20 de diciembre de 2009

Los géneros literarios tradicionales: El género narrativo

Narrar es contar una serie de hechos. De acuerdo con la naturaleza de los hechos narrados, se distinguen narraciones no ficcionales, si los hechos narrados ocurrieron en la realidad, o narraciones ficcionales, si los hechos narrados son producto de la imaginación de un autor.
Tanto en las narraciones no ficcionales como en las ficcionales, quien tiene a su cargo contar lo sucedido es el narrador. El narrador es la “voz” que cuenta los hechos y por ese motivo su presencia es esencial en las narraciones. En los textos narrativos no ficcionales, el narrador y el autor coinciden debido a la naturaleza de los hechos narrados (son hechos que ocurrieron realmente), entonces debe ser veraz en su transmisión, hacerse responsable de que lo que cuenta es verdadero.
En cambio, en los textos narrativos ficcionales, el narrador solo existe en la narración. En estos casos, no se debe confundir con el autor, persona de carne y hueso que tiene o tuvo una existencia real, fuera de la narración. El autor, el escritor, imagina una historia y elige una voz que será la encargada de contarla: el narrador.
Ejemplos de narraciones ficcionales son los cuentos y las novelas.
Las novelas se diferencian de los cuentos por su extensión. Esto se debe a que la novela cuenta con varios episodios: numerosos sucesos (complicaciones y resoluciones parciales), gran cantidad de personajes, posibilidad de que los hechos ocurran en muchos lugares y en diversos momentos (años, incluso).

Historia y relato
Cuando leemos, no leemos la “historia”, leemos el relato que se hace de esa historia. En el acto de narrar, entonces, podemos distinguir dos elementos: la historia y el relato.
La historia está constituida por hechos, acontecimientos; en cambio, el relato es un texto, por lo tanto, su naturaleza es lingüística. A través del relato, conocemos los hechos de la historia.
La historia es todo lo que sucede, segundo a segundo. Por ejemplo, la historia de una persona comienza en el momento en que nace, continúa en el tiempo y finaliza con su muerte. Si alguien decide contar esa vida tal como sucedió, la narración abarcaría tantos años como vivió esa persona, algo que es materialmente imposible. Por lo tanto, el relato es un texto que cuenta algunos de esos hechos: los más significativos o relevantes. También, sería posible dar distintas versiones de la historia de esa persona: un relato podría comenzar en el momento en que esa persona se recibe de ingeniero y luego retrotraerse a su pasado, otro podría respetar el orden en que se fueron sucediendo los acontecimientos; otro podría ir hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, de acuerdo con una necesidad de vincular los hechos con un criterio temático (sus relaciones afectivas, por ejemplo). Todas estas versiones son narraciones de una misma historia, son relatos de ella.
Ahora bien, siempre se relatan hechos que han ocurrido, es decir, que son anteriores al acto de narrar, por ello, el tiempo verbal predominante en las narraciones es el pretérito. También se puede narrar en presente; en ese caso, el presente toma el valor de un pretérito. Por ese motivo, a ese uso del presente se lo denomina “presente histórico”.

El narrador en relación con los acontecimientos narrados
El narrador es una voz ficcional que se ocupa de contar los hechos de una historia. Si lo que el narrador cuenta le sucedió a sí mismo o fue testigo presencial de los hechos, es decir, si está dentro de la historia, cuenta en primera persona, porque narrador y personaje coinciden. Es el caso de algunos capítulos de Rosaura a las diez de Marco Denevi y “Hombrecitos”, de Enrique Wernicke.
Si el narrador cuenta lo que le sucedió a otro personaje, es decir, si está fuera de la historia, adopta la tercera persona, como sucede en “La galera”, de Manuel Mujica Lainez.
Entonces, se dice que un relato está “en primera o en tercera persona”, según sea que los sucesos que cuenta el narrador le hayan ocurrido a él y, por lo tanto, esté dentro de la historia, o a un personaje distinto de él y, por lo tanto esté fuera de la historia.

El narrador en relación con los personajes: perspectiva
En los cuentos y novelas, la historia es un componente invariable, mientras que el relato cambia, tanto si se modifica la persona del narrador como si, aún cuando la persona sea la misma (tercera, por ejemplo), se altera el punto de observación o el conocimiento que tenga el narrador sobre los hechos. En “La galera”, por ejemplo, la realidad es percibida por Catalina Vargas, y el narrador adopta su perspectiva para contar esa realidad. Es decir, en algunos segmentos del cuento, el narrador elige contar los hechos desde un punto de observación que solamente permite saber lo que piensa uno de sus personajes –la protagonista–; las acciones de los otros personajes se exponen por lo que la anciana señorita cree, sospecha y ve.
El desarrollo anterior permite afirmar que el narrador es el que habla pero no siempre es el que percibe: en efecto, a veces adopta el punto de vista de un personaje y cuenta los hechos como si los contara ese personaje.
Esta distinción posibilita describir cuánto sabe el narrador acerca de los hechos narrados, según qué posición adopta para narrarlos. Se denomina focalización a la posición del narrador, a la distancia en que se coloca para contar los hechos.
Se distinguen tres tipos de focalización: focalización cero, focalización interna y focalización externa.
Un relato no está focalizado o tiene focalización cero cuando el narrador sabe más que los personajes y no explica cómo obtuvo la información. Puede ver a través de las paredes o a través del “cráneo” de los personajes. Así por ejemplo, conoce los secretos de un personaje que este personaje ignora de sí mismo, o conoce simultáneamente los pensamientos de varios personajes. Además, posee un alto grado de conocimiento acerca de lo que cuenta: puede saber el fin de la historia antes de que los personajes la supongan siquiera, por eso se lo denomina también con el nombre de “omnisciente”. Este tipo narrador utiliza la tercera persona, que lo distancia de los hechos. La novela realista del siglo diecinueve utiliza la focalización cero.
Si el foco de percepción recae sobre alguno o algunos de los personajes, el relato tiene focalización interna. Se puede dar de dos maneras: o bien el narrador es el protagonista de la historia o bien sigue a los protagonistas de los hechos. Este tipo de narrador tiene el mismo conocimiento respecto de los hechos que los personajes y no puede explicar ni prever ningún acontecimiento antes de que lo haya hecho alguno de ellos. Puede contar en primera persona (y entonces será protagonista o testigo) o en tercera persona, pero siempre según la percepción que de los sucesos tiene el personaje. También, puede seguir a uno solo o a varios personajes (y los cambios de focalización en uno y en otro pueden ser sistemáticos o no). Las novelas y los cuentos leídos, como casi todos los textos narrativos del siglo veinte y actuales, adoptan la focalización interna.
Por último, se dice que un relato tiene focalización externa, cuando el foco de percepción se ubica fuera de cualquier personaje; en consecuencia el narrador no brinda ninguna información sobre sus pensamientos o deseos. Este narrador sabe menos que los personajes. Solo narra lo que puede apreciar desde afuera: lo que ve, oye, etc., pero no tiene posibilidad de acceso a la mente de los personajes, por lo tanto, narra en tercera persona. Este tipo de narrador se emplea en la narrativa objetivista, muy poco cultivada.

Subgéneros narrativos
A grandes rasgos, los textos narrativos se pueden clasificar en maravillosos, realistas, fantásticos, extraños y de ciencia ficción.
Las narraciones realistas son las que tienen por objetivo representar la realidad con la mayor fidelidad posible, es decir de acuerdo con lo que los lectores consideran que es la realidad o creen que puede suceder en ella. En estas narraciones, el mundo representado, la caracterización de los personajes y los conflictos producidos entre ellos, responden a los de la vida real. Ejemplos de narraciones realistas son: El llamado de lo salvaje, “A la deriva”, “Hombrecitos”, “Los venenos”, “Final del juego”, “El corazón delator”, “El almohadón de plumas”, “La gallina degollada”, “Broma”, “El pequeño rey zaparrastroso” y “El cielo entre los durmientes”.

En las narraciones fantásticas, se produce un hecho sobrenatural en un mundo gobernado por las mismas leyes físicas que ordenan el realista. Es decir, que en un contexto realista, se produce un suceso que rompe con las leyes de ese mundo realista. Y no admite una explicación, porque lo que sucede escapa a lo normal, a lo lógico, no se puede racionalizar. Simplemente algo de naturaleza desconocida e irrazonable se presenta, irrumpe en medio de lo cotidiano y lo modifica, sin que sea posible una solución.
Este suceso sobrenatural provoca incertidumbre en los personajes y pierden la seguridad que tenían acerca de lo que percibían como real, porque lo fantástico cuestiona esa percepción al manifestarse ante sus sentidos algo que consideraban como propio de la fantasía. Si, por ejemplo, ven un fantasma, se desconciertan, porque el fantasma no solo transgrede las leyes físicas: no está limitado por el espacio (puede atravesar paredes) ni por el tiempo (es eterno), sino que también pertenece al mundo de los muertos, entonces es imposible que tenga vida. El personaje, entonces, siente un temor profundo, porque la existencia del fantasma provoca que dude de la propia: si lo imposible se materializa, si lo irreal le llega a través de los sentidos como real, entonces lo real puede no serlo. Se borran las fronteras entre fantasía y realidad, por eso el mundo estable y ordenado en el que vivía y al que creía conocer se desestabiliza y ya no vuelve a equilibrarse, pues todas las certezas se han perdido.
El lector de un relato fantástico acompaña al personaje en su perplejidad y, o bien se aterroriza, o bien se sorprende: la extrañeza ante lo radicalmente diferente lo hace dudar también del mundo que lo rodea y pensar que quizás también sus sentidos lo engañan. Ejemplos de cuento fantástico son “La galera” y “El retrato oval”.

Los cuentos o novelas de ciencia ficción, a partir de las hipótesis o los descubrimientos científicos, o de los avances en la tecnología, crean un universo ficcional que tiene leyes propias. Estas leyes, aceptadas por los lectores, posibilitan que los hechos narrados sucedan, generalmente, en un presente contemporáneo al autor (en el que se dan por hecho ciertos avances a los que, en la realidad, no se ha llegado) o en un futuro más o menos lejano, en otras galaxias, en dimensiones paralelas. Así, en los textos de ciencia ficción, es común que los hombres se relacionen con seres de otros planetas, supercomputadoras, robots y humanos con capacidades superdesarrolladas. También son posibles los viajes en el tiempo, existen aparatos o sustancias con poderes desconocidos, etc. y los conflictos se producen a partir de estas situaciones.
Según Isaac Asimov, “La ciencia ficción es la rama de la literatura que trata sobre las respuestas humanas a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología”. En esta definición se dan las características fundamentales de los relatos del género, porque en ellos, los progresos científicos o tecnológicos no solo son el marco del conflicto, sino que contribuyen a crearlo. Si solo fueran marco, el relato de ciencia ficción no se diferenciaría sustancialmente del de aventuras: en lugar de ambientarse en un barco pirata, por ejemplo, se desarrollaría en una nave espacial. Entonces, el acento de la ciencia ficción está puesto en cómo los humanos responden a los cambios y, de esa respuesta, surge el conflicto, porque se pone en juego la cuestión de si esos cambios son avances o retrocesos para la humanidad.
A partir de 1960, la ciencia ficción se caracteriza por desplazar su acento de la ciencia y de los artefactos, para focalizarse en la sociedad y en las personas. Todavía trata sobre cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología, pero estos cambios pasan a segundo plano. Y así, se distinguen dos grandes ramas: la que considera que la ciencia contribuye al progreso y al bienestar humano, y otra que plantea lo contrario: los avances científicos y tecnológicos tienen consecuencias negativas para la humanidad y hasta pueden ocasionar su destrucción.
En la primera, rigen los valores tradicionales: siempre triunfan el bien, la amistad, el coraje, el honor. En la segunda, por lo general se muestra una sociedad decadente, se cuestiona el poder de la ciencia y se intenta que los lectores reflexionen acerca de la condición humana y del futuro de la civilización.
Con mayor frecuencia, los temas que en la actualidad trata la ciencia ficción son:
  • La conquista del espacio: en un futuro lejano, los hombres conquistan otros planetas y conviven, pacíficamente o no, con otras civilizaciones. Son historias en las que un héroe debe sortear una serie de obstáculos para lograr su cometido: el triunfo del bien. En general, sus oponentes son extraterrestres hostiles. La acción se desarrolla en un espacio lejano y los personajes se trasladan en naves ultra veloces y usan armas sofisticadas.
  • Extraterrestres: la relación de los hombres con los extraterrestres es uno de los temas preferidos. Dentro de este grupo están las obras en las que los extraterrestres son monstruos que intentan aniquilar a la raza humana, y otras, en las que los alienígenas son víctimas de las injusticias de la sociedad humana.
  • Mundos paralelos: estas narraciones postulan la existencia de realidades paralelas, contemporáneas a la realidad conocida por todos.
  • La conquista del tiempo: es uno de los temas más originales de la ciencia ficción, dado que hasta ahora, la ciencia no ha encontrado la forma de dominarlo. Los viajes en el tiempo se dan hacia el futuro o hacia el pasado. En el primer caso, se muestran sociedades que han sobrevivido a una conflagración atómica, pero en las que persisten las divisiones injustas. En el segundo, se presenta la posibilidad de las paradojas temporales: una pequeña modificación en un período de la historia puede producir catástrofes en otro.
  • La relación del hombre con la ciencia y la tecnología: se narran las consecuencias que puede traer el progreso ilimitado. Aparecen descubrimientos e inventos supuestamente positivos pero con efectos dañinos, robots, cyborgs, computadoras inteligentes, clones u otros seres producto de la manipulación genética que se vuelven hostiles a sus creadores, los hombres.
  • Las utopías: la palabra utopía significa “no lugar” y, por lo general, se refiere a un Estado imaginario que reúne todas las perfecciones y que hace posible una existencia feliz porque en él reinan la paz y la justicia. En las obras de ciencia ficción, estos lugares gozan de adelantos científicos y tecnológicos que les permiten vivir pacíficamente, y el conflicto surge por la llegada de seres que no pertenecen a esa sociedad.
  • Las distopías: la palabra distopía comúnmente se usa como antónimo de utopía, para referirse a una sociedad futura en la que reinan la injusticia y la opresión. Estos relatos tienen como objetivo mostrar hacia dónde se dirige la sociedad actual si no se producen cambios trascendentales.
“Contacto. El regalo de los terrícolas” y “Luz estelar” son cuentos de ciencia ficción.

El relato policial
Dentro de las narraciones realistas, se incluye el policial. Todo relato policial cuenta un crimen misterioso, pues se desconoce quién lo cometió y cómo, y la investigación, es decir, la serie de pasos que da el detective para esclarecerlo. Por lo tanto, en la narración policial se relatan dos historias: la historia de la investigación y la historia del crimen. Este relato no respeta el orden cronológico de los hechos, porque a pesar de que la historia del crimen ocurrió antes, se cuenta después.
Lo que se privilegia en la narrativa policial es el relato de la investigación, pues la sola presencia de un crimen y de un criminal no convierte a una narración en policial. Una historia de amor, por ejemplo, puede concluir con la muerte de uno de los enamorados a manos del otro.
En el relato policial, el crimen provoca una serie de interrogantes: ¿quién lo hizo y cómo? La búsqueda de las respuestas a estos interrogantes se traduce en una cadena de acciones: la investigación. El encargado de llevarla a cabo es el investigador, quien maneja diversas hipótesis basadas en datos dispersos. A lo largo del relato, algunas de estas hipótesis se irán descartando hasta llegar a la verdad, pues en el mundo ficcional creado por la literatura policial, no existe el crimen perfecto, y siempre triunfa el bien sobre el mal.
El significado de crimen es “delito grave”, pero en el lenguaje cotidiano se usa como sinónimo de “asesinato”. Si bien lo que más abunda en el género policial es este último, también se producen otro tipo de delitos: robo, corrupción de funcionarios, secuestro, extorsión, estafa, etc.
El lector establece una competencia con el investigador, pues lo acompaña en su búsqueda, pero también elabora sus propias hipótesis, a partir de las pistas que el narrador le va brindando. Sin embargo, el investigador siempre lo aventaja en sagacidad y experiencia y así, el desenlace sorprende al lector, porque en general el principal sospechoso resulta ser inocente. Esto contribuye a crear suspenso, que es otra de las características del relato policial.

Etapas en la narrativa policial
La narrativa policial es un producto de la sociedad industrial occidental. Se inicia en el siglo XIX, cuando la revolución industrial favoreció la concentración de los trabajadores en los centros urbanos. El hacinamiento y las míseras condiciones de vida en las ciudades dieron como resultado un crecimiento de la criminalidad y de los medios para combatirla. Llega a su auge en el siglo XX, después de la crisis económica de la década del treinta. Estas dos situaciones sociales influyeron en la forma de abordar el relato policial y permiten distinguir dos etapas.

Primera etapa: el relato policial clásico
En esta primera etapa, la narración gira en torno de un enigma que debe develarse: quién y cómo se cometió el crimen. En general, la policía se ha mostrado incompetente para resolverlo, entonces recurre a la ayuda del detective, un héroe dotado de una inteligencia superior que le permite percatase de pistas en las que nadie ha reparado, y relacionarlas para llegar a la verdad. Con frecuencia es un aristócrata, por lo que esta tarea la lleva a cabo por entretenimiento, acepta el desafío que le propone el criminal que ha hecho todo lo posible por no dejar huellas que lo incriminen. Esto implica otro elemento: el sospechoso, aquel a quien todo y todos acusan, nunca es el culpable, pero el detective, guiado por su lógica, sin tener necesidad de desplazarse, resuelve el caso.

Segunda etapa: el policial negro
Luego de la crisis económica de 1929, en EE. UU., surge el crimen organizado (la mafia) pero el dinero y el afán de poder también corrompen a otros sectores sociales. En una sociedad con estas características, el único que se mantiene íntegro es el investigador, en esta etapa, encarnado por un policía o un detective privado. Aquí surge una de las diferencias con el policial clásico: el investigador es un profesional que cobra dinero por hacer su trabajo. En general, la causa del crimen es económica, y el detective, que se desplaza para llevar a cabo su investigación, desencadena la acción: más que encontrar pruebas, las produce. El ámbito privilegiado es la ciudad, donde los crímenes son moneda corriente, por lo que, en el fondo, el relato policial negro denuncia una sociedad corrompida que recurre a ellos con naturalidad. Con su investigación, el detective saca a la luz los valores de esta sociedad.

Ejemplos de relato policial son: Rosaura a las diez, de Marco Denevi y “El crimen casi perfecto”, de Roberto Arlt.
Gracias, Prof. Elsa Pizzi

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