1 de noviembre de 2010



____Poco fue lo que le contó el Guardián. No consiguió que contestase a todas las preguntas pero le alcanzó para comprender lo que sucedía en la Aldea. Algunas de las respuestas a su atolondrado y ansioso cuestionario habían sido claras y breves y elaboradas con una paciencia y sabiduría admirables. Otras, dado su carácter terrible y siniestro, fueron contestadas con especial cuidado y a medias. Evitando detallar los crueles sucesos que pasaron y que pasaban en la Aldea. Cada frase, cada concepto, cada palabra rondaba en la mente de Sebastián mientras volvía a la cabaña.
____Que haya comprendido no significaba que se liberara de esa constante sensación de irrealidad, maravillosa y terrible al mismo tiempo. Desandando el camino que le indicara el Hacedor pensó en el tremendo reto que recibiría de sus padres. Su pequeño reloj de bolsillo indicaba las catorce y treinta. Imaginaba a sus padres preocupados y coléricos lanzando amenazas de escarmientos.
____Había estado casi cinco horas alejado de sus padres y no podría, por cierto, contarles lo sucedido. No le creerían, culpando a su imaginación de inventar cosas extrañas. Pero las posibles reprimendas eran insignificancias frente al terrible poder que existía y gobernaba en la Aldea.
____Ya estaba otra vez en la calle principal tras dejar el Camino Real cuando escuchó el chapoteo de muchos pies en el lodo. Pensó enseguida en los Ciegos y se hizo a un lado pegándose a la pared de una casa. No eran los Ciegos. De la niebla surgieron como figuras espectrales los Gríseos. Se ajustaban a las escasas descripciones que el Guardián le había dado. Y lo que él no había creído en ese momento de labios del viejo debió comprobarlo con sus propios ojos. El grupo de soldados no tenía color en su piel, eran de la gama del blanco al negro. Como escapados de un retrato hecho con carbonilla. Parecían estar fabricados de la niebla que inundaba todo el espacio de la Aldea. Tampoco sus ropas ni sus ojos poseían colores vivos. Y pudo comprobar la última y más extraña descripción que le diera el Guardián: no poseían sombra. La escasa sombra que proyectaba Sebastián a causa del poco sol que se filtraba en ese cielo nublado carecía en estos personajes que, eran nada más ni nada menos, que los soldados espectrales de Prorena. Crueles mutantes sin alma. Producto de la mente endemoniada de los Falsos Hechiceros.
____Siguieron al trote recibiendo órdenes de un superior. No percibieron la presencia de Sebastián que, cuando vio que se alejaban, corrió a la cabaña con sus padres. Entró dando un portazo y con el corazón que se le salía por la boca.
____–¿Dónde anduviste? –preguntó su padre.
____–Faltó poco para que tu padre te saliera a buscar –dijo su madre atareada con el almuerzo.
____–Perdonáme mamá, me entretuve por allí –dijo Sebastián sin comprender la pasividad y naturalidad de sus padres.
____–¡Te embarraste todo! –lo reprendió– te hubieras puesto las botas.
____–Me las voy a poner… –dijo Sebastián mirando el reloj.
____–Ya va a estar el almuerzo –anunció la madre.
____–¿El almuerzo? Tan tarde –dijo Sebastián.
____–¿Tarde? –dijeron a dúo sus padres.
____–Si no son las doce aún –completó su padre.
____–¿Las doce? –insistió Sebastián extrañado.
____–Hijo para qué te regalé el reloj –comentó su padre.
“Entonces el Guardián tenía razón” pensó Sebastián “el tiempo no corre dentro de los límites del Bosque”.
____El almuerzo transcurrió en silencio. Sebastián tenía los ojos clavados en el ventanal. La mancha había sido limpiada por su madre.
____–No me vas a contar que viste por ahí en todo ese rato que estuviste fuera –lo animó su padre.
____Sebastián sin saber qué contestar miró a ambos como queriendo decirles la verdad pero se arrepintió.
____–Nada. Este pueblo parece muerto –murmuró con los ojos clavados en el plato.
____–¡Lindo lugar hemos elegido para nuestras vacaciones! –protestó la mujer.
____–Paciencia... va a depender de nosotros pasarla bien. No vamos a echarle la culpa al lugar –comentó optimista.
____Sebastián se levantó de su silla dejando casi toda la comida.
____–¿No vas a comer más? –preguntó su madre.
____–No tengo hambre. Estoy cansado.
____–Todos estamos cansados –coincidió su padre– ahora una buena siesta para recuperarnos del largo viaje. La sugerencia no recibió ninguna adhesión. No impidió, sin embargo, que se levantara de su silla con fatiga y fuera directo a su habitación.
____La madre lavó los platos y Sebastián fue a la mesa pequeña que estaba bajo el ventanal y tomó una de sus revistas de aventuras. Leyó dos páginas y la abandonó. Clavó sus ojos más allá de los vidrios tratando de penetrar en esa niebla que se alzaba a unos metros como un muro misterioso y siniestro. “Nadie puede en esta Aldea ver más allá” pensó y sintió tristeza por sus habitantes. Estaba en esa contemplación cuando advirtió a un metro del suelo, en la espesura de la niebla, unos ojos de fuego que lo observaban. Se asustó y cubrió el rostro con sus manos. ____Cuando se animó a mirar los ojos habían desaparecido. No alcanzó a ver ninguna figura, sólo esos ojos endemoniados, bestiales. Su madre le pidió que la ayudase a colocar unas cortinas en ese ventanal. Las había encontrado en un viejo aparador que estaba en la despensa.
____–¿Te preocupa algo? –preguntó su madre mirando el extraño semblante del chico.
____–No, mamá –se apresuró a contestar.
____–¿Vas a ir a descansar?
____–No tengo ganas de dormir, tal vez vaya a dar una vuelta o me ponga a leer –dijo sabiendo que no podría leer. Sus pies o esos extraños ojos o su curiosidad por los tantos misterios que había en la Aldea lo impulsaban a salir. Y lo raro es que no sentía miedo alguno. Aún sabiendo que detrás de cada misterio podía haber un inminente peligro sentía unas imperiosas ganas de salir de la cabaña.
____–Si vas a salir no te alejés mucho y tené cuidado –dijo su madre camino al dormitorio– ¡Ah, y no te ensuciés!
____–Sí, mamá.


© Gustavo Prego

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