31 de enero de 2011

Canto al dedo gordo del pie

Arturo Frutero


Ya que no tu gordura, tu belleza,
Tu adecuación perfecta, tu armonía
Connatural y antigua,
Canto.

Más allá de la planta, en el confín del pie,
Que es también una forma de ser primero,
Se asienta tu realeza.

Maravilloso es el pulgar.
Y justa la teoría plural de los halagos,
Pero entre los dedos tú eres el hércules,
El dedo y el dedazo entre todos los dedos.

Nadie sabe de ti.
¿Quién te recuerda, allá, por la memoria?
¡A ti, seguro norte!
Y esta noche, bajo un cielo que hiere los ojos
Y regocija el alma con el polvo de diamante
Que aventa la vía láctea,
He oído tu mensaje silente y rotundo.

¡Nadie sabe de ti! De ti, seguro norte
Por estas calles del mundo.
Digo estas calles iguales y diversas:
La calle prieta de silencios y de ecos
En el aire denso del invierno,
Dibujado su aire con la isocronía
De la marcha rítmica y sonante.
Y la calle poblada de voces y de luces,
La calle bullanguera y trasnochada
De los días estivales.
Y esta calle de primavera, fresca y clara,
Con un aire no más espeso ni más denso,
Ni muy ligero ni muy enrarecido,
En que tú afirmas mi equilibrio de peatón
Y otorgas la solvencia vertical de mi volumen.

Seguro norte al través de las calles de la ciudad,
Seguro norte al través de los caminos del mundo,
Más elegante o menos apolíneo.
Enhiesto o apenas torcido,
Eres toda la geometría del pie,
Puesto que en ti culmina,
Y a él le otorgas la fuerza y la prestancia.

Bien que antigua,
Tuya es la virtud de la modestia.
Al olvido consagrado se une el evento
En que se ofrece tu desnudez.
Demarcando el perfil de la alpargata,
Holgando en la red de la sandalia,
Y oculto en la armazón de cuero del zapato,
Si no irrumpes junto a la risa del agua,
O provisor te señala la inocencia de los niños,
Tan solo en la pobreza y la miseria de los pueblos
Te exhiben en la plenitud de tu figura.
Tuya es la virtud
Porque la violeta es pequeña y de suyo gratuita su prez,
Mientras tu robustez
Bien alto proclama tu recato.

No es que pretenda erigirte en cartabón,
Ni pronunciarte paradigma incomparable,
Pues ahí, muy breve, está el mundo soberbio de la planta,
Y allende, la escultura soberbia de la pierna
Sosteniente las furias del sexo.
Pero sí oponer tu conocimiento vivo
A la fábule idiota y al mito exasperado.
Enfrentar quiero con tu exaltación
La búsqueda infructuosa del ave legendaria,
Certificando la proximidad de la dicha
En la gustación de las delicias más íntimas.

Tu sencillez alcanza a tu eficiencia,
Y en la historia natural de la especie
Acaso sea comparable tu advenimiento
A la rueda y el fuego para la gesta humana.
Todos parejos en lo simple y lo grande,
Todos gemelos de puro inadvertidos,
Y pues que necesarios e ineludibles, transcordados.
En tu feliz desempeño advierto la armonía realizada,
Y tu ejemplo pregusta la futura y más amplia armonía
Del hombre y su contorno,
La belleza de una vida lograda, ahíta de estetismos,
Y sí gozosa de libertad cabal y plena.

La vida nos ha apartado de la vida,
Pero está pronto el día de tu loa segura,
Cuando la vida nos devuelva a la vida.



1939

28 de enero de 2011

Ariel Castillo - Poesía



Rumor

Sólo mientras no te olvide
arderá el sol aquí
entre el gesto otoñal.
Reverdezco en la costura del rocío
que balancea este amor
y en un rastro de alcohol
siempre hallarás soledad.
Emborracha más esta tristeza
que la espuma que se va.
Ya ves
no existen sucursales
en lo profundo del corazón.
No pidas un rumor de anochecer
tan sólo resguarda aquel color.
Al derrumbarse mi piel
la acera nos filtra su rueda,
rueda que oxida en dolor.
El mar regresará
al extremo del sol
donde la ausencia
cae enferma de amor.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 2 - 9/1991



O

O acaso el viento
conoce cuánta humedad
habita en la piel
de una mano de mujer
para engañar así
a aquellas ventanas
a aquellas puertas
que se descascaran
en silencio,
sin estallar
ni escapar a tanta ausencia.
O acaso
ya han escapado
ocultándose en la humedad
que habita en la piel
de una mano de mujer.
O acaso
sólo son imágenes
que adquieren presencia
ante nuestros ojos
cuando la mirada
se nos espanta del presente.
O acaso
sólo vemos un millar
de no-lugares
de inexistencias,
de fugas
y convivimos con un vacío
que se reviste real.
O acaso
esos gritos,
esas llamaradas
son tan sólo el eco
de nuestros cuerpos
que apenas soportan el mundo
con los ojos
de esas ventanas
de esas puertas del ayer
que asoman su rostro
por una falsa cortina del presente.
Y el mañana
que registra
quién lo resiste
desde qué lugar
desde qué no-lugar.



Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 3 - 10/1991
Mágicamente

El frío de estos días
amontona mi delgadez
y entre telas de hollín
acentúa este extravín
pequeña musa
apenas asoma el sol
las tibias paredes
cubren esta esquina
pasa un tren cargado de niños
y sin forzarlo estás tú
inventando estaciones
más otros paisajes
desterrando mi razón
que a cada segundo abre aquel reloj.
Tengo la mirada secuestrada
por tu sombra, corazón
y sin pensar
mágicamente
cruzas la acera
como un ave tras su sumergir
alteras mi voz, todo es apuro
despistas tu nombre
hasta el terraplén
retazos de cuadras
y calma de tren
atropellando tu piel
todo es fugaz
esperas cualquier línea
te detienes, y al llegar
te vas
como el ayer
tan pronto
te vas.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 4 - 11/1991
Sombra

Bosquejo cruel de anochecer
los once ventanales acunan los rocíos
que raspan mi soledad, dejándome ver
sólo esa cortada arrasada de frío
temblando destejo cenizas de azul caracol
y ocultan sus muecas las letras
cual paso de sombra chorreada en rincón
desmayado, rueda mi sangre sin ascensor.
Cruzando el tobogán de la ciudad
se hamaca la tristeza sin final
los versos metrallan retazos de ilusión
y tres niños soportan el país en las esquinas
fumándose a Kafka con un porrón.
Quizás aquella cinta pegada a tu piel
desmaye aturdida al caer la estación
y el más agrio licor del dolor
dispare su acordeón que en tus ojos
resquebraja los tinglados oxidados de este amor.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 6 - 1/1992
Retazos

Hace días
las sombras enceguecen de sal.
Tan sólo las tres
todo ya atardeció.
Teñidas estrellas ocultan
su color de caracol.
Aquí
la tristeza zurce arenas
al rocío del dolor.
Un puente de otoño
trajo la humedad de tu piel
al espiral ausente de este tren.
La calle tuerce el cordón
donde descansan barcos
tocados de ausencia.
Hay una esquina azul
que hamaca tu adiós.
En esta estación
voló ya el licor
y al tropezar el ayer
la acera desmarca tu mirar.
Llovizna toda la ciudad
con sus ruedas de agonía
y al escapar por las ventanas
los escombros fosforecen
avenidas que regresan
con su gris melancolía.
Siento entre mis ojos
el paisaje que arrastra la soledad
estirando sus llamas al mar.
Donde cien crucigramas
esconden la acuarela de tu amor.
Quizás
sólo exista el temblor
que empaña palabras
descuidadas de sol.
Tengo un laberinto
en el silencio que desmaya
y al amanecer
tu amor regresa en el viento
y tan sólo siento
las cuerdas que arrastran el mundo
con todas las lluvias
e inundan el valle
que espeja tu gris corazón.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 8 - 3/1992
Aquí y allá

Cesa el tránsito, cortado
liviana luz de esquina
sucia arena de juegos
ingenuo tallo bajo el gas
rojo, rosa, naranjo soleado de luces
algunos corren en su retorno
otros aceleran al llegar
siempre, constante caminar
dos ancianos amarrados en arrugas
arco iris a vapor, al borde
todos y un cartel
tus ojos y el desorden de pensión
cielo sin confín para esperar
mesa, columna, vidrio
aquí y allá
trazos sobre sí buscando lunas
nadie llega en los desiertos
del ruido y la humedad
incoloro corazón, dame tu piel
algún rastro de tu edad
los giros de tu canto me acuestan
como el crujir del mundo en las estrellas
veo disparar t reel
hacia el fondo de mis ojos
transportes cargados de soledad
y a fin siempre, siempre
necesitamos recordar
aún el desborde
y la oscuridad.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 8 - 3/1992
Llamaradas

Abandonar tus ojos
es dejar una huella
supurante de sombra
inclinándose en un abismo
que des-contiene al cosmos.
Abandonar tus formas
es incendiar la vastedad
que entre-abre la luna
al vestirse de amanecer
para desorientar su desnudez.
Abandonar la sensual obscenidad de la sangre
es olvidar estremecerse
es contenerse en un atajo
que presagia una cerradura blanda
desmayándose sobre un desierto apagado.
Abandonar tu amor
es esquivar las manos de un niño
ardiendo sin descanso a la intemperie
es procurar colorear un vuelo
con la voz velada
es abrigarse con una frazada de nieve
en la profundidad de una noche sin Dios.
Abandonarte
es abandonarme
al gatillo lacerante de la razón.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 10 - 5/1992
A través de las escaleras

Los hombres
contienen siderales huecos
en sus mentes
Huecos negros
como pozos negros
como aljibes calcinados del otoño
Huecos que bordean
Algunos los contemplan
con ojos rebosantes de pavor
Otros estiran un paso
y paralizan su impulso
Algunos retroceden
y petrifican sus cuerpos
Otros se caen
y sólo algunos se arrojan
Hay quienes quedan
como gotas patinando
por la noche de un paraguas
Pero también están
los que siguen arrojándose
tras los colores
tras unos ojos
tras los sueños
tras la nada
tras-tocando cada hueco en abismo
En abismo que nombra
con un verbo atemporal
como los broches
que se sostienen
de las ropas pesadas
que cabecean al viento.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 11 - 6/1992
Estremecidas

Inconstante
Constante
Inconstantemente
Constantemente
Cobrizo cielo
Llovizna sin espalda
Jardines celestes tiñendo
remolinos
Y en la calma
sólo quedan refucilos
trayendo a mi piel
trazos acariciantes de sol
humedecidos en la trastienda
de este laberinto
Hay dos cartas
con palabras escondidas,
como un llanto
y mis manos entre tinta
estremecidas
Yo quiero hallar un sitio
donde dejar de contestar
no sea ya respuesta
Sobre la mesa
descansa un signo con
pancita, amarillento
un bar para beber sólo grapas grises
un avión violáceo de espuma
que jamás caerá
y una sarta de nubes que
proyectan mi corazón, lleno de luz
Si quiero para girar
es otro ojal, otro rodar
A tus ojos
sé que un día entraré
sin pronunciar amor
sin siquiera ya mi voz
hasta dar al recodo
remendado
que nos fuga la agonía
Déjame desnudarme
en el refugio oscuro
que extrañas al doblar
Preso de un presagio, sólo un
presagio, sólo eso
Aguardo un anochecer
en un bolsillo agujereado
donde adormecen mares sin olas
para enloquecer
sin desesperar
sin tristezas
casi sin gritar
A las dos de la mañana
todo es inmenso
y aunque no te escriba
ni vierta tu mesura
a este rio desordenado de hoy
El Amor siempre
bordeará la deriva de mi cuerpo
Mirar tus ojos sin escalas,
atrapados por las imágenes
desiguales de este mundo
Ya no media el frío
ni siquiera tengo brisa
para mirar cuando no estás
Un papelito desolado
se derrumba en secreto por las calles
donde se adormece
sin saber que los perros están mudos
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 12/13 - 8/1992
El tiempo

Los relojes dormitan a deshora
y el tiempo se esparce en cielos de mandarinas.
Y la lluvia
es sólo un puñado de agua
si no cae en tí.
Y el sol
amarillo incendiario
si no se adhiere en tu pelo.
Y el mundo
infame cadalso
si no rutila en tus ojos.
Y Ariel
sólo un nombre
si no asaltan tus labios.
Pero la tarde es un farol sin querosén
que se queda en el recuerdo
como una queja que arrastra el viento
desde el pecho inclinado del sur.
Y los relojes se fraguan de horas
y el tiempo son dos curvas verticales.
Y la lluvia es un títere extasiado
que estremece lo añejo y alucina a las calles.
Y el sol, un niño sonriente
atropellando diagramas, colores y fases.
Y la noche, harapiento pájaro de luz
y su velo misterio que vuelve
desde una herida que cierra.
Y el mundo, todo una promesa
todo un deseo
y una esperanza que entibia.
Y Ariel, un andén sombrío
que tu cuerpo intimida hasta amanecer.
Y es una dicha existir
arriesgando el corazón en tí.
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 14 - 9/1992
Un impulso

Un impulso
Una pisada
Un remolino
Una marea
Arrasando un rostro común
de mediodía
de mandado
También
el bleizer destiñe
el taco rechina
hasta una bicicleta se revienta,
se contamina
Las hormigas
cavan hendijas absurdas
pertrechando un cruce vecinal
Un chorro de nafta
calma dos cuerpos
Trescientas tres mil casas
derriten el abismo
Siempre
existe una silueta ahorcada
a tres cuadras del cielo
a tres pasos de una panadería
Ya no soporto
los puñetazos de mi cuerpo
los temblores de mis ojos
la soberbia de mis dedos
Ya no soporto
vestirme para vivir
y saludar sonriente en la avenida
Quién aguanta un diario del 3000
Desde dónde se sostiene tanta atrocidad
El hombre solo juega al ya-pe-yu
De dónde sacamos tanto arrojo, tanta mueca
Eternizas de fuego las manos, los ojos,
los dientes
cada esquina de mi cuerpo
Una mujer
abre una rueda licuada de espuma
abre una palabra imparable
cierra un pespunte cachado de sol
cierra una noche que no tiene voz
Deseo
el brillo inmedible que derrumba por tu piel
el inocente tatuaje que prolongas en la
oscuridad
Cuando mi cuerpo
se reviente entre la luna
pincelará el color de tu silencio
Ya no quiero más vivir
envuelto en el saco de tu adiós
Una rueda de niños
tiembla bruscamente
se muere de amor
Y nosotros trabajamos los postigos
Sólo nombramos lo que asume formas
Tendremos que informarnos
para desformar una forma que nombre el
abandono
y dejar de arrojarnos este balde inesquivo
de muerte
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 16 - 11/1992
Día dieciocho

Un espejo virgen
destella mis venas
y vandaliza fraseos de la aurora.

En esta habitación inválida
oprimida de vacíos
que rastrea su furia hasta borrarse
una imagen flota como un trueno.

La ciudad entreteje una mueca vibrante
falseada de secretos
mientras el cielo
se asume en una gota
y enciende una colisión
que estremece la calma.

Me asfixia la ausencia
de cosas invisibles.
Un perfume
deshilacha una forma de mujer
dejando siluetas infalibles
……………………………….azulinas quemadas
criminales como recuerdos que no rezan.

Algo se disuelve en los ruidos
perfilando sobre un banco astillado
una fiereza que nos amontona la boca
a las tinieblas de un caño
…………………………………..ya gris
violentas como llantos de canes.

Algo de mi se agita en un andén
mientras allí
la arena urde una crucifixión lila en mis pies
y dónde estoy?
Creo en lo ridículo
en la herida de los días.

Tenía los ojos tan solo para ver
pero rastrear la tarde de tu gesto
………………………………………………..de tu nombre
………………………………………………..de tu brillo
con esta furia que habla de otras cosas
derroca risas sobre el sexo
y siento un goce como de vos.

Hay un fervor de tu boca
en las aguas negras de estas hojas
y círculos así
y aullidos inaudibles
como los saltos de un muerto.

A quince de vos
y dieciocho de allí
una palabra cuelga en un costado
y no sé cerca o lejos de qué
mi cuerpo se lleva hasta el silencio
y preso
…………………..preso en nada
………………...........................tu imagen se carga
………………...........................y apaga lo extenso
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 18/19/20 - 3/1993
Cubo

¿Quién arrastra suelas por el zaguán muerto de la noche?

¿Quién descerraja sobre la nuca del viento fogonazos de terror?

Una marioneta borronea un cubo de talco
y crispa una baliza en el cadáver de un hada encerada

Las uñas enloquecidas del otoño
están abriendo un delirio de caballos
Erguido en una esfera de espejos
un vestido de mujer
arrima una dulce guillotina
a la órbita de las pesadillas

Un perfume
………………………Un libro negro
………………………………………………..¿también una pregunta?
Publicada en Contakto, Máximo Paz - Nº 24/25 - 8/1993
Pobladores de la desolación

un delicado temblor,
un roce húmedo,
así las formas de otra brisa,
y los cuerpos idos, sombras de otros,
ocasos como espuelas en la frente dormida

fuiste el nombre de mi caída
no ella,
………….tú o estabas en la esperanza inútil

hay un costado en la lluvia,
el ropaje extasiado de un piano,
tus huellas donde barro la profundidad

tus manos eran frágiles,
vapor, tinta, figura,
la sentida constelación donde salto
en el derrumbe con bueyes en la espalda

cada temblor goteaba una palabra
hasta su hueco, y luego otra y otra,
y así el silencio,
o luz mutilada, sin rastros,
sin fuego o verdor

tenías una forma más en la ternura,
una vuelta donde girar semejaba a mi madre

dejabas arder el empedrado del abismo,
la celada del goteo,
tu desnuda caminaba en los párpados del niño
que ya no mira,
……………………..sólo llora como un dios

en el aljibe del temblor
recojo el agua imaginada,
froto mi rostro y soy vos.
Publicada en Enlace, Máximo Paz - Nº 1 - 10/1994
Temporal

…………….Rueda de huesario

en la estepa plural del desencuentro

en la margen amarilla del relámpago

………………………………………………………que silva entre perdido

y libre del negro río de la quietumbre

……………………………………………………..atolladero de lámparas

………………………..albergue de vagones disueltos en lumbre y memoria.

Posada en el atril de la penumbra

la mujer aún

…………………….pesa desnuda

………………………………………..sobre el alambre imperial

que fuerza yegüerío cósmico errante.

El tajo del espejo

……………………………orna pueril el traje astral

………………………………………………………………………..que afiebra

………………..y tiembla hablante.
Poetas – Comisión Comunal de Cultura - Máximo Paz
Sendero

Los ojos estropeados en toda desmesura,

puestos quizás a jadear la noche improbable de los pasos,

que deja un huellar inverso y vano

sobre el telar tramado por el adobe

………………………………………………donde habitó el conversar,

el deslizarse sobre el harapo versátil de los árboles

que exceden la membrana del sueño,

amoldando luz a la vigilia,

…………………………………………para usurpar el rostro caro del hacedor cabrero,

y disgregar la cama fritada en la olla del día

………………………………………en el agua morada

………………………………………en el ambular sagrado

………………………………………en la estrofa paralela

………………………………………en el plano arisco

en donde disuade su fulgor

la obcecada boca del río.
Poetas – Comisión Comunal de Cultura

25 de enero de 2011

Muestra de Arte


“El hermano menor”

En el ala sur de las instalaciones de El Escribidor de Buenos Aires se lleva a cabo una exposición que se originó, como el arte mismo, en respuesta a una necesidad. Conocida vulgarmente como “dejá a tu hermano/a que trabaje con el profesor” comenzó, ante la ira resignada de muchos padres, la participación de los hermanitos/as en las clases que dictamos a domicilio. ¿¡Cómo combatir a un niño inquieto!? Bueno… llevamos cuadernos, lápices, fibras y crayones y aquí está una breve muestra del resultado; se logró arte auténtico y unos minutos de paz.




Johnny 1








Johnny 2







Mariana



Renata




Evelyn

22 de enero de 2011


17 de enero de 2011

Guía para la autocorrección

  1. Tener siempre pesente que el contexto será quien dicte los cortes y las correcciones que clarifiquen el estilo.
  2. Detenerse a releer la página en voz alta, atendiendo al ritmo y la caída de la frase.
  3. Procurar un imposible: ser otro, en la una nueva lectura en voz alta, con el resaltador en la mano y el grabador funcionando.
  4. Marcar el verdadero comienzo del texto y considerar la eliminiación o la utilización parcial del "preámbulo".
  5. Comprobar si el material se ha desarrollado en una secuencia lógica.
  6. Subrayar imágenes nítidas.
  7. Tachar todo elemento ornamental, privilegiando lo relevante sobre lo superficial.
  8. En las descripcioes, para evitar sobrecargas y meras enumeraciones, acentuar sólo aquellos elementos que tengan que ver con la vida del texto.
  9. Traducir o eliminar expresiones vacías y pomposas.
  10. Buscar en el texto aquellas zonas donde se pueda experimentar con la elipsis.
  11. Detectar adjetivos que no aportan nada; sustituirlos o suprimirlos.
  12. Reforzar significados fusionando frases, o desdoblándolas, o reinstalando bloques enteros de material.
  13. Detectar incongruencias semánticas y, si no ayudan al lector a visualizar desde un lugar insospechado, corregir el error.
  14. Revisar si la puntuación es adecuada, si es acorde con el tempo del texto.
  15. Evaluar la coherencia de los tonos de las expresiones, y ver si acompañan armoniosamente las acciones o imágenes.
  16. Revisar si la longitud de las frases cortas o largas es pertinente en el contexto.
  17. "Actuar" los diálogos leyéndolos en voz alta para evaluar si suenan convincentes y naturales.
  18. Reflexionar acerca de si nuestras correcciones apuntaron a que el texto logre la unidad de efecto deseada.
  19. Volver en frío sobre cada frase, y seguir eliminando, sustituyendo o modificando todo lo que no contribuya a provocar ese impacto general.
  20. En una última versión, procurar asignarles a las palabras su máximo sentido, de acuerdo con el contexto.

Marcelo Di Marco, Taller de Corte y Corrección

15 de enero de 2011

Barcarola

Pablo Neruda

Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste;
si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar, llorando.

Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola:
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.

Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.

Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría como un tubo lleno de viento o llanto
o una botella echando espanto a borbotones.

Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas
y la lluvia entraría por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarían en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.

¿Quieres ser fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,
su prolongado són, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendría acaso,
alguien vendría,
desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar,
alguien vendría, alguien vendría.

Alguien vendría, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho en medio de la espuma y la sangre,
como un agua feroz mordiéndose y sonando.

En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.


Residencias (1935-1947)

9 de enero de 2011

Altazor



Vicente Huidobro


Prefacio


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas». He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos iris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuera dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós», con su pañuelo soberbio. Hacia las dos, aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo.
«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano».
Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo o reconstituido, pero indiscutible.
Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
Después bebí un poco de coñac (a causa de la hidrografía).
Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas, y los dientes de la boca, para violar las groserías que nos vienen a la boca.
«Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador».
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó con una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía».
«Se debe escribir en una lengua que no sea materna».
«Los cuatro puntos cardinales son tres; el sur y el norte».
«Un poema es una cosa que será».
«Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser».
«Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser».
«Huye del sublime externo si no quieres morir aplastado por el viento».
«Si yo, no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco».
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
«Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?»
«Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad».
«Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas».
«Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes».
«Digo siempre adiós, y me quedo».
«Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas».
«Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente».
«Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
«Ámame».
Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.
Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanca.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso... qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles. …Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.
Aquel que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.
Aquel que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
Aquel que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las pajamas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.
Aquel que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir, y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ése es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
...Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.


1 de enero de 2011