10 de agosto de 2010



____Los soldados fijaron al muro blanco el Edicto y se retiraron marcando el paso. Al pie del mismo la gente advirtió lo que los Gríseos no leyeron. La entrada más barata costaba cinco monedas. La alegría duró poco. Era gente muy humilde y la entrada era demasiado para ellos. Sólo podría asistir un privilegiado sector de la Aldea que sin duda no se encontraba entre esa masa vestida con harapos y en su mayoría descalza.
____Lentamente como fue llegando la gente se dispersó. Sebastián se sobresaltó al descubrir a los Ciegos mezclados sigilosamente. Estaban alertas a algún comentario en contra del poder de la Aldea. El valor de las entradas los había deprimido y se retiraron en silencio. Sebastián se mezcló entre ellos dejando solos a los Ciegos frente al Edicto. Nadie ignoraba que eran espías al servicio de Prorena.
____Ya caminaba solo cuando la niebla comenzó a disiparse. Surgió de ella un conjunto de casas chatas y en su mayoría pobres. El viento que soplaba del norte, frío y cargado de hedor, terminó de arrearla. El cielo, nublado y triste, persistía igual que el lodo bajo sus pies. De pronto ese cielo se oscureció como si la noche hubiese dejado caer temprano su manto. Comenzó a respirarse un aire extraño, los caballos relincharon en los establos y los perros flacos y enfermos que pululaban por la Aldea ladraron desesperados.
____El viento comenzó a soplar desde el norte cada vez a mayor velocidad. Sebastián había quedado en medio de la calle y sentía en el cuerpo el paso frenético del aire.
____–¡Ocúltate pronto! –escuchó el niño y descubrió con asombro que le hablaba un Ombú sombrío que estaba a su izquierda. El viento soplaba cada vez con más violencia y arrastraba en su locura todo aquello que encontraba a su paso.
____–¡Ven, cobíjate en la herida que han abierto en mi cuerpo los hombres! –insistió con desesperación el Ombú.
____Sebastián a poco estuvo de ser arrastrado junto con los techos de las viviendas precarias e infinitas cosas que pasaban volando. Se metió ajustadamente en la enorme rajadura del Ombú.
____–Aquí estarás a salvo del terrible Viento del Norte –dijo el Ombú y su voz retumbó en todo el escaso recinto. La sintió palpitar en la madera carcomida. Sintió también calor. Pudo ver, desde la protección que le brindaba ese sitio, como se desmoronaban las casas.
____Los pobres ranchitos se reducían a escombros que el viento desparramaba en su loco correr.
____–¡Dios mío, destruirá todo una vez más! –dijo el Ombú y Sebastián sintió un estremecimiento que corrió por todo el cuerpo vegetal.
____–¿Me podés escuchar? –le preguntó Sebastián.
____–Puedo oírte, y verte también, con todas las partes de mi cuerpo –contestó el viejo Ombú.
____–¿Qué es el Viento del Norte? –interrogó el niño.
____–¡Oh, el Viento del Norte ha sido por mucho tiempo un gran castigo para nosotros pero nunca como hace dos años!
____–¿El Viento tiene relación con Prorena? –preguntó Sebastián tratando de atar algunos cabos sueltos en esta historia confusa.
____–Mucha y hasta puedo asegurarte que son ellos mismos quienes lo invocan –afirmó el Ombú centenario– Dicen que por medio de los Falsos Hechiceros.
____–¿Y qué pueden hacer ustedes?
____–Nada, no sé puede hacer nada –confesó pesimista, con un profundo dejo de tristeza.
____–¿Y el Viento del Sur? Existe, digo, no sé...
____–Temo que del Viento del Sur nos quede tan sólo el recuerdo de las raras veces que sopló. Cuando lo hacía apenas era una brisa, pero que bello era sentir su presencia. Como reconfortaba nuestros corazones ese airecito tan puro. En su reemplazo tenemos la pestilencia, la frialdad y la destrucción del Viento del Norte.
____–¿Fue él quién ha hecho de toda la Aldea este pantano? –preguntó Sebastián mientras afuera, rabioso, indiferente, corría el Viento del Norte.
____–No sólo él. Ha contribuido el poder de la Aldea que oprime y martiriza a todo lo que tiene vida. Nosotros los vegetales decimos que la vida es todo lo que crece y se renueva y todo lo que crece y se renueva debe ser libre. ¿Sabes acaso en qué estación del año estamos? –preguntó repentinamente el Ombú.
____–Estamos en primavera –contestó Sebastián.
____–¿Has visto algún brote, alguna flor, algún retoño o tan siquiera alguna hoja verde?
____–No –respondió Sebastián.
____–¿Me has visto a mí?
____–Sí, te vi –contestó Sebastián reparando una vez más en la carne carcomida y en el aspecto semimuerto de su cuerpo gris.
____–¿Parece esto la primavera? –preguntó el Ombú bajando la voz.
____–No, tenés razón –reconoció el niño.
____–Entonces debemos encontrar la primavera antes de que todo esté perdido –dijo el viejo Ombú.
____–¿Y cómo hacerlo? –preguntó Sebastián ante tamaña empresa.
____–No sé, yo ya estoy demasiado viejo. Tú debes saberlo, tú eres parte de la primavera –sentenció el Ombú cuando el Viento del Norte cesaba dejando un lastimoso espectáculo en la Aldea.
____–Debes irte, los Gríseos van a salir a ver los destrozos para robarse lo que puedan. No debes fiarte de ellos –recomendó.
____–Gracias amigo Ombú por tu protección –dijo Sebastián a manera de despedida.
____–Adiós amiguito, encuentra pronto la primavera.


© Gustavo Prego


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