28 de agosto de 2009

Los géneros periodísticos

Introducción

El diario a diario

Una de las características comunes que definen a los medios de comunicación social es su periodicidad, es decir, la emisión de mensajes dentro de períodos determinados (que pueden ser o no regulares). De aquí la denominación de periodismo referida a la actividad de transmitir información dentro de esta modalidad.
Como los medios impresos fueron los primeros portadores de la información, por extensión se aplicó el hombre genérico de periódico a toda publicación impresa, sin tener en cuenta el tiempo que media entre cada una de las ediciones.
En 1961, un Comité de Expertos de la Unesco estableció que “se entiende, en términos generales, como periódico, todo medio impreso editado en un determinado país, destinado al público, cuyas publicaciones constituyan una serie continua, con un mismo título, que muestren una determinada periodicidad, regular o irregular, pero no superior al lapso de un año, con ejemplares fichados y numerados”.
La preeminencia y los rasgos distintivos de la prensa diaria hicieron que, dentro de la denominación genérica de “periódico” se estableciera una diferenciación precisa entre las publicaciones cotidianas y aquellas de periodicidad más espaciada y que, técnicamente, se adoptara el nombre de “diarios” para las primeras y el de “periódicos” o “revistas” para los de edición semanal o de mayor separación temporal.
El diario es, entonces, la publicación periodística impresa que aparece todos los días, sin que se tome en cuenta para esta caracterización el hecho de que pueda “tirar” más de una edición dentro de la misma jornada.
Según el horario en que salgan a la venta los diarios se clasifican en matutinos y vespertinos.

¿Para qué se edita un diario?

Los diarios se caracterizan, en forma general, por su intencionalidad básicamente informativa que comparten en menor medida, con la interpretativa y crítica.
Los diarios, en principio, tratan de presentar todos los aspectos del acontecer de todos los ámbitos geográficos y sociales y, en este sentido, es que se habla de la amplitud de sus contenidos.
Finalmente, los diarios se definen por la actualidad de sus enfoques y el propósito de difundirlos masivamente.
Pero hagamos algunas aclaraciones. En primer lugar es necesario recordar que el lenguaje, en tanto instrumento para expresar ideas, posee una función comunicativa a la que se suma inseparable e inevitablemente, otra función: la de dar forma a las ideas, la de proporcionar al hombre la posibilidad de ordenar, estructurar el mundo que lo rodea. Dicho de otro modo: a la vez que posibilita la comunicación el lenguaje permite al hombre organizar un modelo del mundo; a esta segunda función del lenguaje la llamaremos modelizadora.
¿Cuál es la importancia de reconocer estas dos funciones? En cuanto al aspecto comunicativo del lenguaje, el desarrollo de las investigaciones en torno a la comunicación de masas, ha reformulado los conceptos tradicionales de “mensaje” y “código” para poner en relieve las diferentes interpretaciones de un mismo mensaje según los diferentes sujetos receptores. Así, no se habla ya de un código único y común al emisor y al receptor sino de dos instancias distintas, la que codifica y la que decodifica el mensaje. Queda claro, entonces, que las competencias o capacidades que posee quien escribe un discurso periodístico no son las mismas que las de quien lo recibe.
En cuanto a la función modelizadora, importa destacar que los medios, inevitablemente, dan sólo una versión parcial del mundo: seleccionan, jerarquizan, reordenan, recortan la realidad de tal modo que el producto final es sólo reconocible en ese medio y no en otro, cualesquiera hayan sido los sucesos del día en cuestión. Los compradores de Crónica, por ejemplo, saben de antemano lo que adquieren, del mismo modo que los lectores de Página/12 tienen expectativas que el diario ha de confirmar independientemente de lo que al mundo se le haya ocurrido ser el día anterior. Y la satisfacción de las expectativas del lector radica en que el producto que alimenta la lealtad hacia un medio va más allá de un estilo particular de presentar un material común: por debajo del estilo, del contenido aparente y explícito, hay una estructura, un modelo del mundo que constituye en sí mismo un contenido. Cada publicación, por lo tanto, confirma una versión del mundo esperada por cierto sector de la sociedad. Confirma su versión.


Entonces ¿La objetividad de la prensa es un mito?

Sabemos ahora que el “sagrado principio de objetividad y verdad” al que dice adherir la mayoría de los medios de prensa es, en cierto sentido, una ilusión, un efecto al que se tiene por medio de una serie de recursos que analizaremos un poso más adelante. Desde esta óptica, lo que percibimos y vivimos como “actualidad” (así como nos la presenta, por ejemplo, un noticiero de televisión o un diario en un día cualquiera), no es La Realidad en sí sino un producto elaborado por los medios. Los acontecimientos sociales, por la tanto, existen como tales por obra de los medios de comunicación masiva. Así como una fábrica automotriz produce distintos modelos de automóviles, los medios informativos producen distintos modelos de actualidad según los receptores a los cuales se dirijan.
¿Lo planteado implica que La Realidad en sí es una ilusión? No. En verdad, los distintos “modelos de actualidad” que conforman los medios se organizan bajo una realidad determinada, bajo condiciones históricas precisas. Lo que los medios eligen convertir en actualidad, lo que deciden, inclusive, no declarar como ocurrido en una sociedad dada, está determinada por las circunstancias históricas por las que atraviesa esa sociedad. Si un medio niega la existencia de un acontecimiento, esto ocurre por determinaciones sociales; de la misma manera, si nos encontramos ante una noticia totalmente falsificada, podemos descubrir detrás de esa falsificación un valor social. La Realidad, entonces, puede ser observada a partir de examinar lo que los medios construyen como actual, porque esa construcción está determinada históricamente. Por ejemplo, si comparamos los acontecimientos presentados como existentes en los distintos diarios durante la última dictadura militar con los sucesos que ya todos sabemos que ocurrían y que los medios negaban, comprobaremos, por un lado, que la “actualidad” de ese momento era un producto fabricado por los medios y, por otro, que esa elaboración estaba determinada por la historia misma de nuestro país.
En este sentido, sostener el mito de la objetividad e imparcialidad absoluta de los medios, sostener que los medios dicen La Verdad, es tan erróneo como levantar el mito contrario: el de La Mentira y la parcialidad total. Ambos mitos se elaboran sobre la base del desconocimiento o la negación del intercambio de mensajes generado y determinado por un momento dado de la historia. Los medios no producen objetividad pero tampoco son el imaginario de los periodistas.


Lector activo vs. Manipulación

Hemos planteado ya la diferencia entre el código del emisor de un mensaje y el código de aquel que lo recibe. Los destinatarios de los mensajes de masas, según la situación social en que viven, la educación que se les ha impartido, las disposiciones psicológicas del momento, etc., reciben de modo muy diferente los mensajes. Y, en principio, nadie regula esta recepción, nadie controla u organiza el modo en que los destinatarios reciben los mensajes y les otorgan su confianza. Si a esto sumamos el hecho de que, como afirma Umberto Eco, hoy los medios se han convertido en “industria pesada”, podríamos pensar que nos encontramos ante una situación apocalíptica y anárquica: los medios, esos colosos ¿nos manejan a su antojo?; si es así, ¿la solución está en que controlemos los medios?; ¿en que nos apropiemos del código del Gran Emisor?; ¿es acaso posible que nosotros accedamos al control de los medios? Según Eco, la única salida que tenemos ante la hegemonía de la comunicación de masas es aprovechar la libertad de leer los mensajes de modo diferente. La alternativa no está, entonces, en la pretensión inalcanzable de controlar el código del Gran Emisor sino en oponer a éste nuestro código de lectura como una verdadera respuesta. “La batalla por la supervivencia del hombre en la Era de la Comunicación” –afirma Eco– “no se gana en el lugar de donde parte la comunicación, sino en el lugar adonde llega. Debemos ser capaces de imaginar unos sistemas complementarios de comunicación que nos permitan llegar a cada grupo humano en particular, de la audiencia universal, para discutir el mensaje en su punto de llegada, a la luz de los códigos de llegada, confrontándolos con los códigos de partida.”
Y éste es, en definitiva, nuestro objetivo: que ustedes discutan junto con sus profesores los mensajes que recibimos de “el diario a diario”, para develar sus efectos de sentido, par desnudar otra u otras posibilidades de interpretación.


Las secciones del diario: todo un “mapa” de la sociedad

En los diarios, las distintas áreas del acontecer aparecen “cubiertas” por diferentes secciones. Algunas de ellas tienen un carácter fijo y permanece; otras son de índole especial, porque cubren una temática predeterminada y se publican con una periodicidad más amplia.
Las secciones no se dan del mismo modo en todos los diarios. Resulta claro que, entre los diferentes medios impresos, las variaciones pueden ir desde la supresión total de la organización en secciones a la inclusión u ordenamiento de una información en secciones francamente opuestas (un homicidio como “caso político” y, en otro medio, como “caso policial”).
En este sentido, por ordenar los acontecimientos, por clasificarlos según una serie de dimensiones –política, economía, deportes, cultura, etc.– es que podemos afirmar que la organización en secciones reproduce el “mapa” de las instituciones vigentes en un momento dado de la historia de la sociedad. De aquí que el cambio social haya redundado en un cambio en la estructuración de las secciones.
Planteamos un esquema general de las secciones actuales:
Nos hemos seguido un orden jerárquico al establecer esta serie, porque éste depende de cada publicación. No incluimos la sección “Avisos Clasificados” porque compete al aspecto administrativo del diario, a su organización económico-comercial y n a su aspecto periodístico en sí. En cada una de las secciones nos encontramos con géneros periodísticos más o menos estables.


Los géneros periodísticos: un objeto casi inabarcable

Teniendo en cuenta las características generales de los discursos periodísticos, podemos distinguir tres grandes formas de expresión que implican intencionalidades diferentes y que, a su vez, abarcan con características distintas:
Cada uno de estos géneros admite, a su vez, un análisis en géneros más particulares. Por ejemplo, es posible estudiar la fotografía en relación con el reportaje, como instantánea o como pose, y contraponerla a la fotografía que acompaña la crónica; y más aún: dentro de lo que es la fotografía de crónicas, es posible distinguir la foto-policial, la foto-política, la foto-deportiva, cada una con sus marcas distintivas, como instantánea o como pose. El mismo procedimiento pormenorizado podemos efectuar con respecto a los titulares de cada tipo de género o a las distintas clases de reportajes. En fin, los géneros periodísticos se nos aparecen como un objeto casi inabarcable…
En este trabajo sólo nos limitaremos a trazar las líneas que definen los géneros que nos parecen fundamentales por su peso dentro de lo que es el periodismo escrito actual.


Los géneros informativos

El periodismo informativo procura dar a conocer lo que se refiere a un hecho ocurrido o por ocurrir ajustándose, en lo posible, a toda una serie de recursos que tienden a crear el efecto de fidelidad respecto del acontecimiento, la ilusión de Verdad.
Salvo en el caso particular del reportaje, podemos marcar comocaracterística general del género informativo el hecho de constituirse como transmisor (“presentador”) de otros enunciados, de manera directa o indirecta y siempre sobre la base de la función referencial del lenguaje.
Los medios informativos tradicionalistas (La Prensa, La Nación) jerarquizan lo informativo por sobre lo interpretativo. Con su aparición a fines del siglo pasado estructuraron lo que dio en llamarse “prensa seria”, presuntamente objetiva y que enuncia en representación de una generalidad (esto, desde el mismo nombre de los diarios). Así La Prensa, en su primer número se compromete a “expresar y representar la verdadera Opinión Pública, sin sujetarla a la nuestra, ni menos formarla o dirigirla”. Históricamente, los llamados diarios tradicionales han distinguido de modo muy fuerte su papel como medios informativos y su papel como agentes de opinión y para ello recurrieron a una clara separación en secciones. Para esta concepción del periodismo, toda irrupción de interpretaciones u opiniones en el interior de la información es considerada como un desvío, como una codificación incorrecta. Por el contrario, los medios gráficos de corte más moderno, ajustándose a ciertos cambios productos en el seno de la labor periodística a causa del avance tecnológico, aceptan lo interpretativo dentro de la información e incluso llegan a privilegiarlo, como un modo de reaccionar ante la posibilidad de limitarse a copiar a diagramar una noticia que llega por medio de un cable de agencia informativa.
Ahora que hemos distinguido de modo general los géneros informativos podemos pasar a caracterizar en particular los más importantes.

La noticia: no mucho más que una oración simple

La noticia propiamente dicha (la denominamos así para no confundirla con la idea general de que el término “noticia” abarca todo lo que se informa) es la forma más simple de redacción periodística: se ciñe a la escueta enumeración de los datos esenciales de un hecho: “¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Por qué?” y, a lo sumo “¿Para qué?”. Como se observa fácilmente, una noticia puede reducirse a la estructura de una oración simple: sujeto-núcleo verbal-circunstanciales. Lógicamente, la necesidad de hacer más ágil y diversificado el estilo, hace que estos datos sean volcados, a veces, en varias oraciones simples o en proposiciones coordinadas; pero siempre tratan de evitarse las subordinadas para no complicar la expresión.
La noticia se usa para anunciar hechos por ocurrir; básicamente, se trata de información acerca de las actividades que tienen programadas entidades oficiales o privadas y suministrada por fuentes. Si se quiere expresar la certeza acerca de la realización del hecho se emplea el futuro del modo indicativo (“se reunirán”, “habrán de reunirse”); en cambio, si el hecho es solamente probable, el tiempo verbal utilizado es el condicional (“se reunirían”, “habrían de reunirse”). Sólo se redacta una noticia en pasado en el caso de que informen hechos ya ocurridos pero que no dan lugar a una narración: son sólo datos, como por ejemplo, el caso de la resolución de una asamblea, un comunicado, la firma de un acuerdo, etc.


La crónica: la ilusión del despliegue del tiempo

Al contrario de lo que ocurre con la noticia, la crónica es, fundamentalmente, un discurso narrativo; es decir, que relata un acontecimiento dando la ilusión de un desarrollo cronológico (del griego, “cronos”: tiempo), representando, a partir de una serie de recursos, la temporalidad.
Considerando el discurso narrativo propio de la crónica periodística, la categoría de “tiempo” remite a la relación de dos líneas temporales bien diferenciadas: el tiempo de la historia efectivamente ocurrida y el tiempo del relato que se hace de ella. Si tenemos en cuenta el orden en que la crónica relaciona estas dos líneas cronológicas, es posible establecer dos modos básicos de organización temporal: la correspondencia o paralelismo entre el orden de la historia y el orden del relato y las anacronías ente ambos órdenes.
La correspondencia entre el orden de la historia y el orden del relato implica la ilusión de que se está ante los hechos en el mismo orden en que sucedieron, tal como se fueron desencadenando. Este recurso permite borrar las huellas de la actividad del narrador-cronista de modo que no se evidencie su intervención en la construcción del relato y con la finalidad de crear un efecto de objetividad. Otra de las ilusiones que surge del paralelismo entre las dos historias es la de consecuencia: alcanza con que dos segmentos estén ubicados en posición de sucesión cronológica para que se produzca el apoyo de uno en el otro y aparezcan no sólo asociados en sucesión temporal sino también en función lógica (causalidad, finalidad, etc.) En síntesis: la correlación entre el orden de la historia ocurrida y del relato que hace de ella el cronista de la impresión, por una parte de que el relato “refleja” la historia tal cual fue y, por otra parte, genera el efecto que nos hace percibir la sucesión temporal como un encadenamiento lógico. Así, “X robó la cartera a una dama en el colectivo. Un pasajero lo descubrió. El chofer lo condujo a la comisaría”, no sólo implica relatar los hechos “en el orden en que sucedieron” sino también las relaciones lógicas “a causa de que X robó, un pasajero lo descubrió y, como consecuencia, el chofer lo condujo a la comisaría”.
En el caso de relación temporal que definimos como anacronías las órdenes de la historia y del relato no coinciden. Hay una historia que efectivamente ocurrió, una historia, en este sentido, terminada. Pero hay también ciertos elementos en esa historia que se presentan como irresueltos, como “enigmas” y que hacen que el cronista se retrotraiga a datos relevados antes, que “vuelta atrás” en el relato para reelaborarlos, rectificarlos o ratificarlos. También puede ocurrir que los “enigmas” lo “obliguen” a formular conjeturas, a “ir hacia delante”. Todo esto para construir no sólo el relato de la historia ocurrida sino también el relato de su investigación.
Si el tiempo base que rige todo relato es el pretérito perfecto simple, las “idas hacia atrás” se expresan en pretérito pluscuamperfecto y las “idas hacia delante” en condicional o en presente de enunciación, a modo de comentario del cronista. Por ejemplo, “X desapareció hace un mes. ¿Por qué tres meses antes había consultado a un parapsicólogo? ¿Por qué éste se presentó ayer ante la policía? ¿Sería / es posible pensar en un secuestro del que el parapsicólogo tuvo conocimiento?”
Desde ya que las anacronías no sólo se utilizan en casos enigmáticos; también aparecen como simple recurso narrativo destinado a amenizar el relato, sobre todo en las crónicas deportivas, para crear cierto “suspenso” ante una historia que ya desde el título se sabe cómo terminó: “X pudo concretar el gol que 10 minutos antes se había llevado las esperanzas del equipo. Pero el destino, a esa altura, ya había determinado que la copa caería en otras manos”.
Todo lo planteado hasta aquí, respecto de la narración. Pero…

La crónica ¿es una narración pura?

Hemos definido fundamentalmente a la crónica como un relato. Esto significa que la narración funciona como marco general de la crónica y no impide que, en ese marco, funcionen a modo de segmentos diferenciados otros tipos de discursos. De este modo, podemos mejorar nuestra definición: la crónica es un relato constituido por segmentos narrativos, comentativos, descriptivos y escenificados. Detengámonos a caracterizar estos segmentos.
Ya hemos planteado que los segmentos narrativos se definen por el empleo de los tiempos típicos del relato. El tiempo-base de un relato, su punto de partida, está dado por el pretérito perfecto simple en combinación con el pretérito imperfecto; el primero se emplea para expresar acciones puntuales, acabadas destacadas y el segundo, para dar cuenta de procesos ubicados en un segundo plano, como telón de fondo (por ejemplo, “murió” frente a “mientras dormía”). Las “idas hacia atrás” respecto del tiempo-base se expresan en pretérito pluscuamperfecto y las “idas hacia delante”, en condicional. (¡Hay que repasar las “anacronías”!) Otro tiempo del relato empleado con frecuencia en las crónicas, sobre todo en aquellas de los llamados “diarios populares”, es el presente histórico, que equivale, en cierta medida, a la combinación de pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto: “Apresan a siete delincuentes; seis de ellos son casi niños” o “Empresario acribilla a novio de su hija porque es pobre” (Crónica, 27/7/93). El presente histórico tiene la particularidad de no permitirnos distinguir qué acciones se ubican en primer plano; esto se comprueba fácilmente si parafraseamos el enunciado en pasado: “Empresario acribilló a novio de su hija porque era pobre”.
La narración, en síntesis, se dedica a los acontecimientos considerándolos como puros procesos y por ello pone el acento en le aspecto temporal del relato.

Los segmentos descriptivos: el proceso vuelto “espectáculo”

Los segmentos descriptivos, contrariamente a lo que ocurre con los narrativos, se detienen sobre objetos y seres considerados en su yuxtaposición espacial y consideran los procesos como espectáculos. Estos “procesos-espectáculo” son frecuentes en la crónica; aparecen cada vez que la mirada del cronista se detiene en individuos u objetos marginales respecto de la trama narrativa y, en este sentido, implican siempre una pausa en la narración. Los segmentos descriptivos tienen también marcas verbales específicas; en primer lugar, el predominio de los verbos de estado (“ser”, “estar”, “encontrarse”, “ubicarse”, etc.) y de percepción (“ver”, “observar”, “escuchar”, etc.) por sobre los de acción y, en segundo lugar, la abundancia de procesos durativos expresados en imperfecto, que convienen más a la ilusión de suspensión temporal (“era”, “se ubicaba”, etc.) en relación con los procesos acabados y puntuales propios de la narración.
¿Qué función cumplen los segmentos descriptivos en la crónica? Fundamentalmente, tienden a revelar y, al mismo tiempo, a justificar el porqué de los acontecimientos y la psicología de los personajes implicados en ellos; son, a la vez, signo, causa y efecto. Pero además, la ilusión de “haber estado allí” que surge de las descripciones se supone como justificación suficiente del describir, como prueba de verdad. R. Barthes, llama a es recurso “efecto de realidad” y al respecto afirma: “los detalles connotan lo real, dicen ‘somos lo real’”.
Si bien la mayoría de los segmentos descriptivos son descripciones de atmósferas y de seres y constituyen una pausa en la trama narrativa, existen otros que al mismo tiempo que describen se enlazan con la narración y la hacen avanzar.

Los segmentos comentativos: la huella más clara de la enunciación

Cada vez que dentro del relato aparece una intervención del cronista para juzgar, más o menos explícitamente, los hechos referidos, se pasa a otro sistema temporal, el del comentario. Por lo tanto, el comentario implica una ruptura en el relato en la medida en que el cronista abandona el esquema verbal paneleado para la narración y adopta como tiempo-base el presente de enunciación que remite, claramente, al momento en que está hablando. Veamos, por ejemplo, este pasaje: “X murió hace un mes. ¿Cómo es posible que no se conozcan las causas de la muerte?”.
Es fácil notar que se plantea aquí la existencia de un emisor –el cronista– de un “yo” que manifiesta su desconcierto ante y en el “ahora” en el que se sitúa y enuncia (“¿Cómo es posible, en el ahora en el que yo me encuentro hablando, que no se conozcan las causas de su muerte?”).
Recalquemos que esto no significa que en el caso de la narración no exista emisor; significa, en verdad, que se borran sus huellas y que, por el contrario, en el comentario, estas huellas se hacen visibles, explícitas. Y no sólo a partir de un uso distintivo de los tiempos verbales; también es posible detectar al sujeto enunciador en expresiones como: “hay que decirlo claramente”, “curiosamente”, “sin lugar a dudas”, “fatalmente”, etc. (es decir: “yo encuentro curioso”, “me resulta fatal”, etc.).
¿Qué papel juega el segmento comentativo en la crónica? Habrá que avanzar un poco más en la lectura de este estudio para enterrarse…

La escena: un segmento poco frecuente

La escena o transcripción de un diálogo (entre el cronista y testigos, entre el cronista y testigos, entre testigos y jueces, entre políticos, etc.) es poco común en las crónicas. En general, las palabras de los otros son referidas en discurso directo (“El presidente C. Menem dijo: La reforma es el momento institucional más importante del siglo”) o indirecto (“Menem dijo que la reforma hubiera sido imposible sin diez años de democracia”). También pueden ser narrativizadas: en este caso, el periodista sólo retiene el tema y lo integra al hilo de su relato (“Reclamaron mejoras salariales y el pago de viáticos”). La narrativización suele aparecer en negrita y sin comillas (“El plan de Sony, anunciado en marzo, tiene por objeto reducir la burocracia”). Otras veces, sólo el acto de discurso es mencionado, con elipsis total del contenido (“EE.UU. vetó el plan económico de Lula”. “Presión del oficialismo para reelegir gobernadores”). Todos los ejemplos fueron tomados de Clarín, 26/05/94.
Crónica: Superestructura


Consecuencias: Pueden ser acciones consecuentes o reacciones orales.
Expectativas: Sucesos que, a criterio del periodista, podrían ocurrir.
Evaluación: Opinión personal del periodista.
Marco: Lugar y fecha.
Aclaraciones: Datos e informaciones adicionales para entender el tema.


Los géneros periodísticos, Antología, Editorial Colihue, Buenos Aires, 1996

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