10 de diciembre de 2009

Romances viejos

Elementos intrínsecos de la obra

Argumento

Ciclo de la destrucción de España. La leyenda cuenta que Rodrigo, último rey de los godos, cegado por su amor hacia la cava
[1] Florinda, la enamora aprovechando la ausencia de su padre, el conde don Julián, que se hallaba comisionado en Ceuta. La cava escribe a su padre la vergonzosa noticia y éste, por vengarse del rey Rodrigo, entrega España a los moros a cambio de ayuda para devolver la honra a su hija.

Bernardo del Carpio. Este personaje es hijo bastardo de Jimena, hermana del rey Alfonso de León, y el conde de Saldaña. El rey, al enterarse de su nacimiento, hace encerrar al conde en una torre y a Jimena en un convento. Bernardo crece feliz en la corte hasta que se entera de su origen. A partir de entonces pide insistentemente al rey que deja a su padre en libertad. Alfonso no accede y destierra a Bernardo, quien se fortifica en su castillo del Carpio comenzando la lucha contra los ejércitos de Carlomagno que intentaba invadir España. Finalmente, el rey decide liberar al conde de Saldaña, pero éste muere. Bernardo hace venir a su madre desde el convento y frente al rey y toda la corte la coloca al lado del cadáver de su padre, oficializando el matrimonio que ellos habían realizado en secreto muchos años antes. Bernardo continúa su lucha contra los Doce Pares de Carlomagno, a quienes logra derrotar.

Ciclo de los siete Infantes de Lara. Se celebran las bodas de doña Lambra de Bureba con Rodrigo Velázquez de Lara. Llegan a la fiesta sus sobrinos, los siete Infantes. Los hombres de Bureba, apañados por doña Lambra, ofenden a las mujeres y a los varones de Lara. Uno de los Infantes reacciona y los coloca públicamente en su lugar. Doña Lambra urde una intriga en contra de ellos y los malquista con su marido, tío de los Infantes. Este trama la traición y hace matar a sus jóvenes sobrinos por los moros. Gonzalo Gustioz, padre de los Infantes, cae prisionero de Almanzor, quien finalmente lo libera. Vuelve entonces a Burgos con las cabezas de sus hijos y las entierra en una iglesia. El traidor Rodrigo de Velázquez muere a manos del joven caballero Mudarra, quien venga a los siete Infantes.

Ciclo del Cid. En sus mocedades; en el castillo de Vivar, el Cid oye relatar a su padre cómo fue ofendido gravemente por el muy poderoso conde Lozano. Rodrigo mata al conde vengando la afrenta contra el honor de su familia. Jimena, hija del conde Lozano, pide venganza al rey, ya que la muerte de su padre la ha dejado desvalida, sin ningún hombre que la proteja. El rey ordena al Cid que se case con Jimena para suplir esa carencia, y así se celebran las bodas de Jimena con el Cid. Parten ambos hacia Vivar, donde Jimena queda, mientras su marido guerrea contra los moros. Se produce entonces la muerte de rey Fernando, lo que provoca un grave conflicto entre sus hijos Sancho (a quien otorga Castilla), Alfonso (quien recibe León) y doña Urraca (heredera de la ciudad de Zamora). Sancho no consiente esa división y comienza la lucha con el cerco de Zamora. El Cid, al servicio del rey de Castilla, es el encargado de pedir la rendición de doña Urraca. Se producen intrigas palaciegas, y Vellido Dolfos, por orden de la princesa, mata al rey Sancho. Alfonso de León pasa entonces a ser señor único de todo el reino, pero los caballeros castellanos, dudosos de su complicidad en el asesinato de su hermano, sólo se considerarán sus vasallos si el rey jura ante ellos no haber tomado parte en el sangriento suceso. El rey lo hace ante el Cid, pero le guarda rencor por esa actitud y lo destierra. Ruy Díaz parte a guerrear nuevamente contra los moros, deja a su mujer y a sus hijas en el monasterio de Cardeña y, años más tarde, luego de muchas penurias, las manda llamar a Valencia, cuando ya es un poderoso señor. El Cid muere en Valencia cuando se produce una nueva invasión musulmana. Sus hombres colocan el cadáver del Campeador en su fiel caballo Babieca, y su mera presencia desbarata la invasión. Retornan su cuerpo a Castilla, donde lo reciben con los más altos honores.

Ciclo de romances fronterizos. Aluden a hechos inmediatos acontecidos en las tierras fronterizas al reino moro de Granada, reducido a un territorio cada vez menor. Hay una actitud simpática hacia los musulmanes cuando se alude a sus escaramuzas con los bizarros caballeros cristianos. Con frecuencia se utilizan recursos de tipo árabe: considerar a la ciudad como una esposa a la que se quiere conquistar o retener según se trate de cristianos o de moros; aludir a Granada con los nombres de sus puertas (Elvira y Vivarrambla), describir líricamente el paisaje granadino, plagado de pedrerías en sus edificios, y de flores, nieve y aromas en sus calles. Estos romances cumplen, en general, la función de informar poéticamente al pueblo sobre el desarrollo de la guerra desde el punto de vista cristiano, pero sin odio hacia los enemigos.


Organización del contenido

Cada composición poética que integra el Romancero constituye una unidad autónoma analizable en sí misma; por lo tanto, no es posible establecer una estructura interna uniforme para el conjunto de los romances viejos.


Título

Los romances
[2] se clasifican en dos grandes bloques: los viejos o populares y los nuevos o artísticos. En el primer grupo se encuentran los que se remontan probablemente al siglo XV, que fueron recogidos de la tradición oral y fijados por la imprenta en el siglo XVI. El primer Cancionero de romances populares anónimos apareció en Amberes en 1559. En el segundo grupo se incluyen todos los romances compuestos por poetas a partir del siglo XVI. Los romances españoles más antiguos que se conocen datas del siglo XV, pudiendo rastrearse algunos en el siglo XIV. A pesar de que la forma métrica de los romances aparece en otros países, España es considerada el país del Romancero, pues su fuerte espíritu tradicionalista se evidencia en su poesía popular desde sus orígenes (mester de juglaría) hasta nuestros días.

"¿Qué castillos son aquellos? / ¡Altos son y relucían! / -El Alahambra era, señor, / y la otra la mezquita".

(Romance de Abenámar y el rey don Juan)

[Patio de los Leones, en el palacio árabe de la Alahambra, Granada, España]


Género

El hecho de que los romances viejos provengan de trozos desgajados de las gestas, pero incluyan elementos de tipo subjetivo, los coloca dentro de un género intermedio que les es propio: el épico-lírico.


Temas

Varían de acuerdo con los distintos ciclos.

Principales

  • Exaltación de los antiguos héroes de la Reconquista como ejemplo y aliento para seguir la lucha (ciclo de la destrucción de España, de los siete Infantes de Lara, del Cid).
  • Recuerdos de las vicisitudes de Carlomagno y de Rolando, narradas en la Chanson de Roland (ciclo de Bernardo del Carpio).
  • Comentario de los sucesos ocurridos en la guerra contra el reino moro de Granada (ciclo de romances fronterizos).
  • Versiones fantaseadas de la vida cotidiana: encuentro de señores cultos con serranas, doncellas que de algún modo participan de la guerra, etc. (ciclo de romances novelescos).
Secundarios
  • La honra.
  • La venganza.
  • La derrota.
  • El amor.
  • El dolor frente a la pérdida de seres, objetos o posesiones.
  • La traición.
  • Los conflictos familiares.
  • La muerte (algunas veces personificada), etc.

Personajes

Por lo general, tanto las virtudes como los defectos de los personajes del Romancero aparecen descriptos con tintes acentuados. Las figuras más corrientes en los distintos ciclos son las que se detallan a continuación:
  • Personajes de la primera invasión musulmana: Rodrigo, último rey visigodo, la cava Florinda, el conde don Julián, etc.
  • Figura de la vieja epopeya nacional: el Cid, doña Lambra, el conde Fernán González, Gonzalo Gustioz, doña Urraca, los reyes Alfonso y Sancho, los siete Infantes de Lara, entre otros.
  • Integrantes de la gesta de Carlomagno: Bernardo del Carpio, Roldán, doña Alda, Melisenda, etc.
  • Participantes de la lucha contra Granada: el príncipe Abenámar, lo reyes de Castilla y de Granada, el maestre de Calatrava, el obispo de Jaén; comendadores, caballeros y alcaides personifican la participación del pueblo en la guerra.
  • Figuras novelescas surgidas de situaciones bélicas: la doncella-soldado; el caballero que vuelve de la guerra, se encuentra con su mujer y ésta no lo reconoce, etc.

Marcos referenciales

Geográfico. Distintas poblaciones españolas con sus peculiaridades. Según de qué ciclo se trate, las ciudades más mencionadas son Burgos y Granada, con sus aledaños.

Histórico. Los romances se agrupan en ciclos
[3] temáticos que se desarrollan en distintas épocas.
  • Romances del rey don Rodrigo o de la destrucción de España (época de la primera invasión musulmana: siglo VIII).
  • Romances carolingios (época de Carlomagno y de Bernardo del Carpio: siglo IX).
  • Romances de los Infantes de Lara y del Cid (época de las gestas castellanas: siglos X y XI).
  • Romances moriscos o fronterizos (época de la lucha contra el reino moro de Granada: siglo XV.
  • Romances novelescos: no documentan una época precisa.
Social. En el caso de los personajes masculinos, los romances viejos siempre se ocupan de la clase alta, tanto cristiana como islámica; en el caso de los femeninos, las mujeres también pertenecen a la nobleza, salvo algunas excepciones en que se introducen pastoras, pero sumamente idealizadas y sin ninguna conexión con la realidad de su clase.

Espiritual. Situaciones conflictivas que algunas veces alcanzan un clima de tragedia.


Aspectos formales

Los romances están escritos en verso.

Versificación. Tiradas de 16 sílabas con asonancia monorrima divididos en dos hemistiquios (8 + 8). Según Menéndez Pidal, la forma métrica de los romances es, en sustancia, la misma de las gestas medievales.
Ese hemistiquio regular de 8 sílabas hizo que al reproducirse por escrito los romances conservados oralmente se escribieran:

¡Afuera, afuera Rodrigo, el soberbio castellano! (16 sílabas) A
Acordársete debría de aquel buen tiempo pasado (16 sílabas) A

O también:

¡Afuera, afuera Rodrigo, (8 sílabas) a
el soberbio castellano! (8 sílabas) b
Acordársete debría (8 sílabas) c
de aquel buen tiempo pasado (8 sílabas) b

En el primer caso, las tiradas de 16 sílabas son monorrimas; en el segundo, los versos son octosílabos con rima asonantada en los pares. Esta segunda forma es la más corriente.


Reproducción de la portada correspondiente al Romancero de Amberes.



Lengua

Popular. En los romances coexisten elementos aristocráticos y plebeyos porque el Romancero hispánico procede de dos vertientes orales: los sectores letrados y los sectores ignorantes. Al recoger estos romances se producen variantes propias de la creación colectiva. El Romancero que ha llegado hasta nosotros, según Menéndez Pidal, nuclea las versiones elaboradas tradicionalmente por la clase culta del Renacimiento. De ahí que su lengua sea popular y no vulgar.


Estilo

Se halla estrechamente relacionado con el género épico-lírico de los romances; si bien en ellos se utilizan ciertos recursos de tipo narrativo, su parte lírica les confiere una sensación de relato inacabado, de situación indefinida. Por lo tanto, la característica fundamental del estilo de estas composiciones es el fragmentarismo.

Recursos estilísticos

  • Extrema sencillez de elementos: eliminación de efectos maravillosos o extraordinarios; parquedad ornamental.
  • Descripciones dinámicas.
  • Gran viveza intuitiva de la escena tendiente a provocar emoción en el oyente.
  • Final repentino.
  • Abundancia de fórmulas estilísticas tradicionales:
Antítesis: Villanos te maten Alfonso, villanos que no fidalgos.
Paralelismo: Levántate, Gerineldo, levántate, dueño mío.
Repeticiones juglarescas: ya se parte, ya se va.
Enumeración: [España] briosa de lino y seda, de óleo rica alumbrada, deleitosa de frutales, en azafrán alegrada.
Exclamaciones: ¡Ay! Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día.
Frases estereotipadas: bien oiréis lo que dirán.




Circunstancias subyacentes
  • Fusión de las culturas cristiana y musulmana después de siete siglos de lucha: los moros ya no son vistos por los cristianos como enemigos indeseables, sino que se los comprende, se pacta y se convive con ellos. El desprecio y la alegría ante su derrota, característicos de las gestas castellanas medievales, ya no están presentes en le España del siglo XV.
  • Pérdida del carácter santo de la guerra por la Reconquista. En los romances, la guerra parece ser algo presente, que se acepta sin cuestionarse demasiado sus orígenes y sus fines últimos.
  • Profundo sentimiento de tradición y nacionalidad del pueblo español a través del recuerdo y la admiración de los héroes primeros.
  • Querellas internas entre los miembros de las grandes familias feudales.
  • Abundancia de relaciones amorosas marginales en la nobleza.

Elementos extrínsecos de la obra

Autor

No tienen autor conocido. Cuando la epopeya llegó a agotarse como género, el pueblo recordó los restos más significativos de las largas tiradas cantadas por los juglares en plazas y mercados. Según Menéndez Pidal, algunos romances viejos no son otra cosa que fragmentos de Cantares conservados en la memoria popular. Al ser transmitidos oralmente, esos fragmentos épicos van transformándose con agregados y cortes de acuerdo con la voluntad del transmisor. De ahí que cada romance viejo ofrezca una serie de variantes, por lo que es imposible reconocerles un autor: son fruto de la creación colectiva y anónima.

Fuentes

De acuerdo con la teoría de Menéndez Pidal, los romances primitivos son breves composiciones líricas originadas en una escena desgajada de las gestas castellanas que, como ya se señaló, abundan en datos narrativos. Estos datos, aislados de su contexto
[4] épico, poco a poco pierden interés. La escena se reorganiza en la memoria popular, olvidándose detalles objetivos para añadir, en cambio, elementos de tipo sentimental y subjetivo. De esta manera el relato, elemento fundamental de la épica, desaparece casi por completo, dando lugar a una composición lírica donde predomina la intuición subjetiva sobre la narración objetiva. Esto señala el pasaje de la épica a la lírica.


Influencias literarias y extraliterarias
  • En el siglo XVI comienzan a coleccionarse los romances en volúmenes de bolsillo. Juan de la Cueva introduce por primera vez un romance en una obra de teatro. A fines de ese siglo, Góngora, Lope de Vega y Cervantes cultivan este metro, firmando sus composiciones con seudónimos convencionales que todos conocían.
  • En el siglo XVII aparece Las mocedades del Cid, obra de teatro de Guillén de Castro. Verdadera antología de romances, sirve de inspiración a Corneille para realizar su obra Le Cid.
  • En el siglo XVIII el Romancero se mantiene vivo por transmisión oral entre los habitantes de pueblos lejanos, pero se lo destierra de la literatura culta.
  • En el siglo XIX, eruditos europeos revalorizan los romances españoles, hecho que repercute en la península Ibérica. Aparece entonces la recopilación de Durán, y el duque de Rivas escribe numerosos romances narrativos.
  • En el siglo XX los romances ocupan un lugar destacado en la obra de varios poetas contemporáneos: Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, entre otros. Estos autores mantienen la forma métrica octosilábica, con algunas libertades, como la mezcla de otros versos de arte menor, hexasílabos y tetrasílabos. Si bien la temática de los romances actuales difiere completamente de la del Romancero del siglo XV, se mantiene en ellos el espíritu tradicional y popular.

Yácubsohn, Martha Fernández de, Literatura Española e Hispanoamericana, Modelos de análisis, Buenos Aires, Editorial Kapelusz, 1979.


[1] Dama noble encargada de cuidar el vino y el agua que bebían las personas reales.
[2] Si bien cada romance es una unidad analizable en sí misma, este modelo de análisis está hecho sobre la base de las características comunes y sobresalientes del Romancero del siglo XV. El texto que se utilizó para ello es Flor nueva de romances viejos, recopilación de Ramón Menéndez Pidal.
[3] Serie de poemas unidos por un mismo tema.
[4] Conjunto de elementos que rodean una situación, integrándola; en el caso “contexto épico” se refiere a todos aquellos elementos que constituyen el hilo narrativo de la epopeya.


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