14 de mayo de 2009

Isidoro Blainten

"La literatura es cruel"

Por Miguel Ruso

Isidoro Blaisten, nacido en Concordia, Entre Ríos, en 1933, se define como un humilde cuentista. Escribió Sucedió en la lluvia (1965), La felicidad (1969), La salvación (1972), El mago (1974), Dublín al Sur (1980), Cerrado por melancolía (1981), Cuentos anteriores (1982), Anticonferencias (1983), A mí nunca me dejaban hablar (1985) y Carroza y reina (1986). Este año apareció una nueva versión de su libro El mago con la inclusión de veinte nuevos cuentos. Y al hablar de literatura habla de la vida, como ocurre con los buenos escritores.

"Algo de bueno sucede en la literatura –reflexiona Blaisten. Ocurre que en los últimos veinte años en el país pasó tanto agua bajo el puente que estuvimos inundados, a punto de ahogamos en una de las noches más negras de nuestra negra historia. Existió una inundación espiritual además, un ahogo del alma. Sin embargo en esos veinte años se produjeron Rayuela, Adán Buenosayres, las obras completas de Borges. Ahora estamos atisbando el fulgor, cierta esperanza por el país y en literatura nos encontrarnos con el afinamiento de un lenguaje propio. Esa cosa íntima, nuestra. Esa forma de escribir rioplatense que nos distingue del resto de la América que produce en español y del resto del mundo. Eso que hace que ante la lectura de un texto uno pueda decir con certeza que está escrito por un argentino. Y ese idioma nace en Borges."

Justamente fue Jorge Luis Borges quien especificó que todo hombre es del tiempo que le toca vivir y en el caso concreto de Blaisten, muchos críticos creyeron ver en su cuento "Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos" (Cerrado por melancolía) el reflejo de un país destrozado por la dictadura.

"Es que los militares, prohibiendo la forma lisa y llana de decir, fomentaron, sin saberlo, el uso de la metáfora –explica el autor–. No quisieron, pero le dieron más belleza a la escritura. Se agudizó el uso de la alusión, de la forma de sugerir y eso resultó bastante productivo.

También admite que a partir de la dictadura se produce un corte en la literatura. Un corte necesario. "Los periodistas que sabían –opina Blaisten– no podían hablar porque los mataban o los desaparecían, entonces la gente se volcó a la literatura. Se da comienzo a una manera de escribir periodística, una literatura que de algún modo informa a la gente de lo que está ocurriendo, lo que la gente necesita. Se busca en lo literario la explicación de lo que está pasando: Nunca más, Ezeiza, La novela de Perón. El lector quería saber, necesitaba saber lo que se había callado. Luego aconteció la saturación y entonces hubo un vuelco hacia la literatura un tanto alejada de lo periodístico."

Isidoro Blaisten repite, en sus talleres, hasta el cansancio, que la literatura es un trabajo, que el arte, guste o no, es forma. O como decía Jean Paul Sartre es poner en forma. "Así como para pintar un cuadro hay que aprender primero a dibujar –dice el escritor– hay que admitir que las medidas, las formas, las equivalencias no están para joderte la vida. Están para ayudarte. Hay gente que me dice: "Ah, no, yo escribo lo que siento". Está bien, uno puede pensar que tiene un hermoso sufrimiento, pero eso no le importa a nadie. La literatura es cruel. Uno puede escribir la letra de Anclao en París estando en Madrid, fumando cigarrillos egipcios y con pijama de seda. De todos modos el que escucha el tango, llora. Esas son las contradicciones del arte de escribir. Del oficio de escritor."

Abomina de los escritores que recién empiezan y leyeron en alguna parte que la literatura es demoníaca, entonces en lugar de dedicarse a escribir ejercen la maldad. "Cualquier loco –reflexiona Blaisten– se puede cortar una oreja, pero Van Gogh hubo uno sólo. O se termina por acusar a Borges de eyaculador precoz o impotente y se olvidan que sólo una persona pudo escribir "El jardín de senderos que se bifurcan". Después de la política, de ciertos ideales, del fin de las ideologías, ¿qué va a quedar? Simplemente aquello que toque el corazón de los hombres. Y pasiones humanas hay diez y son las que mostró Shakespeare, las que retomó Cervantes, y pasarán los años y siempre la gente volverá sobre los textos que hablen de ellos. Sin facilismos, desechando la intertextualidad como invento novedoso. La guiñada existe desde que existe la literatura. De Virgilio a Homero, entre los antiguos, en Marechal, en Borges. Y ahora hay los que pretenden establecer la guiñada antes que el ojo. Por favor, basta de boludeces, hay que escribir a través de la vida y dejar que los críticos se encarguen de encasillar o codificar los textos."

Sin embargo, reacio al encasillamiento, Blaisten concluye: "Para determinar en qué escuela o movimiento estoy, cito la Biblia, un pasaje que dice: Ay del solo. Yo soy un tipo sólo. Cambio constantemente, entonces no me pueden clasificar. Carezco de grupos de pertenencia y te dan con todo por esto. Me dicen que soy polémico y jamás me metí contra nadie. Eso no te lo perdonan. A mí me interesa hacer mi obra y que el lector me juzgue. Estoy vivo, por favor no me embalsamen, quiero seguir".

La Maga, 1991

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