15 de abril de 2010






____Despertó sobresaltado no sólo por la pesadilla sino por que había dormido demasiado y no dispondría de mucho tiempo para reunir a los Amigos del Bosque.
____–¿Por qué me dejaron dormir tanto? –recriminó a sus padres que estaban jugando a las cartas en el comedor.
____–Es que te vimos tan cansado que juzgamos apropiado que durmieras una buena siesta –dijo su madre.
____–Ahora que recuperaste tus fuerzas podrás salir a dar una vuelta por allí –agregó el padre
____–Tengo café recién preparado –ofreció su madre.
____–No, mamá, gracias, tomaré un baso de jugo y saldré por allí un rato –dijo Sebastián.
____Así lo hizo y se despidió de sus padres que continuaron con su partida de naipes. “Por dónde empezar” pensaba Sebastián al tiempo que se internaba en la niebla de la Aldea. Al primero que consideró conveniente avisar fue al Hacedor. Enfiló para su casa pero la niebla era tan espesa que desembocó en una calle equivocada. No se podía ver absolutamente nada. Lo lógico era retornar a la cabaña y empezar el trayecto de nuevo. Recordaba las indicaciones de Lethien del día anterior. “¿Cómo pude equivocarme?”. “Si la casa del Hacedor es sobre la misma calle de la cabaña”, sólo que hacia el final, unas tres cuadras, la última de todas. La niebla no le dejaba ver casi las manos. Caminar así era como estar ciego. Avanzó a tientas con riesgo de tropezar cuando vio que de unas hendijas, de la pared donde estaba apoyado, salían bocanadas de espesa niebla. “Cualquiera diría que la niebla sale de esta casa” y su curiosidad lo dominó una vez más. Golpeó con fuerza en la puerta de la casa y nadie salió a abrirle. Tanteó el picaporte y cedió con facilidad. Penetró a un recibidor oscuro. Sólo se oía el trajinar de una máquina detrás de una puerta metálica. Ya que había llegado hasta allí no se iba a detener. Abrió la segunda puerta y pasó a un amplio salón donde una máquina trabajaba esforzadamente y de donde salían enormes tubos de metal. A su lado un hombre dormía arrellanado en un sillón. Sebastián se le acercó y le tocó un brazo. El hombre no se dio por enterado continuando con su siesta.
____–¡Oiga, diga, escuche! –insistió Sebastián levantando el tono de voz y zamarreándolo suavemente.
____–¡Eh! ¿Qué pasa, quién es? Yo no hice nada ¿Eh y tú quién diablos eres? –preguntó despabilándose y mirando con ojos soñolientos.
____–Vi salir mucha niebla de esta casa y entré para ver si había ocurrido algo por que nadie me atendía...
____–¡La máquina! –gritó arrojándose de cabeza hacia una palanca. Al girarla hacia la derecha la máquina hizo unos movimientos raros y se paró en seco. El hombre miró unos manómetros, tomó una planilla para cotejar datos y descubrió con horror que había descuidado su tarea por un par de horas. Volvió a su sillón y se dejó caer acongojado. Sebastián no sabía si interrumpir ese silencio con alguna de sus preguntas. El hombre alzó la vista y miró a Sebastián como si lo descubriera en ese preciso momento.
____–Gracias niño, me había quedado dormido. Debí haber parado la máquina hace un par de horas.
____–A ver si entendí. Esta es la máquina que hace la niebla de la Aldea –dijo Sebastián mirando fijamente al hombre.
____–Te pido que seas discreto. Este descuido me puede significar un severo castigo por parte del Excelentísimo Prorena –suplicó el hombre.
____–¿Vos trabajas para Prorena? –preguntó inocentemente el niño
____–Sí, yo soy el Fabricante de Niebla. La máquina no es toda de mi invención pero sí la fórmula química que produce la niebla –dijo con un dejo de orgullo pero sin poder superar su abatimiento.
____–¿Y por qué el Excelentísimo Prorena quiere que haya niebla constante en la Aldea? –preguntó Sebastián.
____–Eso no lo sé, yo recibo ordenes estrictas de que fabrique y suelte al exterior determinada cantidad de niebla. La suficiente como para que la visibilidad no sea mayor de cincuenta metros. Bueno, ahora debe ser tan espesa, debido a mi descuido, que no se debe ver ni a medio centímetro.
____–Así es –testificó Sebastián.
____–Bueno, ahora debes irte muchacho, no te pueden ver aquí. Pueden venir Gríseos por algún informe o con alguna orden y esto que vez es un secreto de gobierno –dijo el Fabricante de Niebla.
____–¿Decís que la fórmula es tuya? –preguntó Sebastián azuzando el orgullo del hombre.
____–Sí, la máquina realiza el trabajo de dosificación, mezclado y distribución por medio de las tuberías que ves allí. Pero el secreto está aquí –dijo y alzó una libreta muy manoseada que estaba en la mesa.
____–Bueno, pues tengo que felicitarte –dijo zalamero.
____–Gracias muchacho, gracias, es difícil que reconozcan el esfuerzo de alguien en estos tiempos –dijo el hombre volviendo la libreta a su sitio.
____–¿Y cada cuánto debes poner en funcionamiento la máquina? –preguntó Sebastián con la vista fija en la libreta.
____–En condiciones normales cada tres horas durante el día y a funcionamiento lento por la noche. Pero no es de confiar y tengo que vigilarla. Por eso estoy siempre con mucho sueño y me duermo a cada rato –explicó el Fabricante de Niebla que volvió a tenderse en el sillón.
____–¿Por qué decís en condiciones normales?
____–Bueno a veces llegan ordenes de acelerar el proceso de niebla –dijo el hombre bostezando, vencido por el cansancio– y tengo que poner en funcionamiento la máquina en menos tiempo y concentrar el preparado –explicó esto último ya con los ojos cerrados dominado por el sueño.
____–Descansá, que yo me voy –dijo Sebastián. El hombre contestó con un ronquido.
____–Me voy –repitió el niño levantando su voz. Nada. El hombre estaba profundamente dormido.
____–Excelente –dijo Sebastián tomando la libreta de la mesa.



© Gustavo Prego


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