9 de abril de 2009






____–Rápido nuestro transporte ya habrá llegado. Los Gríseos no tardarán en salir detrás de nosotros –dijo el Guardián.
____–¿Adónde vamos? –preguntó el padre de Sebastián.
____–A un lugar donde estaremos a salvo. De allí partirán a su hogar –dijo Lethien.
____–Correrán mucho peligro quedándose en la Aldea. Prorena desatará su ira por esta afrenta –dijo el Hacedor.
____–Pero nuestras cosas. Todo lo que dejamos en la cabaña... –trató de explicar la mamá de Sebastián.
____–Están en nuestro transporte –dijo el Guardián– Nos tomamos esa libertad sabiendo que nos urgiría salir de la Aldea.
____–¿Y cuál es nuestro transporte? –le preguntó Sebastián.
____–A la vuelta de la siguiente esquina lo verás con tus propios ojos –contestó el Encantador.
____Y así fue. Al doblar la esquina y oculta en una cortada ancha y sin casas que moría en el campo estaba el enorme Arca que viera Sebastián en los pastizales cercanos al Bosque. Montada sobre gigantescas ruedas y tirada por ocho caballos estaba lista para partir. En su cubierta el Hombre del Arca, con las riendas preparadas para dar la orden, saludó a los recién llegados.
____–¡Vamos arriba! –dijo éste. Por la escalera de soga subieron a la cubierta. Todos estaban ansiosos por salir lo antes posible de la Aldea. Subieron Lethien y la madre de Sebastián primero. Después en el siguiente orden Sebastián, su padre, el Patriarca Zexerón, Zexurión, el Vendedor de Sonidos, el Hacedor, el Alquimista, el Encantador de Pájaros y los guerreros Tenopos: Zexerión, Zexanón, Zexelién, Zexalúm, Zexurial, Zexilón y Zexilán.
____–Tu barco sirvió al fin para una gran causa –dijo Sebastián al saludar al Hombre del Arca.
____–¡Verdad que sí, amiguito! –y se estrecharon en un abrazo–. Estuve trabajando toda la noche y todo el día con las ruedas. Los Tenopos me ayudaron. Fue idea del Encantador. Bueno... también me convenció de soltar a todos los animales enjaulados...
____–¡Ya estamos todos arriba! –avisó el Alquimista.
____–¡Leven anclas! ¡A partir! ¡Arreeee caballitos que tenemos que salir rápido de este lugar de los mil demonios! –gritó el Hombre del Arca. La pesada embarcación vibró al primer tirón del grueso correaje de cuero. Los vasos de los caballos se hundieron en el fango de la calle. Costó salir de esa quietud. Parecía clavada al piso. No fue nada fácil hacerle tomar el primer impulso.
____–¡Sebastián como capitán te nombre mi primer oficial! –anunció entusiasmado el Hombre del Arca.
____Gríseos que hacían rondas por la Aldea con sus lagartos los descubrieron. La suerte que tuvieron del Bosque a la Aldea de no ser vistos con la enorme nave se les terminó pronto. Los soldados fueron a dar aviso a los del Reñidero Municipal. No tardarían en salir detrás de las huellas del pesado vehículo.
____–¡Sebastián, ven! –gritó Lethien que había bajado al interior del Arca. Sebastián bajó ayudado por su padre y encontró en uno de los extremos de la gran panza del Arca a la Biblioteca de su Tía abuela.
____–Esta vez sí podía correr riesgo. Por eso el Guardián decidió llevarla –explicó Lethien.
____–¿Pero pasará? –preguntó recordando el libro que llevara de regalo al Encantador y se negó a pasar la cerca.
____–No entiendo –dijo Lethien.
____–Si la idea fue del Guardián sabrá lo que hace –se limitó a decir Sebastián. Una treintena de personas estaba en la bodega del barco. Algunos niños lloraban. Todos traían sus pertenencias. Muchos rostros pálidos y asustados. Se abrazaban dándose consuelo y esperanzas.
____–¿Quién es toda esta gente? –preguntó Sebastián.
____–Son refugiados. Temen represalias de Prorena. Nunca estuvieron a favor del régimen de facto. Últimamente habían sido vigilados por los Ciegos y los Perros de la Noche los tienen aterrorizados. Vienen a vivir al Bosque –contó Lethien.
____–¿Vos también vas a vivir al Bosque? –preguntó Sebastián.
____–Sí, vamos todos. El Hacedor, el Vendedor de Sonidos y el Alquimista. Por un tiempo largo no podremos venir a la Aldea. No mientras esté Prorena... –dijo la anciana.
____–Y tendrás todos los libros que quieras para leer –dijo el chico.
____–Pero no olvidaré que la Biblioteca es tuya –dijo Lethien– seguramente a tu Tía le hubiese gustado que tú la conservaras.
____–De ninguna manera. La Biblioteca es tuya. Es un tesoro que te pertenece –aclaró Sebastián.
____–Entonces será de todos. Servirá para construir una nueva y grande para todos los aldeanos –concluyó emocionada abrazando al niño.
____–Me parece una gran idea –dijo Sebastián.
____–¡Nos persiguen jinetes! –gritó el Vendedor de Sonidos en su puesto de popa.
____–¿Jinetes? –dijo el Encantador– Deben ser aldeanos al servicio de Prorena.
____–No, son Gríseos –afirmó el Vendedor de Sonidos.
____–No pueden ser Gríseos. Ellos no montan a caballo –insistió el Guardián reuniéndose con el Vendedor y el Hacedor.
____–Los Hechiceros –murmuró este último–. Fueron los Falsos Hechiceros. Había escuchado por ahí que estaban elaborando un brebaje para ayudar a los Gríseos a montar a caballo.
____–Por lo visto lo lograron –dijo el Alquimista observando detrás de sus gruesas gafas.
____–Pronto nos darán alcance –dijo el Vendedor de Sonidos.
____–Recojamos la escalera de soga –sugirió el Encantador– van a intentar tomar por asalto el Arca. Vendedor ve a llamar a los Tenopos y a los hombres que veas en condiciones de defender la nave.
____–No tenemos ningún arma –recordó el Alquimista.
____–Pregúntale a Lethien, Alquimista, si le quedaron Verdades–Falsas –pidió el Hacedor. Ya tenían encima a los Gríseos que, mostraban serias dificultades para conducir a los caballos que parecían desbocados.
____–Apura la marcha Hombre del Arca que tenemos compañía gritó el Hacedor.
____–Y no es de la buena –agregó Zexurión acercándose a la popa.
____–Déjame ver tu herida –pidió el Guardián.
____–Está bien Encantador ya no sangra –dijo el Tenopo.
____–Pero pudo haber estado envenenada la punta de la lanza del Gríseo –dijo el Guardián de la Naturaleza. Sacó el cuerno del Unicornio que le trajera Alexéi Rudkarov, el Guardián del Valle del Volga, y la pasó por la herida del Tenopo. El cuerno actúa, llegado el caso, como un efectivo antídoto. Luego para cauterizarla tomó la garra del Dragón y apoyó una de las yemas incandescentes. Un humo gris salió del contacto con la carne. El Tenopo no se quejó del intenso dolor de la quemadura. La herida cerró y ya no corría riesgo de infección alguna.
____Llegaron el resto de Tenopos y unos diez hombres.
____–Sebastián se quedó pataleando. Quería venir también –dijo el Vendedor de Sonidos.
____–Me imagino –dijo el Encantador– que debe estar muy orgulloso de su hijo –le dijo al padre de Sebastián que era uno de los diez hombres que subieron para defender el Arca.
____–Lo estoy, señor –se limitó a decir.
____Los Gríseos, que sumaban unos veinte jinetes, se pusieron a la par del navío. Los ocho Tenopos y los diez hombres se intercalaron a lo largo de estribor con el Hacedor y de babor con el Encantador de Pájaros. El Vendedor de Sonidos se quedó en popa y a proa, junto al Hombre del Arca, fue el Alquimista que regresó con las tres últimas Verdades–Falsas que Lethien reservó para la huida.
____Así, estratégicamente repartidos, se dispusieron a contrarrestar el ataque de los Gríseos. La tarde empezaba a declinar. No había un gramo de niebla. Los Tenopos podían hacer perfecto uso de su vuelo sin la ayuda de la pócima. Los caballos no podían ir más rápido por más que el Hombre del Arca los exigiera. Su trote forzado daba cuentas claras del inmenso peso que tiraban. Quedaba sólo neutralizar la ofensiva de los soldados en blanco y negro con los recursos que disponían.



© Gustavo Prego

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