19 de diciembre de 2009





____Caminó lo más aprisa posible. Le era difícil abrirse paso para alcanzar la jaula de los pájaros. Empujó, pisó algunos pies, clavó codos y rodillas y descubrió que la gente estaba en un éxtasis extraño. Los ojos perdidos en una hipnosis. Marchaban murmurando una oración que se escapaba de sus labios ligeramente abiertos y sin movimiento. Sin duda sus voluntades habían sido manipuladas como parte del ritual. Alguna pócima o brebaje producía ese efecto. A Sebastián lo tranquilizó la idea de que buena parte de esa gente participaba de la horrenda ceremonia por efecto de alguna droga o hechizo. Los que parecían que estaban en perfectas condiciones y sabían lo que hacían eran los hombres que cargaban la pesada jaula de hierro.
____–Vuelves a acercarte y te golpearé –le dijo uno de ellos al niño que simuló llevarlo por delante. Sebastián caminaba encorvado con su cabeza totalmente cubierta. Hasta sus manos estaban ocultas debajo de la manta. Sus pies tampoco se veían. Parecía un enano deforme, nadie pensaría ni por un momento que un niño iba a abandonar su cama para estar en ese macabro festejo.
____La procesión se movía lentamente. Sebastián se quedó cerca de la jaula a una distancia prudente. Había localizado la puerta y la traba que la cerraba. Era sencillo abrirla, lo difícil iba a ser burlar la vigilancia. Al salir a la Plaza Mayor un escuadrón de Gríseos se metió en medio de la gente con sus lagartos. Sebastián debió agachar más la cabeza y confiar en su suerte. La incursión de los extraños soldados fue para reforzar con sus lagartos y ballestas la vigilancia de los pájaros. La cosa se complicaba aún más. Ahora sí que resultaría imposible para Sebastián acceder a la jaula.
____Una tenue luz amarillenta salía del interior del templo junto con los sonidos de un tambor que era golpeado con vigor. La gente se detuvo frente al edificio. La jaula continuó viaje y Sebastián con extrema lentitud siguió en pos de ella. De esta manera se adelantó bastante y fue de los primeros en entrar a la nave de la Catedral. La jaula quedó a un lado del púlpito y no muy lejos Sebastián se acomodó a esperar la oportunidad de abrir la puerta. Los pájaros apenas se movían, ignorantes de su destino. Eso acongojaba más al chico. Los lagartos quedaron afuera no obstante los Gríseos estaban allí, firmes, con sus ballestas cargadas.
____Los feligreses ya ubicados y cubriendo la capacidad de la iglesia comenzaron a cantar en voz alta. Por la entrada principal hizo su ingreso la imagen del santo llevado por cuatro devotos. Era una estatuilla absolutamente negra dentro de una caja de vidrio. También negras eran las flores que lo rodeaban. Los ojos de la terrible figura eran dorados, como el fuego. Lo colocaron en el altar y todos los presentes lo veneraron. Era San Secario.
____De una puerta lateral, del interior del transepto, salió el sacerdote con una mujerzuela que era su compañera y oficiaba de monaguillo. Sebastián se acercó lo que más pudo a la jaula. Ya casi tocaba a uno de los Gríseos que estaba atento al ritual. Apenas un metro y medio, dos metros de la traba. Debía hacerlo con rapidez. Sacar la traba y huir. “¿Y si los pájaros no reaccionaban y todo era en vano?” Había que hacerlo “aunque sólo se salven algunos”. Miró hacia la entrada y su huida parecía imposible. “Generar una confusión”. “Fuego” se le ocurrió. Las antorchas estaban sobre su cabeza. “Tirar una al piso y empezar a gritar”. No parecía mala idea pero su estatura no le daba para llegar hasta la antorcha. “Tal vez en puntas de pie” y cuando estiró su brazo para tomar la antorcha una mano lo oprimió con energía. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Sebastián. Quiso salir sin levantar la cabeza, sin ver al que lo había atrapado. La mano como una garra no lo soltaba. Estaba perdido. Trató de ocultar su rostro. Si descubrían que era un chico todo empeoraría.
____–Está todo bien –sintió que le decía una voz tranquilizándolo. Sebastián levantó la cabeza y tuvo que contener un arrebato de felicidad. El mismísimo Guardián de la Naturaleza estaba allí.
____–¡Encantador... !
____–¡Sssshhhh, silencio! Nadie debe saber que estamos aquí –señaló el Guardián.
____–Los pájaros... –balbuceó el niño.
____–Sí, para eso hemos venido –dijo con una gran sonrisa–. Todo va a salir bien, no te preocupes y no vayas a apartarte de mi lado. Tenemos que tener paciencia. Hay que esperar un poco...
____–¿Existe un plan para liberarlos? –preguntó Sebastián que no era de tener mucha paciencia.
____–Por supuesto –aseguró el Encantador.
____–Quiere decir que casi arruino todo –entendió Sebastián.
____–Casi –afirmó el Guardián con su sonrisa fraternal y el niño se sintió mal, abochornado. El viejo le cruzó un brazo por el hombro y lo llevó hacia sí. Reconocía con ese gesto el valor y el amor de Sebastián por los pájaros.
____–Debemos esperar. No deberías estar aquí. El Hacedor debió advertírtelo –recriminó en voz baja el Encantador. Se habían alejado unos cuantos pasos de la jaula y de los Gríseos.
____–Lo hizo. Pero cuando vi la jaula con los pájaros... en ningún momento me dijeron que corrían peligro... –intentó explicar Sebastián.
____–Sí, lo sé. No quise decirlo para evitar este tipo de accionar. Suerte que te encontré...
____La Misa se inició puntualmente con las campanadas de las once. El sonido del choque de los badajos hizo vibrar la vieja estructura del templo. Sebastián prestó atención al sacerdote sin comprender el extravagante ceremonial. No tardó en descubrir el por qué, el sacerdote empezó por el final. Ahora entendía eso de “al revés” que le dijera Lethien. Debía terminar a las doce en punto con el principio. De pronto el niño recordó el motivo de la Misa y miró al Guardián angustiado.
____–¡La Misa se hace para vos! –recordó el niño.
____–Por eso no me la quería perder –dijo burlón el Encantador de Pájaros.
____–Pero... el Hacedor dijo que el homenajeado en este ritual es víctima de una enfermedad que lo seca y que ningún médico ni brujo ni mago puede curarlo –refirió Sebastián.
____–Sí –dijo el viejo.
____–¿Sí...? –indagó Sebastián.
____–Eso es lo que dice la gente sobre este tipo de rituales. Yo estoy aquí por mis pájaros. Por que temo que paguen ellos toda esta intolerancia –manifestó el Guardián de la Naturaleza.
____–¿No es cierto acaso lo de la Misa? –preguntó intrigado.
____–Es una gran farsa que monta Prorena con los religiosos que los apoyan incondicionalmente para inventarles enemigos a la gente– explicó el Encantador–. La diferencia entre toda esta gente y nosotros es que no nos creemos ninguna de estas mentiras. Cuando esta gente deje de creer, cuestione y piense sobre lo que los rodea pasará a ser enemigo de Prorena como nosotros. El poder así se debilitará. Por eso este constante esfuerzo por engañar. Aquí la gente es buena y no piensa que puede haber un horrendo fraude detrás de todo esto.
____El sacerdote farfullaba la Misa y era asistido por la mujerzuela que oficiaba de monaguillo. Llevaba el pelo desordenado, un vestido ajustado y la cara pintarrajeada; se movía con torpeza y sus modales eran groseros. Le alcanzó al sacerdote una hostia negra con tres puntas y este la consagró.
____–¿Cuánto debemos esperar? –se interesó Sebastián.
____–Poco, ten paciencia –contestó el Encantador.
____Dos Gríseos descoloridos y de enorme talla avanzaron hacia el sacerdote. Uno llevaba un lagarto y el otro un perro. Ambos estaban armados con sus ballestas. El sacerdote los recibió y les dio la bendición, también lo hizo con los animales y las armas. Debajo de la gran capa, oculto el anciano rostro y las manos, el Encantador observaba con detenimiento todo cuanto lo rodeaba. Sus ojos iban del altar a las bóvedas, de cada una de las columnas a la entrada y de la gente a los grandes ventanales.
____–¿Qué mirás, pasa algo? –preguntó el niño al advertir cierta inquietud en el viejo Guardián.
____–Estoy haciendo una composición de lugar –contestó este.
____–¿Composición de lugar?
____–Sí, en segundos debemos huir –afirmó.
____–¿Y los pájaros? –insistió Sebastián.
____–Ellos van a estar mejor que nosotros. Eso ya está en los planes. Creo que llegó el momento –dijo y sacó del interior de su capa unas gafas negras que extendió a Sebastián.
____–Ponte esto –pidió. Sebastián obedeció sin miramientos.
____–No veo nada –objetó el niño.
____–Esa es la idea. No te la quites por nada del mundo. Igual verás lo que hay que ver.
____El Guardián de la Naturaleza tomó a Sebastián de la mano y cerró los ojos. Se concentró con el rostro orientado hacia el Bosque. Sebastián sintió un extraño cosquilleo, como si la sangre se le alborotara y corriera con frenesí impulsada por un corazón a todo galope. Cerró los ojos. De todas maneras las gafas estaban tabicadas en todo su contorno. Eran unas antiparras que lo sumían en una oscuridad absoluta. Sintió ese impulso de cerrar los ojos como si él también debiera concentrarse.
____Primero fue el ulular del viento. Después un resplandor como un relámpago que ahuyentó a los búhos del campanario. Un temblor ligeramente más fuerte que el que produjeron las campanas meció la estructura de la nave. Los cristales de los ventanales laterales y los de la enorme cúpula explotaron por la presión de una fuerza terrible. Una gran luz entró a la iglesia al tiempo que todos gritaban y se empujaban. La luz era tan poderosa que encegueció a todos. Sebastián vio con sus gafas un enorme pájaro o el contorno de un pájaro nunca imaginado en ese tamaño.
____–¡Es un pájaro –dijo Sebastián– y es gigante!
____–Es el Pájaro de Luz –anunció el Guardián y tiró de la mano del niño– no te quites las gafas, ven conmigo.
____El griterío era infernal. Los Gríseos no podían hacer nada. Se cubrían los ojos con lo que encontraban. En su calidad de mutantes la excesiva luz les molestaba más que a otros. Los perros aullaban. Los feligreses se empujaban volteando bancos en su afán de salir. El sacerdote con la mujer huyó al transepto tropezando y cayendo reiteradas veces. El lagarto que estaba en el interior de la nave enfurecido y fuera de control tiraba mordiscos peligrosos. Todo era un caos hasta que la luz, tan intensa como la del sol, salió por la enorme cúpula destruida. Tardaron un tiempo en poder ver otra vez. Una nebulosa empañaba la visión de muchos. Cuando lo hicieron descubrieron que faltaba la jaula con los pájaros. El gigantesco Pájaro de Luz se la había llevado.



© Gustavo Prego

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