12 de junio de 2010





____Despertó a un nuevo día tras un sueño inquieto. Las pesadillas lo acosaron toda la noche. La oscuridad de la amplia habitación cedió ante la pobre luz que entraba de otro día neblinoso y triste. De la cocina llegaba un sabroso olor a tostadas y a café. También las protestas de su madre por el día horrible, similar al de la víspera.
____Dejar las cobijas calentitas y salir al ambiente frío fue para Sebastián muy desagradable. El calor del hogar aún no había alcanzado su habitación que era la más lejana y espaciosa de la casa. Se vistió con premura para estar el menor tiempo posible expuesto al frío húmedo de esa mañana. Cuando llegó el turno de su calzado descubrió con fastidio que los había arrojado debajo de la cama. Las respectivas medias estaban dentro de cada zapato.
____Pisar descalzo el suelo, que seguramente tendría una temperatura bajo cero, requería de un valor y arrojo que los pies de Sebastián no tenían a esa hora de la mañana. Así que, colgando con medio cuerpo del borde de la cama, hurgaba afanoso con su brazo estirado la superficie secreta del suelo. Iba palpando el piso de madera, oculto bajo la cama, en franca búsqueda. La escasa luz de la mañana no llegaba hasta allí como si la noche fuese a cobijarse debajo de la cama durante el día. Con sorpresa encontró que de las uniones de las maderas que formaban el piso salía un airecito tibio. Algo así como si el calor del fuego del hogar entrase por allí en lugar de hacerlo por la puerta.
____–¡Qué raro! –dijo saltando descalzo sin miramientos– aquí el piso está helado y debajo de la cama sale aire caliente.
____No quedaba más que correr la cama. Así lo hizo utilizando todas sus fuerzas y descubrió una puerta de acceso a un sótano. En uno de sus extremos tenía un agujero con los bordes gastados. Sin duda, en ese sitio, tuvo una argolla o algo que permitiera jalar. Trató de levantarla con sus dedos pero fue inútil. El polvo y el tiempo la habían sellado.
____–Voy a tener que conseguir algo para levantar la tapa –se dijo ansioso por saber que había debajo. Salió de la habitación y se encontró con el largo cuerpo de su padre que se disponía a entrar.
____–Buenos días, iba a despertarte para desayunar –dijo el padre sonriente sin reparar que estaba la cama fuera de lugar.
____–Ahora voy –dijo Sebastián.
____–El desayuno está servido, no te demorés.
____Sebastián entró en su habitación, colocó la cama en su lugar y fue al comedor por su desayuno. Ya vería la forma de abrir esa tapa. Con un buen café con leche y tostadas con manteca y miel se le ocurrirán las más fantásticas de las soluciones.
____La madre mostraba un fastidio más que elocuente debido al feo día. Había llegado con muchas ganas de pasear. De pasar el día en el campo. Y todo ello se veía frustrado por el espeso manto de niebla.
____Desayunaron en silencio y Sebastián lo hizo lo más rápido posible para retirarse pronto a su habitación.
____–¡Terminé! –dijo triunfante– voy a mi habitación.
____–Te recuerdo que la salida de hoy está prohibida –dijo su madre.
____–Sí, mamá.
____Corrió a su habitación. A mitad del trayecto recordó que necesitaba algo para abrir la tapa y dobló hacia la cocina. Buscó en los cajones pero no encontró nada lo suficientemente fuerte. Volvió al comedor donde sus padres terminaban de desayunar. Cuando iba a pedirle ayuda a su padre vio con alegría que a un lado del hogar estaba el atizador. Un largo listón de hierro. Era justo lo que buscaba. Se las arreglaría solo. Sin ser advertido por sus padres que habían comenzado una charla amena tomó el atizador y disimuladamente se escabulló en su habitación.
____Movió la cama dejando al descubierto una vez más la puerta misteriosa que conduciría a algún sitio aún más misterioso. La imaginación de Sebastián viajaba a una velocidad inusitada. Procuró hacer el menor ruido posible para no delatarse. Metió el hierro delgado y largo en el orificio y se afirmó a él. La tapa cedió produciendo un crujido. Pudo separarla de su marco y meter el pie para que no se cerrara. No era tan pesada como parecía. Finalmente pudo hacerla a un lado.
____Lo primero que vio fue una escalera que se hundía en la poca luz del interior. Bajó despacio. Tanteaba con cuidado el estado de los escalones de madera. Cuando hubo descendido buena parte de los escalones prestó atención al interior casi tan iluminado como su habitación. Contuvo un grito de felicidad. Ante sus ojos aparecía lo más maravilloso que había visto hasta ese momento en la Aldea. Todo el sótano, de las mismas dimensiones de su habitación, era una Biblioteca. Sus paredes, del piso al techo, estaban cubiertas de libros. No tardó en darse cuenta que buena parte de ellos trataba sobre pájaros. La luz provenía de dos claraboyas que estaban junto al techo con vidrios de un blanco lechoso. A Sebastián le recordó los ojos de buey del barco que los trajo a la Aldea.
____En el centro de ese recinto había una mesa con dos sillas y sobre ella un libro muy grande, un tintero seco con una pluma de ave adentro y una lámpara de aceite. Sebastián, sin saber por donde empezar, tomó al azar un libro. Era un libraco grande y pesado que se titulaba “El vuelo de los pájaros”. Estaba lleno de ilustraciones y grabados muy antiguos. Se ubicó en la mesa, en el centro de ese universo maravilloso, y comenzó a hojear las páginas amarillentas. Los dibujos eran admirables pero debido a la escasa luz de las claraboyas se hacía muy difícil apreciarlos. Iba a tener que acondicionar la lámpara. Seguramente no funcionaba por su falta de uso. Además el depósito de combustible estaba prácticamente vacío. Colocó el libro en su lugar y tomó otro titulado “El armonioso canto de los pájaros” y pensó en regarlárselo al Guardián del Bosque.
____La gran curiosidad de Sebastián lo llevó al libro que estaba sobre la mesa. Descubrió que se trataba de un diario llevado por su Tía abuela. El diario se cerraba hacía un tiempo de una forma abrupta. Su escritura revelaba temor por algo incierto que se avecinaba. Algo terrorífico y nunca visto. La palabra muerte era repetida como sinónimo de eso que de golpe cubrió de dolor a toda la Aldea. Sebastián cerró el libro y murmuró:
____Prorena.
____Tuvo la extraña sensación, como la vez anterior en la niebla, de que lo vigilaban. Esta vez no eran unos ojos de fuego, sino una presencia. Algo que rondaba por allí. Abandonó la Biblioteca llevándose el libro que le regalaría al Guardián de la Naturaleza. Colocó la tapa de madera en su sitio. Lo mismo hizo con la cama. Guardó el libro en su mochila. “Ahora debo esperar la oportunidad para ir al Bosque y ver a la paloma”.


© Gustavo Prego


No hay comentarios:

Publicar un comentario