Evitando detallar los crueles sucesos que pasaron y que pasaban en la Aldea. Cada frase, cada concepto, cada palabra rondaba en la mente de Sebastián mientras volvía a la cabaña.
____Que haya comprendido no significaba que se liberara de esa constante sensación de irrealidad, maravillosa y terrible al mismo tiempo. Desandando el camino que le indicara el Hacedor pensó en el tremendo reto que recibiría de sus padres. Su pequeño reloj de bolsillo indicaba las catorce y treinta. Imaginaba a sus padres preocupados y coléricos lanzando amenazas de escarmientos.
____Había estado casi cinco horas alejado de sus padres y no podría, por cierto, contarles lo sucedido. No le creerían, culpando a su imaginación de inventar cosas extrañas. Pero las posibles reprimendas eran insignificancias frente al terrible poder que existía y gobernaba en la Aldea.
____Ya estaba otra vez en la calle principal tras dejar el Camino Real cuando escuchó el chapoteo de muchos pies en el lodo. Pensó enseguida en los Ciegos y se hizo a un lado pegándose a la pared de una casa. No eran los Ciegos. De la niebla surgieron como figuras espectrales los Gríseos. Se ajustaban a las escasas descripciones que el Guardián le había dado. Y lo que él no había creído en ese momento de labios del viejo debió comprobarlo con sus propios ojos. El grupo de soldados no tenía color en su piel, eran de la gama del blanco al negro. Como escapados de un retrato hecho con carbonilla. Parecían estar fabricados de la niebla que inundaba todo el espacio de la Aldea. Tampoco sus ropas ni sus ojos poseían colores vivos. Y pudo comprobar la última y más extraña descripción que le diera el Guardián: no poseían sombra. La escasa sombra que proyectaba Sebastián a causa del poco sol que se filtraba en ese cielo nublado carecía en estos personajes que, eran nada más ni nada menos, que los soldados espectrales de Prorena. Crueles mutantes sin alma. Producto de la mente endemoniada de los Falsos Hechiceros.
____Siguieron al trote recibiendo órdenes de un superior. No percibieron la presencia de Sebastián que, cuando vio que se alejaban, corrió a la cabaña con sus padres. Entró dando un portazo y con el corazón que se le salía por la boca.
____–¿Dónde anduviste? –preguntó su padre.
____–Faltó poco para que tu padre te saliera a buscar –dijo su madre atareada con el almuerzo.
____–Perdonáme mamá, me entretuve por allí –dijo Sebastián sin comprender la pasividad y naturalidad de sus padres.
____–¡Te embarraste todo! –lo reprendió– te hubieras puesto las botas.
____–Me las voy a poner… –dijo Sebastián mirando el reloj.
____–Ya va a estar el almuerzo –anunció la madre.
____–¿El almuerzo? Tan tarde –dijo Sebastián.
____–¿Tarde? –dijeron a dúo sus padres.
____–Si no son las doce aún –completó su padre.
____–¿Las doce? –insistió Sebastián extrañado.
____–Hijo para qué te regalé el reloj –comentó su padre.
“Entonces el Guardián tenía razón” pensó Sebastián “el tiempo no corre dentro de los límites del Bosque”.
____El almuerzo transcurrió en silencio. Sebastián tenía los ojos clavados en el ventanal. La mancha había sido limpiada por su madre.
____–No me vas a contar que viste por ahí en todo ese rato que estuviste fuera –lo animó su padre.
____Sebastián sin saber qué contestar miró a ambos como queriendo decirles la verdad pero se arrepintió.
____–Nada. Este pueblo parece muerto –murmuró con los ojos clavados en el plato.
____–¡Lindo lugar hemos elegido para nuestras vacaciones! –protestó la mujer.
____–Paciencia... va a depender de nosotros pasarla bien. No vamos a echarle la culpa al lugar –comentó optimista.
____Sebastián se levantó de su silla dejando casi toda la comida.
____–¿No vas a comer más? –preguntó su madre.
____–No tengo hambre. Estoy cansado.
____–Todos estamos cansados –coincidió su padre– ahora una buena siesta para recuperarnos del largo viaje. La sugerencia no recibió ninguna adhesión. No impidió, sin embargo, que se levantara de su silla con fatiga y fuera directo a su habitación.
____La madre lavó los platos y Sebastián fue a la mesa pequeña que estaba bajo el ventanal y tomó una de sus revistas de aventuras. Leyó dos páginas y la abandonó. Clavó sus ojos más allá de los vidrios tratando de penetrar en esa niebla que se alzaba a unos metros como un muro misterioso y siniestro. “Nadie puede en esta Aldea ver más allá” pensó y sintió tristeza por sus habitantes. Estaba en esa contemplación cuando advirtió a un metro del suelo, en la espesura de la niebla, unos ojos de fuego que lo observaban. Se asustó y cubrió el rostro con sus manos. ____Cuando se animó a mirar los ojos habían desaparecido. No alcanzó a ver ninguna figura, sólo esos ojos endemoniados, bestiales. Su madre le pidió que la ayudase a colocar unas cortinas en ese ventanal. Las había encontrado en un viejo aparador que estaba en la despensa.
____–¿Te preocupa algo? –preguntó su madre mirando el extraño semblante del chico.
____–No, mamá –se apresuró a contestar.
____–¿Vas a ir a descansar?
____–No tengo ganas de dormir, tal vez vaya a dar una vuelta o me ponga a leer –dijo sabiendo que no podría leer. Sus pies o esos extraños ojos o su curiosidad por los tantos misterios que había en la Aldea lo impulsaban a salir. Y lo raro es que no sentía miedo alguno. Aún sabiendo que detrás de cada misterio podía haber un inminente peligro sentía unas imperiosas ganas de salir de la cabaña.
____–Si vas a salir no te alejés mucho y tené cuidado –dijo su madre camino al dormitorio– ¡Ah, y no te ensuciés!
____–Sí, mamá.


© Gustavo Prego

24 de agosto de 2010



____Del norte soplaba un viento suave que traía un olor putrefacto y no lograba llevarse a la niebla que parecía sólida y compacta, como esculpida en el aire húmedo de las calles. No podía borrar la horrible impresión que le habían causado esos ojos. Caminó y, sin proponérselo, desembocó en el Sendero del Oeste. Tomó hacia el río, hacia la el este. Vio en la pared de un modesto edificio de gobierno pintado de blanco un estandarte rojo que tenía un león dorado en el centro devorándose a un pájaro. Debajo una inscripción también dorada que decía PRORENA. Otrora ese sitio fue el ayuntamiento con su Alcalde y sus Concejales. Ahora lo habitaba el poder de facto que tomó la Aldea.
____–¿Estás allí parado esperando el Edicto? –le preguntó un hombre que estaba sentado sobre un enclenque cajón de frutas a unos pocos metros. Sebastián no sabía que era un Edicto y no contestó–. Pues falta todavía para que lo anuncien. Si quieres puedes ver mi mercancía –dijo señalando un costal descolorido que estaba a su lado.
____–¿Qué vendés? –se interesó Sebastián al no encontrar otra cosa en qué entretenerse.
____–Sonidos –contestó con orgullo.
____El niño observó al hombre regordete, casi calvo y bastante joven que le sonreía.
____–Ven y te mostraré –invitó.
____–Quiere decir que sos un Vendedor de Sonidos –dijo Sebastián, desconfiando.
____–Pues sí, y creo tener algunos que te interesarán –dijo el hombre metiendo la mano en la bolsa.
____Sebastián se acercó. El estado de abandono del hombre era alarmante. Su barba de varios días y su falta de aseo lo hacían un pordiosero. Luego de hurgar en el interior de la bolsa de arpillera sacó una pequeña caja de cristal que alcanzó al niño. Este la observó detenidamente.
____–Acá no hay nada. Esta caja está vacía –dijo expresando descontento ante la posibilidad de una burla.
____–Tienes que quitarle la tapa –aconsejó el hombre.
Sebastián miró sus ojos pícaros y desconfió. Después de darle la vuelta y mirarla a trasluz accedió. Al quitarle la tapa un extraño sonido salió de ella. Volvió a taparla y miró al hombre que sonreía como un niño.
____–¿Qué fue eso? –preguntó.
____–Escucha atentamente el sonido que habita dentro de la caja. No mires la caja usa tus oídos. Ellos tienen que llegar al sonido a la inversa lo hacen los tontos, los que no escuchan.
Volvió a quitar la tapa a la caja de cristal y escuchando atentamente con los ojos cerrados no pudo advertir el sonido, amplificado, de una hoja al caer al suelo.
____–Por lo que veo en tus ojos no lo has descubierto. Ese sonido lo guardé al caer las hojas en el último otoño –informó el hombre.
Sebastián miraba la cajita y le parecía mentira el arte del vagabundo.
____–¿Dónde aprendiste este oficio? –preguntó extrañado.
____–Lo aprendí de mi padre –confió.
____–Parece que tenés muchos más en la bolsa.
____–Sí, ¿quieres escuchar otros? –sugirió el Vendedor de Sonidos.
____–Me gustaría –dijo Sebastián con entusiasmo.
____Revolvió en el costal una vez más y sacó otra cajita. Sebastián prestó atención.
____–Es un aleteo –dijo al cabo de unos segundos.
____–Muy bien, es el aleteo de una mariposa –completó el hombre.
____–¡Genial! –exclamó el niño– ¿Cómo marcha tu venta? –preguntó sin entender como tan maravillosa mercancía no lo había hecho rico.
____–En esta maldita Aldea muy mal. No me respetan en absoluto. Yo soy un artista que estos aldeanos no consideran. Vienen a mí con pedidos ordinarios y burdos. Me piden ruidos estridentes y no los bellos sonidos que consigo guardar con mi arte. Piden eructos, carcajadas, pedos, o la cerveza cayendo en el interior de un vaso, o chiflidos agudos que dañan los oídos y muchos desagradables ruidos más que yo no tolero y me ponen nervioso –explicó dolorido el Vendedor de Sonidos.
____Sebastián buscó una moneda en el bolsillo de su pantalón y se la extendió al hombre.
____–Quiero comprarte un lindo sonido. Elegímelo vos. Pero quiero que sea el mejor –dijo Sebastián.
____Los ojos del hombre se iluminaron y su sonrisa fue creciendo hasta llenar su cara redonda. Sus manos buscaron ávidas por unos momentos en el interior del costal. Al fin sacó una caja un poco más grande que las dos anteriores. La miró con dulzura, la acarició y se la alcanzó al niño.
____–Guarda tu moneda. Deseo que sea un regalo –dijo el Vendedor de Sonidos.
____El sonido fue confuso y agradable. Muy suave, casi un susurro. Reconfortaba escucharlo. No podía descubrir de qué se trataba pero era tan maravilloso que casi no importaba saber su origen. Parecía la conjunción de muchos sonidos que tenían un destino común. No estaban elegidos al azar sino que eran la sabia elección y combinación de los sonidos más bellos. Sebastián se sintió tan bien escuchándolo que miró los ojos mansos del Vendedor de Sonidos y le dijo:
____–Es el sonido más lindo que escuché. Pero no puedo saber qué es.
____–Ese es el sonido de la Paz –confesó sonriente cuando dos Gríseos de enorme talla se pararon a ambos lados del estandarte rojo. Uno hizo sonar un cuerno.
____–Se leerá el Edicto del día, –dijo el Vendedor de Sonidos– esconde pronto la caja de cristal. Los soldados no deben descubrirla.
____Del llamado del cuerno comenzaron a aparecer diversas formas que se acercaban lentamente. Surgían de la niebla como espectros y se congregaban frente a los Gríseos. Al cabo de unos minutos de espera uno de ellos extendió un rollo de pergamino y con potente voz leyó:
____–A los habitantes de la Gran Aldea del Sud, a los 25 días del mes de Septiembre del Año de Nuestro Señor de 398, el Excelentísimo Prorena comunica que dentro de dos días se hará el gran combate en el marco de los Juegos Marciales. Dicho evento enfrentará a la Criatura de los Bosques y al Saurio Real en las Arenas del Reñidero Municipal.
____La gente en su mayoría se mostró jubilosa por la noticia de la pelea tan esperada por todos. Muy pocos se mostraron serios y disconformes. Entre esos rostros Sebastián pudo advertir al del Vendedor de Sonidos que se alejaba con su costal al hombro.


© Gustavo Prego


10 de agosto de 2010



____Los soldados fijaron al muro blanco el Edicto y se retiraron marcando el paso. Al pie del mismo la gente advirtió lo que los Gríseos no leyeron. La entrada más barata costaba cinco monedas. La alegría duró poco. Era gente muy humilde y la entrada era demasiado para ellos. Sólo podría asistir un privilegiado sector de la Aldea que sin duda no se encontraba entre esa masa vestida con harapos y en su mayoría descalza.
____Lentamente como fue llegando la gente se dispersó. Sebastián se sobresaltó al descubrir a los Ciegos mezclados sigilosamente. Estaban alertas a algún comentario en contra del poder de la Aldea. El valor de las entradas los había deprimido y se retiraron en silencio. Sebastián se mezcló entre ellos dejando solos a los Ciegos frente al Edicto. Nadie ignoraba que eran espías al servicio de Prorena.
____Ya caminaba solo cuando la niebla comenzó a disiparse. Surgió de ella un conjunto de casas chatas y en su mayoría pobres. El viento que soplaba del norte, frío y cargado de hedor, terminó de arrearla. El cielo, nublado y triste, persistía igual que el lodo bajo sus pies. De pronto ese cielo se oscureció como si la noche hubiese dejado caer temprano su manto. Comenzó a respirarse un aire extraño, los caballos relincharon en los establos y los perros flacos y enfermos que pululaban por la Aldea ladraron desesperados.
____El viento comenzó a soplar desde el norte cada vez a mayor velocidad. Sebastián había quedado en medio de la calle y sentía en el cuerpo el paso frenético del aire.
____–¡Ocúltate pronto! –escuchó el niño y descubrió con asombro que le hablaba un Ombú sombrío que estaba a su izquierda. El viento soplaba cada vez con más violencia y arrastraba en su locura todo aquello que encontraba a su paso.
____–¡Ven, cobíjate en la herida que han abierto en mi cuerpo los hombres! –insistió con desesperación el Ombú.
____Sebastián a poco estuvo de ser arrastrado junto con los techos de las viviendas precarias e infinitas cosas que pasaban volando. Se metió ajustadamente en la enorme rajadura del Ombú.
____–Aquí estarás a salvo del terrible Viento del Norte –dijo el Ombú y su voz retumbó en todo el escaso recinto. La sintió palpitar en la madera carcomida. Sintió también calor. Pudo ver, desde la protección que le brindaba ese sitio, como se desmoronaban las casas.
____Los pobres ranchitos se reducían a escombros que el viento desparramaba en su loco correr.
____–¡Dios mío, destruirá todo una vez más! –dijo el Ombú y Sebastián sintió un estremecimiento que corrió por todo el cuerpo vegetal.
____–¿Me podés escuchar? –le preguntó Sebastián.
____–Puedo oírte, y verte también, con todas las partes de mi cuerpo –contestó el viejo Ombú.
____–¿Qué es el Viento del Norte? –interrogó el niño.
____–¡Oh, el Viento del Norte ha sido por mucho tiempo un gran castigo para nosotros pero nunca como hace dos años!
____–¿El Viento tiene relación con Prorena? –preguntó Sebastián tratando de atar algunos cabos sueltos en esta historia confusa.
____–Mucha y hasta puedo asegurarte que son ellos mismos quienes lo invocan –afirmó el Ombú centenario– Dicen que por medio de los Falsos Hechiceros.
____–¿Y qué pueden hacer ustedes?
____–Nada, no sé puede hacer nada –confesó pesimista, con un profundo dejo de tristeza.
____–¿Y el Viento del Sur? Existe, digo, no sé...
____–Temo que del Viento del Sur nos quede tan sólo el recuerdo de las raras veces que sopló. Cuando lo hacía apenas era una brisa, pero que bello era sentir su presencia. Como reconfortaba nuestros corazones ese airecito tan puro. En su reemplazo tenemos la pestilencia, la frialdad y la destrucción del Viento del Norte.
____–¿Fue él quién ha hecho de toda la Aldea este pantano? –preguntó Sebastián mientras afuera, rabioso, indiferente, corría el Viento del Norte.
____–No sólo él. Ha contribuido el poder de la Aldea que oprime y martiriza a todo lo que tiene vida. Nosotros los vegetales decimos que la vida es todo lo que crece y se renueva y todo lo que crece y se renueva debe ser libre. ¿Sabes acaso en qué estación del año estamos? –preguntó repentinamente el Ombú.
____–Estamos en primavera –contestó Sebastián.
____–¿Has visto algún brote, alguna flor, algún retoño o tan siquiera alguna hoja verde?
____–No –respondió Sebastián.
____–¿Me has visto a mí?
____–Sí, te vi –contestó Sebastián reparando una vez más en la carne carcomida y en el aspecto semimuerto de su cuerpo gris.
____–¿Parece esto la primavera? –preguntó el Ombú bajando la voz.
____–No, tenés razón –reconoció el niño.
____–Entonces debemos encontrar la primavera antes de que todo esté perdido –dijo el viejo Ombú.
____–¿Y cómo hacerlo? –preguntó Sebastián ante tamaña empresa.
____–No sé, yo ya estoy demasiado viejo. Tú debes saberlo, tú eres parte de la primavera –sentenció el Ombú cuando el Viento del Norte cesaba dejando un lastimoso espectáculo en la Aldea.
____–Debes irte, los Gríseos van a salir a ver los destrozos para robarse lo que puedan. No debes fiarte de ellos –recomendó.
____–Gracias amigo Ombú por tu protección –dijo Sebastián a manera de despedida.
____–Adiós amiguito, encuentra pronto la primavera.


© Gustavo Prego


29 de julio de 2010







____Corrió hacia la cabaña saltando escombros y el roto mobiliario de las casas para ver si les había sucedido algo a sus padres. Al llegar la vio erguida y sus temores cesaron. La construcción era lo suficientemente sólida como para soportar los avatares del Viento del Norte. Entró y su cara debió significar algo de todo el horror que había visto por que su madre le preguntó que le pasaba y él murmurando:
____–El viento... destrozó todo, lo oyeron.
____–No, qué viento –dijo el padre.
____–Vengan –invitó a salir el niño– vean.
____Juntos vieron el espectáculo desolador del reguero de cosas dispersas por las calles. La gente apuntalaba con troncos mohosos las paredes que no habían caído. Y con una resignación admirable se disponían a reconstruir lo que había quedado en pie de sus casas. El padre acarició la cabeza de Sebastián que estaba absorto ante el cuadro que veían sus ojos.
____–Por suerte esta cabaña está bien construida –comentó la madre aterrada.
____Entraron y Sebastián pidió salir una vez más lo que ocasionó una discusión entre sus padres por que uno dijo que “sí” y el otro que “no”. Al fin prevaleció la opinión de su padre. Dijo que “lo peor había pasado” y tras promesa de no meterse en ningún lío lo dejaron salir. Así que guardó la caja de vidrio con el sonido que le obsequiaran y salió.
____Caminó hacia el oeste por una callecita donde el Viento del Norte había castigado con dureza. La gente amontonaba sus cosas o lo que juzgaba suyo o lo que oportunamente hacía suyo en el predio donde un montón de escombros denunciaba que allí, minutos antes, estuvo en pie su vivienda. La niebla no tardaría en cubrir nuevamente la Aldea. Había un sinfín de objetos semienterrados en el fango de las calles que el Viento del Norte trajo desde otros lugares en su dañina carrera. Una olla tiznada, un techo arrancado prácticamente entero, una silla, ropa, una bota, papeles y muchas cosas más.
____Cuando llegó a la esquina observó que la gente venía corriendo hacia él doblando a toda carrera. Sebastián debió hacerse a un lado pegando su espalda a una pared que milagrosamente había quedado en pie. Desde allí observó por qué del miedo de todas esas personas que huían. Con un enorme carro tirado por bueyes aparecieron unos Gríseos juntando las cosas útiles que encontraban a su paso. La mitad de ellos estaban concentrados en esa tarea. La otra mitad con ballestas y con grandes lagartos, que llevaban de una cadena, amenazaban a la gente. Los lagartos, de unos tres metros de largo, tiraban tarascones violentos, mortales. Eran pateados y maltratados, por los Gríseos que los conducían, para que obedezcan las órdenes. Sebastián quedó perplejo. De a poco se fue alejando pegado a la pared sin quitar sus ojos de los soldados. Su espalda y las palmas de sus manos rozaron la superficie áspera de la pared hasta avanzar unos metros. Luego caminó normalmente distanciándose progresivamente de los Gríseos. Pero al dar unos pasos más debió detenerse ante la figura de uno de ellos que le apuntaba con una ballesta.
____–No puedes circular por aquí –dijo el Gríseo– Por esta vereda no se puede pasar.
____Sebastián alzó los ojos y leyó un gran cartel que decía MATERIALIZADOR DE SUEÑOS.
____–¿Materializador de Sueños? –preguntó. Su curiosidad fue más grande que su temor al soldado.
____–Sí –contestó el Gríseo– por lo que veo eres forastero –agregó con brusquedad.
____–Pero, qué es el Materializador de Sueños? –insistió en lugar de alejarse que es lo que hubiese hecho cualquiera con un poco de sentido común.
____El Gríseo lo miró con fastidio y cuando se disponía a despacharlo, por detrás de su enorme cuerpo, se deslizó la figura de alguien. Salió por la puerta entreabierta del salón donde, decían, estaba el Materializador de Sueños. El Gríseo percibió el paso sigiloso del hombre detrás de sus anchas espaldas. Pareció turbarse por ello. Tartamudeó, carraspeó, desprendió el botón del cuello de su uniforme, e intentó una pobre explicación. El hombre de escasa talla siguió agachado y escondiendo algo que llevaba apretado contra su vientre. Al llegar a la esquina dobló hacia la derecha. Los ojos del Gríseo mostraron desesperación a medida que siguieron el trayecto huidizo del hombrecillo. Sebastián comprendió que existía un complot deshonesto entre ambos ya que el soldado debió quitarse el casco para secar su sudor que chorreaba a mares. Luego trató de mostrarse efusivo. No tanto por disimular la situación, demasiado evidente, sino por que temía que en su condición de testigo fuera a acusarlo de no cumplir con su tarea. Sebastián pasó por alto el hecho y el gigantón respiró aliviado. La demanda de información acerca del aparato que estaba del otro lado de la puerta de madera de dos hojas fue inmediata. Aprovechó el agradecimiento implícito del Gríseo para sonsacarle datos de la milagrosa máquina que vigilaba con tanto celo.
____–¿Para qué sirve el Materializador de Sueños?
____–Oh, era un invento que tuvo mucha aceptación en la población antes que el Excelentísimo Prorena tomara el poder y lo clausurara –dijo el Gríseo esquivando la respuesta a la pregunta.
____–Sí, pero no me decís para qué servía, o tengo que preguntárselo al sospechoso que salió de allí adentro con algo que puede ser robado sin que le hayás...
____–No, no, no hace falta –dijo el soldado poniéndose más pálido de lo que era– yo trataré de contarte lo que sé. El Materializador de Sueños servía y entiendo que sirve –calló y miró a ambos lados– para ayudar a hacer realidad los sueños de la gente.
____–Así de fácil –dijo Sebastián que no estaba satisfecho.
____–Voy a tratar de ampliarte más sobre el asunto. La gente venía a este mismo local y tras pagar una suma equis usaba la máquina. Es una cabina en donde la persona se introducía y al cabo de unos minutos salía con sus sueños...
____–Un momento, a ver si entendí –interrumpió Sebastián– querés decir que venía un buen señor y deseaba un reloj de pie para su casa y salía con el reloj bajo el brazo luego de esperar unos minutos –dijo incrédulo.
____–No, si bien se llama Materializar de Sueños no servía para la materia. Hubiese sido mejor llamarlo Realizador de Sueños. Su función estaba limitada al espíritu. La máquina sólo hacía rica a una persona espiritualmente –aclaró un tanto nervioso el soldado en blanco y negro.
____–¿Y por qué se clausuró siendo un invento tan maravilloso? –preguntó Sebastián. Era la parte que no lograba entender de todo esta historia.
____–No sé –dijo el Gríseo con tristeza– lo dispuso el Excelentísimo Prorena y como tal hay que aceptarlo.
____De pronto el rostro del gigante gris palideció mortalmente y en sus ojos se dibujó el miedo.
____–¡Debes irte pronto! –dijo mientras cerraba la puerta que había quedado entornada. Sebastián miró hacia el este y divisó a una patrulla de Gríseos que venía por la calle.



© Gustavo Prego



30 de junio de 2010






____Los Gríseos, aproximadamente unos diez, se acercaban marcando el paso. Llevaban dos enormes lagartos que avanzaban con pereza. Sebastián caminó con lentitud hacia la esquina. Tomó a la derecha y se escondió en un umbral. Esperó un buen rato allí hasta asegurarse que los soldados con sus mascotas siguieran su camino.
____Cuando se disponía a salir de su refugio una violenta explosión lo sobresaltó. En un estrépito de vidrios vio como una persona salía despedida por una ventana.
____Sebastián corrió hasta el cuerpo que yacía inmóvil en medio de la calle. Al llegar vio que el hombre sonreía, como divertido de lo que acababa de suceder.
____–¿Te encontrás bien? –le preguntó Sebastián preocupado y extrañado por la estúpida sonrisa que mantenía el hombre en su quietud en medio del lodo.
____–Oh sí, sí, creo que bien –dijo poniéndose de pie y palpándose con sus pequeñas manos los costados de su cuerpo. Los vidrios de sus anteojos estaban astillados y su cara toda tiznada. Un dolor intenso en la cintura le impedía enderezarse.
____–Tenés que ver a un médico –sugirió Sebastián sin saber qué hacer.
____–No hace falta, ya estoy acostumbrado, es la cuarta explosión de este tipo que va de la semana.
____–Deberías tener más cuidado entonces...
____–Bueno... son riesgos que corremos los alquimistas –dijo el pequeño hombre con orgullo.
____Sebastián lo miraba con curiosidad. Cuando el accidentado se alejó unos pasos, encorvado y tomándose la cintura hacia la ventana rota, pareció reconocerlo.
____–Un momento, yo te he visto hace un rato saliendo del Materializador de Sueños.
____–¡Sssshhhh, cállate! –giró con rapidez llevándose el dedo índice a su boca olvidando su dolor. Miró la calle desierta y se tranquilizó. Ya sus explosiones no alarmaban a nadie.
____–Ven –dijo el hombrecillo un tanto molesto– hablaremos dentro.
____Entraron a la vivienda y Sebastián vio el desastre que había producido la explosión.
____–Pasa, caramba... tendré que ordenar nuevamente mi laboratorio –dijo con un tono resignado.
____–Yo te puedo ayudar si me contás qué fue lo que ocasionó la explosión –dijo el chico. El Alquimista lo miró con desconfianza.
____–Es un secreto –dijo con parquedad.
____–Yo puedo guardarlo –dijo Sebastián con seriedad.
El hombre meditó un momento. Analizó la situación. En especial temiendo que el niño lo vaya a denunciar por lo del Materializador de Sueños.
____–Pero al saberlo corres peligro, Prorena puede arrebatártelo y...
____–Sé guardar un secreto –cortó con firmeza. Desestimó las sugerencias del Alquimista que querían acobardarlo. El hombrecillo de ciencia caminó en círculo por el pequeño espacio del laboratorio. A cada paso debía levantar un pie para no pisar los destrozos. Al fin se detuvo con una sonrisa. Se quitó los anteojos rotos y mostró unos ojos claros y vivaces.
____–Algo me dice que puedo confiar en ti y eso es bueno, por que necesito confiar en alguien –dijo mirando a Sebastián a los ojos.
____–¿Nos ponemos a trabajar? –invitó el niño con una sonrisa.
____–Sí, traeré una escoba –dijo el Alquimista.
____El laboratorio era una habitación repleta de cosas. Había una mesa muy grande contra una ventana que ahora estaba rota; una cama pequeña debajo de una estantería colmada de libros escritos con una letra muy rara. Había un par de sillas y elementos de laboratorio en su mayoría destrozados por la explosión.
____–Bien –dijo el hombrecillo– manos a la obra.
____–Me vas a contar qué ocurrió –pidió Sebastián juntando los trozos grandes de vidrios de la ventana.
____–Oh sí, sí, el motivo de la explosión fue una Verdad–Falsa –dijo con total naturalidad mientras observaba con pesar la vasija del mortero que se había roto.
____–No entiendo –dijo simplemente el chico.
____–Sabía que no entenderías, para ello debo explicarte mi descubrimiento –anunció el Alquimista.
____–Adelante –pidió Sebastián– escucho.
____–¡Yo he descubierto el método para purificar la Verdad! –dijo e hizo una pausa para ver si lo dicho producía alguna sorpresa en el niño. No fue así, Sebastián esperaba algo más.
____–Para ello –continuó– debo primero, y es aquí donde tu estas de testigo, usar el Materializador de Sueños...
____–Pero el Materializador de Sueños está clausurado...
____–Bueno... es cierto... sucede que todo guardia, y más si es un repugnante Gríseo, es vulnerable mediante un pequeño soborno, no sé si me entiendes –dijo el Alquimista–. Como te decía, usando esa maravillosa máquina, con algunos ajustes míos, logro materializar una Verdad y consigo esto –alcanzó una cesta de mimbre y se la mostró al niño.
____–Son piedras –aseguró éste.
____–Parecen piedras, pero no lo son, son Verdades, lo que sucede es que las ves en su estado impuro. Mi objetivo es limpiarle las impurezas y liberarlas.
____–¿Cómo lo hacés? –preguntó Sebastián interesado en el descubrimiento.
____–Pues, allí es donde interviene mi método –dijo con un tono triunfal el Alquimista–. Tomo la Verdad en su estado tosco y mediante mi método científico la logro purificar hasta llevarla a su más alto estado puro que es el gaseoso.
____Sebastián miraba extrañado.
____–Observa –continuó el Alquimista con entusiasmo alzando la canasta– entre ellas existen algunas Verdades que son falsas. Cuando esa Verdad es expuesta a los distintos procedimientos de mi descubrimiento explota. Hay Verdades–Falsas muy arraigadas que se niegan a ser extirpadas y son tan potentes que al reaccionar producen explosiones como las que viste. Mi método es implacable. Sólo perduran aquellas Verdades verdaderas.
____Sebastián no sabía qué decir. Asimilaba todo pero algo no le cerraba en esa historia.
____–Ven –dijo el hombrecillo advirtiendo el embotamiento del chico –aquí guardo una Verdad en su estado puro.
____Sacó un frasco que tenía oculto entre unos libros de la estantería y en cuyo interior se veía un gas inquieto color verde.
____–¿Qué Verdad es ésa? –preguntó mirando el gas del interior del frasco de vidrio.
____–Esta Verdad nos habla sobre la libertad de los hombres; que todo hombre debe ser libre –dijo con emoción el Alquimista.
____–¿Y por qué no la soltás? –sugirió tímidamente Sebastián entendiendo la magnitud de la tarea del pequeño gran hombre.
____–No, todavía no puedo hacerlo. Aún falta parte de mi tratamiento. Debo suministrarle los aditivos vitamínicos necesarios para que pueda sobrevivir a las terribles condiciones de estos tiempos y llegue sana y fuerte a todos los hombres y les perfore la conciencia. Por eso esta tarea es más importante que la Panacea Universal, el Elixir de la Vida Eterna, la Piedra Filosofal o la mutación del plomo en oro en que pierden el tiempo mis colegas. Debemos nosotros los científicos rescatar la Verdad tan estropeada y casi sin vida e imponerla, diría con prepotencia, a todos los hombres de la tierra y especialmente a todos los dictadores de esta lastimada tierra.
____Sebastián quedó tan impresionado que sin querer había llevado el frasquito donde se guardaba ese tesoro al corazón y lo tenía bien apretado.
____Fue ardua la tarea de dejar presentable el laboratorio. La tarde llegaba a su fin.
____–Debes irte –dijo el Alquimista– ya es tarde y tus padres estarán preocupados.
____–Sí, voy a venir a visitarte muy pronto –dijo Sebastián.
____–Me parece muy bien, ven cuando gustes –dijo despidiéndolo.
____Sebastián se dirigió hacia su casa y sintió en todo el cuerpo el cansancio de un día muy particular y que no olvidaría en toda su vida.



© Gustavo Prego



16 de junio de 2010







____Después de bañarse en una tina desbordante de agua caliente se sentó a la mesa donde su padre lo miraba con el ceño fruncido. Sin darse por aludido dominaba el sueño mientras esperaba la cena.
____–Mañana tendrás la salida prohibida –dijo finalmente bastante molesto.
____–No es posible que andés todo el santo día por allí y nosotros preocupándonos –acotó la madre desde la cocina verdaderamente enojada.
____Sebastián procuró no decir palabra alguna y aceptar los retos. Por un lado por que todo lo que podría decir arruinaría más su situación y por otro por que sus padres tenían razón. Él se había abusado.
____A pesar del sueño tenía un gran apetito y se devoró dos platos de polenta que había hecho su madre con mucho queso y mucha salsa.
____–¡Rica la polenta con pajaritos! –bromeó súbitamente su padre, para romper con esa situación tensa generada por el enojo. Sebastián dio un salto en su silla al escuchar mencionar pájaros. Sorprendió a su padre con esa actitud. Tuvo que pasar a explicar el origen de esa frase y aclarar que se trataba de una chanza. Pero a Sebastián le vino a la memoria, en un torrente de palabras e imágenes, toda la cruel realidad de la Aldea que sus padres ignoraban.
____–Bueno, bueno –interrumpió su padre viendo el rostro serio de Sebastián creyendo que estaba acongojado por la reprimenda– a dormir que ya es tarde y hay que estar vigorosos mañana.
____La madre tenía lista una lámpara de aceite para Sebastián. La tomó con mucho cuidado y se alumbró el camino a su habitación. Como la temperatura había disminuido de manera considerable dos colchas gruesas lo aguardaban sobre las sábanas. La habitación que sus padres dispusieron para él había sido la de su Tía. Era amplia y modesta. Sus padres dormían en una contigua, más estrecha y que tenía dos camas. No le desagradaba la cabaña pero notaba que le faltaba algo. Tal vez relacionado con el tiempo que estuvo deshabitada.
____Colocó la lámpara sobre su mesa de noche y se metió en la cama. Sintió las sábanas almidonadas y las mantas ligeramente pesadas como a él le gustaba. De un fuerte soplido apagó la débil luz de la lámpara sumiendo a la habitación en la más completa oscuridad.
____No tardó en dormirse, aunque no profundamente. El cansancio y los sucesos del día y probablemente los dos platos de polenta le trajeron pesadillas horribles que lo despertaban a cada rato. En una de esas tantas veces que despertó le pareció oír ruidos extraños cerca de la cabaña. Sin más saltó de la cama cubriéndose con una manta. Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad. No necesitó de la lámpara para llegar al comedor donde estaba el hogar quemando los últimos pedazos de madera. Caminaba descalzo sin hacer el menor ruido para no molestar a sus padres y para oír bien lo que provenía de afuera. Sus oídos ubicaron algo en la puerta de entrada de la vivienda. Se acercó lentamente a medida que el extraño ruido aumentaba. No era otra cosa que el olfateo de unas poderosas narices, de un gran hocico. Fue a la ventana que daba a la calle y descorrió unos centímetros la cortina. Divisó con estupor que unos Gríseos llevaban de unas gruesas correas a enormes perros de color negro como la noche y que tenían ojos que brillaban como el fuego. Estaban olfateando casa por casa buscando sabe Dios qué cosa. Por suerte pasaron de largo. Y como un relámpago recordó lo que le contara el Guardián de la Naturaleza. Se trataba de los Perros de la Noche, negros como el carbón y con ojos de fuego. Corrió a su cama y se tapó hasta la cabeza. Parecía que todo el miedo que no había sentido durante las aventuras del día se le juntaba de golpe. Le pidió con fuerzas a Dios que los Gríseos con los Perros de la Noche no entren en ninguna casa de la pobre gente de la Aldea.
____Con ese ruego se quedó dormido.


© Gustavo Prego



12 de junio de 2010





____Despertó a un nuevo día tras un sueño inquieto. Las pesadillas lo acosaron toda la noche. La oscuridad de la amplia habitación cedió ante la pobre luz que entraba de otro día neblinoso y triste. De la cocina llegaba un sabroso olor a tostadas y a café. También las protestas de su madre por el día horrible, similar al de la víspera.
____Dejar las cobijas calentitas y salir al ambiente frío fue para Sebastián muy desagradable. El calor del hogar aún no había alcanzado su habitación que era la más lejana y espaciosa de la casa. Se vistió con premura para estar el menor tiempo posible expuesto al frío húmedo de esa mañana. Cuando llegó el turno de su calzado descubrió con fastidio que los había arrojado debajo de la cama. Las respectivas medias estaban dentro de cada zapato.
____Pisar descalzo el suelo, que seguramente tendría una temperatura bajo cero, requería de un valor y arrojo que los pies de Sebastián no tenían a esa hora de la mañana. Así que, colgando con medio cuerpo del borde de la cama, hurgaba afanoso con su brazo estirado la superficie secreta del suelo. Iba palpando el piso de madera, oculto bajo la cama, en franca búsqueda. La escasa luz de la mañana no llegaba hasta allí como si la noche fuese a cobijarse debajo de la cama durante el día. Con sorpresa encontró que de las uniones de las maderas que formaban el piso salía un airecito tibio. Algo así como si el calor del fuego del hogar entrase por allí en lugar de hacerlo por la puerta.
____–¡Qué raro! –dijo saltando descalzo sin miramientos– aquí el piso está helado y debajo de la cama sale aire caliente.
____No quedaba más que correr la cama. Así lo hizo utilizando todas sus fuerzas y descubrió una puerta de acceso a un sótano. En uno de sus extremos tenía un agujero con los bordes gastados. Sin duda, en ese sitio, tuvo una argolla o algo que permitiera jalar. Trató de levantarla con sus dedos pero fue inútil. El polvo y el tiempo la habían sellado.
____–Voy a tener que conseguir algo para levantar la tapa –se dijo ansioso por saber que había debajo. Salió de la habitación y se encontró con el largo cuerpo de su padre que se disponía a entrar.
____–Buenos días, iba a despertarte para desayunar –dijo el padre sonriente sin reparar que estaba la cama fuera de lugar.
____–Ahora voy –dijo Sebastián.
____–El desayuno está servido, no te demorés.
____Sebastián entró en su habitación, colocó la cama en su lugar y fue al comedor por su desayuno. Ya vería la forma de abrir esa tapa. Con un buen café con leche y tostadas con manteca y miel se le ocurrirán las más fantásticas de las soluciones.
____La madre mostraba un fastidio más que elocuente debido al feo día. Había llegado con muchas ganas de pasear. De pasar el día en el campo. Y todo ello se veía frustrado por el espeso manto de niebla.
____Desayunaron en silencio y Sebastián lo hizo lo más rápido posible para retirarse pronto a su habitación.
____–¡Terminé! –dijo triunfante– voy a mi habitación.
____–Te recuerdo que la salida de hoy está prohibida –dijo su madre.
____–Sí, mamá.
____Corrió a su habitación. A mitad del trayecto recordó que necesitaba algo para abrir la tapa y dobló hacia la cocina. Buscó en los cajones pero no encontró nada lo suficientemente fuerte. Volvió al comedor donde sus padres terminaban de desayunar. Cuando iba a pedirle ayuda a su padre vio con alegría que a un lado del hogar estaba el atizador. Un largo listón de hierro. Era justo lo que buscaba. Se las arreglaría solo. Sin ser advertido por sus padres que habían comenzado una charla amena tomó el atizador y disimuladamente se escabulló en su habitación.
____Movió la cama dejando al descubierto una vez más la puerta misteriosa que conduciría a algún sitio aún más misterioso. La imaginación de Sebastián viajaba a una velocidad inusitada. Procuró hacer el menor ruido posible para no delatarse. Metió el hierro delgado y largo en el orificio y se afirmó a él. La tapa cedió produciendo un crujido. Pudo separarla de su marco y meter el pie para que no se cerrara. No era tan pesada como parecía. Finalmente pudo hacerla a un lado.
____Lo primero que vio fue una escalera que se hundía en la poca luz del interior. Bajó despacio. Tanteaba con cuidado el estado de los escalones de madera. Cuando hubo descendido buena parte de los escalones prestó atención al interior casi tan iluminado como su habitación. Contuvo un grito de felicidad. Ante sus ojos aparecía lo más maravilloso que había visto hasta ese momento en la Aldea. Todo el sótano, de las mismas dimensiones de su habitación, era una Biblioteca. Sus paredes, del piso al techo, estaban cubiertas de libros. No tardó en darse cuenta que buena parte de ellos trataba sobre pájaros. La luz provenía de dos claraboyas que estaban junto al techo con vidrios de un blanco lechoso. A Sebastián le recordó los ojos de buey del barco que los trajo a la Aldea.
____En el centro de ese recinto había una mesa con dos sillas y sobre ella un libro muy grande, un tintero seco con una pluma de ave adentro y una lámpara de aceite. Sebastián, sin saber por donde empezar, tomó al azar un libro. Era un libraco grande y pesado que se titulaba “El vuelo de los pájaros”. Estaba lleno de ilustraciones y grabados muy antiguos. Se ubicó en la mesa, en el centro de ese universo maravilloso, y comenzó a hojear las páginas amarillentas. Los dibujos eran admirables pero debido a la escasa luz de las claraboyas se hacía muy difícil apreciarlos. Iba a tener que acondicionar la lámpara. Seguramente no funcionaba por su falta de uso. Además el depósito de combustible estaba prácticamente vacío. Colocó el libro en su lugar y tomó otro titulado “El armonioso canto de los pájaros” y pensó en regarlárselo al Guardián del Bosque.
____La gran curiosidad de Sebastián lo llevó al libro que estaba sobre la mesa. Descubrió que se trataba de un diario llevado por su Tía abuela. El diario se cerraba hacía un tiempo de una forma abrupta. Su escritura revelaba temor por algo incierto que se avecinaba. Algo terrorífico y nunca visto. La palabra muerte era repetida como sinónimo de eso que de golpe cubrió de dolor a toda la Aldea. Sebastián cerró el libro y murmuró:
____Prorena.
____Tuvo la extraña sensación, como la vez anterior en la niebla, de que lo vigilaban. Esta vez no eran unos ojos de fuego, sino una presencia. Algo que rondaba por allí. Abandonó la Biblioteca llevándose el libro que le regalaría al Guardián de la Naturaleza. Colocó la tapa de madera en su sitio. Lo mismo hizo con la cama. Guardó el libro en su mochila. “Ahora debo esperar la oportunidad para ir al Bosque y ver a la paloma”.


© Gustavo Prego