24 de agosto de 2010



____Del norte soplaba un viento suave que traía un olor putrefacto y no lograba llevarse a la niebla que parecía sólida y compacta, como esculpida en el aire húmedo de las calles. No podía borrar la horrible impresión que le habían causado esos ojos. Caminó y, sin proponérselo, desembocó en el Sendero del Oeste. Tomó hacia el río, hacia la el este. Vio en la pared de un modesto edificio de gobierno pintado de blanco un estandarte rojo que tenía un león dorado en el centro devorándose a un pájaro. Debajo una inscripción también dorada que decía PRORENA. Otrora ese sitio fue el ayuntamiento con su Alcalde y sus Concejales. Ahora lo habitaba el poder de facto que tomó la Aldea.
____–¿Estás allí parado esperando el Edicto? –le preguntó un hombre que estaba sentado sobre un enclenque cajón de frutas a unos pocos metros. Sebastián no sabía que era un Edicto y no contestó–. Pues falta todavía para que lo anuncien. Si quieres puedes ver mi mercancía –dijo señalando un costal descolorido que estaba a su lado.
____–¿Qué vendés? –se interesó Sebastián al no encontrar otra cosa en qué entretenerse.
____–Sonidos –contestó con orgullo.
____El niño observó al hombre regordete, casi calvo y bastante joven que le sonreía.
____–Ven y te mostraré –invitó.
____–Quiere decir que sos un Vendedor de Sonidos –dijo Sebastián, desconfiando.
____–Pues sí, y creo tener algunos que te interesarán –dijo el hombre metiendo la mano en la bolsa.
____Sebastián se acercó. El estado de abandono del hombre era alarmante. Su barba de varios días y su falta de aseo lo hacían un pordiosero. Luego de hurgar en el interior de la bolsa de arpillera sacó una pequeña caja de cristal que alcanzó al niño. Este la observó detenidamente.
____–Acá no hay nada. Esta caja está vacía –dijo expresando descontento ante la posibilidad de una burla.
____–Tienes que quitarle la tapa –aconsejó el hombre.
Sebastián miró sus ojos pícaros y desconfió. Después de darle la vuelta y mirarla a trasluz accedió. Al quitarle la tapa un extraño sonido salió de ella. Volvió a taparla y miró al hombre que sonreía como un niño.
____–¿Qué fue eso? –preguntó.
____–Escucha atentamente el sonido que habita dentro de la caja. No mires la caja usa tus oídos. Ellos tienen que llegar al sonido a la inversa lo hacen los tontos, los que no escuchan.
Volvió a quitar la tapa a la caja de cristal y escuchando atentamente con los ojos cerrados no pudo advertir el sonido, amplificado, de una hoja al caer al suelo.
____–Por lo que veo en tus ojos no lo has descubierto. Ese sonido lo guardé al caer las hojas en el último otoño –informó el hombre.
Sebastián miraba la cajita y le parecía mentira el arte del vagabundo.
____–¿Dónde aprendiste este oficio? –preguntó extrañado.
____–Lo aprendí de mi padre –confió.
____–Parece que tenés muchos más en la bolsa.
____–Sí, ¿quieres escuchar otros? –sugirió el Vendedor de Sonidos.
____–Me gustaría –dijo Sebastián con entusiasmo.
____Revolvió en el costal una vez más y sacó otra cajita. Sebastián prestó atención.
____–Es un aleteo –dijo al cabo de unos segundos.
____–Muy bien, es el aleteo de una mariposa –completó el hombre.
____–¡Genial! –exclamó el niño– ¿Cómo marcha tu venta? –preguntó sin entender como tan maravillosa mercancía no lo había hecho rico.
____–En esta maldita Aldea muy mal. No me respetan en absoluto. Yo soy un artista que estos aldeanos no consideran. Vienen a mí con pedidos ordinarios y burdos. Me piden ruidos estridentes y no los bellos sonidos que consigo guardar con mi arte. Piden eructos, carcajadas, pedos, o la cerveza cayendo en el interior de un vaso, o chiflidos agudos que dañan los oídos y muchos desagradables ruidos más que yo no tolero y me ponen nervioso –explicó dolorido el Vendedor de Sonidos.
____Sebastián buscó una moneda en el bolsillo de su pantalón y se la extendió al hombre.
____–Quiero comprarte un lindo sonido. Elegímelo vos. Pero quiero que sea el mejor –dijo Sebastián.
____Los ojos del hombre se iluminaron y su sonrisa fue creciendo hasta llenar su cara redonda. Sus manos buscaron ávidas por unos momentos en el interior del costal. Al fin sacó una caja un poco más grande que las dos anteriores. La miró con dulzura, la acarició y se la alcanzó al niño.
____–Guarda tu moneda. Deseo que sea un regalo –dijo el Vendedor de Sonidos.
____El sonido fue confuso y agradable. Muy suave, casi un susurro. Reconfortaba escucharlo. No podía descubrir de qué se trataba pero era tan maravilloso que casi no importaba saber su origen. Parecía la conjunción de muchos sonidos que tenían un destino común. No estaban elegidos al azar sino que eran la sabia elección y combinación de los sonidos más bellos. Sebastián se sintió tan bien escuchándolo que miró los ojos mansos del Vendedor de Sonidos y le dijo:
____–Es el sonido más lindo que escuché. Pero no puedo saber qué es.
____–Ese es el sonido de la Paz –confesó sonriente cuando dos Gríseos de enorme talla se pararon a ambos lados del estandarte rojo. Uno hizo sonar un cuerno.
____–Se leerá el Edicto del día, –dijo el Vendedor de Sonidos– esconde pronto la caja de cristal. Los soldados no deben descubrirla.
____Del llamado del cuerno comenzaron a aparecer diversas formas que se acercaban lentamente. Surgían de la niebla como espectros y se congregaban frente a los Gríseos. Al cabo de unos minutos de espera uno de ellos extendió un rollo de pergamino y con potente voz leyó:
____–A los habitantes de la Gran Aldea del Sud, a los 25 días del mes de Septiembre del Año de Nuestro Señor de 398, el Excelentísimo Prorena comunica que dentro de dos días se hará el gran combate en el marco de los Juegos Marciales. Dicho evento enfrentará a la Criatura de los Bosques y al Saurio Real en las Arenas del Reñidero Municipal.
____La gente en su mayoría se mostró jubilosa por la noticia de la pelea tan esperada por todos. Muy pocos se mostraron serios y disconformes. Entre esos rostros Sebastián pudo advertir al del Vendedor de Sonidos que se alejaba con su costal al hombro.


© Gustavo Prego


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