30 de mayo de 2010





____Al regresar al comedor sus padres leían ubicados en la gran mesa. Sebastián se dirigió hacia su lugar, a su mesita bajo la ventana. La revista de historietas que comprara especialmente para sus vacaciones no le despertaba ningún interés. Tomó una hoja y con un lápiz rojo comenzó a trazar líneas y a sombrear aquí y allá y sin darse cuenta dibujó un pájaro. Ello lo acongojó y le ahuyentó las ganas de dibujar. Descorrió la cortina para hurgar con sus ojos en la espesa niebla, como si fuera allí o detrás donde se encontraba el mal que aquejaba a la Aldea.
____Sus padres, dejando de leer, observaron la tristeza en el rostro de Sebastián. Se miraron y comprendieron que no podían prohibirle en sus vacaciones salir y divertirse. Su padre se sentía culpable por que había elegido el lugar para descansar y sin querer había hecho una mala elección. Con una mirada de aprobación su madre lo llamó.
____–Mirá Sebastián, ayer fuiste descuidado y te merecés quedarte todo el día adentro. Pero estamos de vacaciones y es injusto tenerte castigado, ya que, por lo que vemos, sos el único que encontró algo interesante en este lugar.
____–Sí –continuó el padre –me siento culpable por haberlos traído aquí. No sabía que era un lugar tan inhóspito y de un clima tan feo. Cuando mi Tía me describía por carta este lugar lo hacía con un cariño tan especial. Parecía que escribía sobre el paraíso. Siempre quise conocerlo. Bueno, Sebastián quedás perdonado por tu falta. Eso sí, no vas a estar más de un par de horas sin dar noticias ¡Entendido!
____–¡Entendido papá –gritó lleno de júbilo– gracias mamá, gracias papá! –les dio un beso grande que prolongó con un abrazo.
____–Son las diez, para las once y media te queremos aquí por que nos tenés que ayudar con el almuerzo –dijo su madre.
____–Bueno, mamá –dijo Sebastián dirigiéndose a su habitación donde tenía su mochila. Se despidió de sus padres y se encaminó hacia el Bosque del Guardián de la Naturaleza.
____La Aldea, o lo que podía ver de ella, estaba desierta. El libro pesaba demasiado en su mochila pero caminaba con gusto por que iba a ver a su paloma.
____–Si tengo algo más de media hora de ida y otro tanto de vuelta mucho antes de las doce podré estar en la cabaña –comentó para sí especulando con la curiosa característica que poseía el tiempo del Bosque.
____Las distintas variantes del Camino Real lo llenaban de alegría. Tantas eran las ganas de llegar que no prestaba atención a la hilera de vegetación muerta que estaba a ambos lados. Le daba al lugar un aspecto fantasmagórico que hacía erizar los pelos. De la niebla surgió el recodo del camino y la cerca. Sebastián dio un salto de alborozo. Los postes y palos horizontales que formaban ese límite mágico estaban podridos por la exposición prolongada a la humedad. Tal era la alegría que tenía Sebastián que le pareció hermosa la cerca. Se subió a ella y se lanzó al vacío. Sin embargo algo extraño sucedió. Lo tomaron de la mochila y lo jalaron para atrás. Cayó aturdido en la gramilla húmeda. Se levantó asustado pensando que algún Gríseo lo había seguido. Pero no había nadie. A medida que el temor cedía pensaba las posibilidades de ese extraño acontecimiento. Lo intentó una vez más. Lo hizo despacio, boleando una pierna y pasando con naturalidad hacia el otro lado. La pierna pasó sin problemas. Su amplio recorrido no fue interrumpido por nada. En cambio su cuerpo sintió el mismo tirón de la mochila. Dedujo que allí estaba el problema. Aunque pareciera tonto reconocerlo era la mochila la que se negaba a pasar. Hizo la prueba para estar seguro. Dejó la mochila en el piso cubierto de gramillas amarillentas y saltó totalmente libre. El resultado fue el esperado. Cayó en ese mundo distinto y bello, llenó de luz y calor. “¿Qué tendrá la mochila que no quiere pasar?” se preguntó. Y sin cavilar demasiado entendió que no era precisamente la mochila la que se negaba a pasar sino el libro. Al tener una idea más clara de lo sucedido retornó con un salto y sacó el libro de la mochila. Tomó ésta y la arrojó al otro lado. Desapareció al cruzar el límite mágico.
____–Bien, entonces es el libro el que se niega a sortear la cerca –dijo mirándolo atentamente. Faltaba la última comprobación. Arrojó el libro y éste rebotó como una pelota en esa pared invisible. Sebastián lo atrapó antes de caer en la gramilla mojada. Leyó "El armonioso canto de los pájaros" y se preguntó por qué. Como era un chico que no se dejaba vencer fácilmente lo intentó una vez más. Primero pasó todo su cuerpo y dejó del lado de la Aldea sus brazos extendidos donde tenía aferrado al libro. Luego acomodando sus pies y su cuerpo pegó un tirón. El libro cedió en su porfía. Una vez superada la barrera mágica que dividía al Bosque de La Gran Aldea del Sud guardó el libro en su mochila para darle una sorpresa al Guardián.
____Se colocó la mochila y a los pocos pasos sintió que algo se movía en el interior. No prestó atención ya que podía ser que el libro, en su capricho, se negara a avanzar contra su voluntad. Pero lo que se movía en la mochila comenzó a hacerlo con más violencia. El chico detuvo la marcha para ver que ocurría en el interior. Abrió la mochila y para su sorpresa comenzaron a salir pájaros de colores como los que había dibujados en el libro. De éste no quedó absolutamente nada. Sebastián maravillado por ese milagro vio como se perdían entre el follaje de los altos árboles del Bosque. Confundido por la suerte del libro y su transformación fabulosa siguió camino a la cabaña del Guardián.



© Gustavo Prego


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