6 de mayo de 2009

Pluvio Ovidio Nasón

Metamorfosis

Libro I
(Fragmento)

(…)
Dafne Peneya, de Febo el primer amor, al cual no
produjo el azar ignorante, mas la ira cruel de Cupido.
A éste el Delio, soberbio por la serpiente ha poco vencida,
viera doblando, tirante la cuerda, los cuernos del arco,¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶455
y: “¿Qué a ti con las fuertes armas, oh niño lascivo?
–había dicho–. Estas cargas, a los hombros nuestros convienen,
que dar a la fiera, dar ciertas llagas podemos al hote;
que ha poco a la hinchada Pitón que oprimía con vientre pestífero
tantas yugadas, postramos con innumerables saetas.¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶460
Tú, sé contento de con tu antorcha no sé cuáles amores
Excitar, y no las alabanzas nuestras te arrogues.”
A éste, el hijo de Venus: “Clave el tuyo, Febo, todas las cosas;
a ti, el arco mío –habló–; y cuanto los animales le ceden
todos juntos al dios, tanto es tu gloria menor que la nuestra”.¶¶¶¶¶¶¶465
Dijo, y, desgarrado por sus agitadas plumas el aire,
en la umbrosa cima del Parnaso se paró diligente,
y sacó, de la aljaba llena de saetas, dos dardos
de diversos oficios; éste ahuyenta, hace aquél el amor.
El que lo hace es dorado, y por su punta aguda refulge;¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶470
el que lo ahuyenta es obtuso, y tiene plomo bajo la caña.
Éste, el dios en la ninfa Peneida clavó; mas con ése
por los traspasados huesos dañó las medulas de Apolo.
Al punto, ama el uno; huye la otra el nombre de amante,
de latebras de selvas y de despojos de fieras¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶475
cautivas, gozándose, émula de Fede doncella;
una cinta obligaba, dispuestos sin ley, sus cabellos.
Muchos la pidieron a ella; ella, a los que pedíanla odiando,
intolerante e ignara de hombre, apartados bosques recorre,
y no lo que Himen, lo que amor, lo que sean connubios, procura.¶¶¶480
A menudo el padre dijo: “Un yerno a mí, hija, me debes”.
A menudo el padre dijo: “A mí me debes, niña unos nietos.”
Ella, odiando como un crimen las conyugales antorchas,
había con verecundo rubor sus bellos rostros teñido,
y adhiriéndose con blandos brazos en el cuello de su padre:¶¶¶¶¶¶¶¶485
“Dame, genitor carísimo –dijo–, que de una perpetua
virginidad disfrute; dio antes esto a Diana su padre.”
Él, por cierto, concede; mas ese decoro, que seas
tú lo que quieres, veda, y a tu voto tu forma repugna.
Ama Febo y de la vista Dafne los connubios ansía,¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶490
y lo que ansía espera, y los oráculos suyos lo engañan.
Y como, quitadas las espigas, los leves tallos se queman;
como arden los setos por las antorchas que acaso un viajero
o arrimó demasiado o abandonó ya bajo el día,
así se mudó en llamas el dios, así en todo su pecho¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶495
se abrasa, y nutre su estéril amor, esperando.
Contempla pender por el cuello los no adornados cabellos,
y: “¿Qué si se arreglaran? –dice. Ve centelleantes de fuego,
símiles a los astros, sus ojos; ve sus besos, que no
le es bastante haber visto; alaba sus dedos y manos¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶500
y antebrazos, y en más de media parte desnudos sus brazos;
si lago se esconde, lo estima mejor. Huye aquélla más rápida
que el aura leve, y no a estas voces del que la llama se para:
“Ninfa de Peneo, espera, te ruego; no enemigo te sigo;
ninfa, espera. Así la oveja al lobo, así la cierva al león;¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶505
así con pluma trepidante huyen las palomas al águila,
todos, a sus enemigos; me es causa el amor de seguirte.
¡Mísero de mí! No inclinada caigas, o indignas de herirte
las zarzas marquen tus piernas, y causa de dolor yo te sea.
Ásperos son los sitios donde aguijas, más lento, suplicio,¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶510
Corre, y reprime tu fuga; seguiré más lento yo mismo.
Pregunta, con todo, a quién places; no habitante del monte,
no soy yo pastor, no aquí ganados y greyes,
desaliñado guardo. No sabes, temeraria, no sabes
a quién huyes, y huyes por eso. A mí la délfica tierra¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶515
y Claros y Ténedos y sirve Patarea la regia;
Júpiter es mi padre; por mí lo que será y o que fue
y lo que es, se muestra; por mí concuerdan con las cuerdas los cármenes.
Cierta, en verdad, es la nuestra; empero, que la nuestra una flecha
es más cierta: la que hizo que llagas en mi pecho vacío.¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶520
Invento mío es la medicina y, por el orbe, el que ayuda
soy dicho, y a nosotros se sujeta el poder de las hierbas.
¡Ay de mí! Porque el amor no es por hierbas algunas sanable
ni aprovechan al dueño las artes que aprovechan a todos.”
Al que habría de hablar más, la Peneya con tímido curso¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶525
huye, y con él mismo abandonó inacabadas palabras,
viéndose, aun allí, hermosa; desnudaban los cuerpos los vientos
y encontradizos soplos hacían vibrar las vestes opuestas,
y leve el aura daba hacia atrás los impulsados cabellos;
se aumentó con la fuga la forma. Pero más no soporta¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶530
el joven dios perder sus blandicias, y, como avisaba
el mismo amor, sigue con incitado paso sus huellas.
Como el gálico can cuando en el campo vacío a la liebre
vio, y, con los pies, éste, la presa; la salvación busca aquélla;
el uno, igual al que va a dar alcance, espera tenerla¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶535
ya y ya, y con extendido hocico las huellas aprieta;
la otra tien en duda si será aprisiona, y se arranca
de los mismos dientes, y las bocas que la tocan esquiva;
dios y virgen, así, él, célere es de esperanza; ella, de miedo.
Empero, el que sigue, por las plumas de Amor ayudado,¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶540
es más rápido, y niega el descanso, y, de la que huye, la espalda
amaga, y sopla en sus nucas el cabello esparcido.
Consumidas sus fuerzas, palideció ella, y vencida
por la obra de la rauda fuga, viendo a las ondas Peneidas:
“Trae, padre –dice– socorro, si tenéis poder las corrientes;¶¶¶¶¶¶¶545
pierde esta figura, con lo cual plací en exceso, mudándola.”¶¶¶¶¶¶¶547
Apenas concluido el ruego, torpor grave ocupa los miembros;
los muelles pechos son ceñidos de tenue corteza;
en fronda los cabellos, crecen en ramas los brazos;¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶550
tan veloz ha poco, el pie en perezosas raíces se adhiere;
los rostros follaje tiene; sólo el resplandor queda en ella.
A ésta aún ama Febo, y puesta en el tronco su diestra,
siente hasta aquí el pecho trepidar bajo la nueva corteza,
y conteniendo con sus brazos, como a miembros, las ramas,¶¶¶¶¶¶¶555
da besos al leño; rehúye, empero, los besos el leño.
Al cual, el dios: “Y puesto que no puedes ser cónyuge mía,
serás por cierto –dijo– árbol mío; siempre han de tenerte,
a ti, cabellos; a ti, cítara; a ti, laurel, nuestra aljaba;
tú irás con los guías latinos, cuando el triunfo la alegre¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶¶560
voz cante, y los Capitolios a las luengas pompas revean.
Tú misma, fidelísima custodia, en las jambas de Augusto,
te erguirás a las puertas, y cuidarás la encina de en medio;
y como es mi cabeza juvenil con intonsos cabellos,
tú también de la fronda siempre lleva perpetuos honores.”¶¶¶¶¶¶¶¶¶565
Terminara Peán; con ramas hace poco hechas, el lauro
asintió, y como cabeza pareció agitarse la copa.
(…)


Descripción

Dafne, hija del río Peneo, fue el primer amor de Febo, amor no casual sino ocasionado por la ira de Cupido. En efecto, aquél, ensoberbecido por la muerte de Pitón, se burló de éste cuando lo vio tendiendo el arco, y le dijo que abandonara esas armas y se contentara con mover las antorchas del amor. Cupido, entonces, para vengarse, tomó de su aljaba dos flechas, una de oro, que provoca el amor, y otra de plomo, que lo ahuyenta; con aquélla, hirió a Febo; con ésta, a Dafne, para hacer así que el dios amara sin posibilidad de ser correspondido. La ninfa se consagró a la virgen Diana, y despreció a cuantos la pretendían, desoyendo al hacerlo los consejos de su padre, quien por último accedió a los deseos que de conservarse virgen ella le manifestara. Pero a esos deseos se oponía la gran hermosura de Dafne (452-489).
Arde de amor Febo, y él, cuyos oráculos revelan la verdad a los demás, se engaña esperando que la ninfa le corresponda; admira sus cabellos, sus ojos, sus labios, sus dedos y manos y brazos, y admira todavía más aquello que de ella se le esconde (490-502).
Huye Dafne más rápida que el viento, y Febo la sigue rogándole. No es su enemigo, le dice, sino su enamorado; que teme que se hiera al huir, y por eso él va más despacio. Y además, ella debe considerar que no es amada por un montaraz o pastor desaliñado, sino por el dios venerado en Delfos, Claros, Ténedos y Patarea, hijo de Júpiter, revelador de lo que fue, lo que es y lo que será; inventor, además, de la música y de la medicina. Pero fue herido por una flecha más cierta que las suyas, y ama, y las artes con que a todos beneficia no lo benefician a él mismo. (503-524).
No lo escucha más la ninfa, y huye todavía con prisa mayor, y el viento se le opone, al ceñirle la veste o al descubrirle parte del cuerpo, la hace aún más hermosa. Incitado, el dios aumenta su carrera, de tal modo que ella, fatigada, al sentir que le va a dar alcance, ruega a su padre, cabe cuyas ondas corría, que le cambie la figura, que por hermosa le acarreó el sufrimiento (525-547). En cuanto acaba su ruego, siente que el cuerpo se le entorpece y se le cubre de corteza, que los cabellos se hacen frondas y los brazos se le vuelven en luengas ramas; los pies, hace poco tan veloces, se le convierten en lentas raíces; el rostro se viste de follaje, y de ella persiste no más que el prístino brillo. Aun así, la ama Febo, y toca el tronco y la siente temblar bajo él, y abraza las ramas, y da besos a la corteza: Huye el árbol sus besos (548-556). Entonces el dios, cautivo siempre del amor, le dice que, ya que no pudo hacerla su esposa, la hará su árbol, y que Dafne, mudada al laurel, estará en sus cabellos, en su cítara, en su aljaba, y acompañará en los triunfos a los capitanes romanos, y se erguirá a las puertas del templo de Augusto. Y que, así como la cabeza de Febo es siempre juvenil, será siempre joven el follaje del árbol. Y Dafne asintió a esto, y la copa del laurel se movió como una cabeza que aprueba (557-567).

Pluvio Ovidio Nason, La Metamorfosis, fragmento del Libro Primero, versión y descripción de Rubén Bonifaz Nuño.

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