5 de julio de 2009

La biblioteca de Alejandría, centro del saber universal

Por Magali Urcaray


Se considera que la gran biblioteca de Alejandría fue el primer centro de investigación del mundo, y el núcleo intelectual más importante de la antigüedad.
Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en el 332 a. C., tras entrar éste en Egipto y poner fin al dominio persa. El Mar Mediterráneo, la isla de Faros y la cercanía del río Nilo hacían de esta ciudad una base naval perfecta, al tiempo que facilitaban el comercio con otras naciones. Pronto se convirtió en la segunda ciudad más grande de Egipto, y sede de su puerto principal.
En los siglos V y IV a. C. Atenas era la cuna del pensamiento occidental, con figuras como Sócrates, Platón o Aristóteles. Es sabido que Alejandro Magno fue discípulo de Aristóteles, bajo cuya tutela fue puesto a los 13 años, por lo que el hijo del rey de Macedonia no sólo fue un aguerrido conquistador, sino también un hombre cultivado y apasionado por el conocimiento. Declaró que Alejandría sería el centro intelectual del mundo conocido y, en su corazón, construiría una institución de enseñanza.
A la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C., Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales más destacados, fue nombrado gobernador de Egipto. Con él se inició una larga dinastía que administró el país de los faraones durante más de trescientos años. Él fue el encargado de llevar a la práctica el sueño de Alejandro de hacer de Alejandría un centro de conocimiento y aprendizaje. Asistido por el arquitecto Demetrio de Falero, Ptolomeo I inició la construcción del denominado Museo (santuario de las Musas) hacia el 290 a.C., que fue concluido bajo el mandato de su hijo, Ptolomeo II Filadelfo.
Si bien se desconoce la ubicación exacta del Museo, se cree que estaba instalado en el nordeste de la ciudad, en el barrio palaciego. El Museo estaba compuesto por varias salas dedicadas a distintas ramas del saber, desde un zoológico, a un jardín botánico, un observatorio astronómico y un salón de anatomía. También disponía de habitaciones para alojar a los sabios y a los estudiantes, cuyos gastos eran costeados por la casa real, que acudían a Alejandría atraídos por el impulso intelectual.
La biblioteca fue, sin duda, el eje destacado del santuario, el de mayor crecimiento y difusión a lo largo de la historia. A medida que fue adquiriendo importancia y aumentando sus volúmenes, fue necesaria la construcción de un edificio cercano que albergara el resto de los libros. Así se edificó, durante el reinado de Ptolomeo III, la “biblioteca hija”, situada en una zona próxima al puerto, concretamente en el Serapeum (templo consagrado al dios Serapis).
Se calcula que la biblioteca llegó a albergar unos 700.000 manuscritos, cada uno de los cuales era catalogado, referenciado y colocado en el estante (bibliothekai) preciso destinado a ese saber. El primer catálogo temático de la historia (Pinakes) se atribuye a Zenódoto, el primer bibliotecario de Alejandría. Las personas que trabajaban en la biblioteca se afanaban en la búsqueda de libros de todas las culturas conocidas, la mayoría eran comprados o donados (como la biblioteca de Aristóteles), pero otros eran copiados. Todo buque que atracaba en Alejandría era registrado por la guardia, en el caso de que se encontrasen libros, estos eran confiscados y llevados a la biblioteca; en ocasiones, se compensaba a sus dueños por la pérdida; mientras que en otros casos los libros eran copiados y devueltos los originales. Las copias eran especialmente ricas por las anotaciones críticas que se hacían en los márgenes.
Se dice que la primera traducción al griego del Antiguo Testamento fue escrita en Alejandría. Ptolomeo II habría encargado a 70 sabios judíos que tradujesen y copiasen los libros de la Ley judía. La conocida como “versión de los 70” habría sido la base de muchas traducciones posteriores.
Durante la regencia de Ptolomeo II Alejandría y su biblioteca vivieron su máximo esplendor, inmersas en un trajín constante de libros y estudiosos. Entre los visitantes más célebres se encuentran Arquímides, Euclides, Hiparco, Claudio Ptolomeo y Galeno.
Si Ptolomeo III fue tildado “el benefactor”, al devolver a Alejandría valiosos tesoros egipcios robados anteriormente por los persas, el reinado de su sucesor, Ptolomeo IV, supuso el declive de la dinastía y de la gran biblioteca. Ahora, la biblioteca de Pérgamo rivalizaba con la de Alejandría, y el creciente poder romano debilitaba a los ptolomeos. Cuando Julio César entró en Egipto en el 48 a. C., éste era regido por Cleopatra. Al estallar la guerra civil entre Cleopatra y su co-regente y hermano por el poder de Egipto, César tomó partida por ella. Pero la flota romana era muy inferior a la desplegada por Alejandría, por lo que César decidió incendiar los barcos enemigos. Algunos historiadores, como Plutarco, consideran que el fuego alcanzó edificios cercanos al puerto, entre los que se encontraba la biblioteca; otros creen que sólo se vieron afectados parte de los almacenes.
Tras la muerte de Julio César, Marco Antonio entregó a Cleopatra 200.000 libros de la biblioteca de Pérgamo en compensación por los volúmenes perdidos. La muerte de Cleopatra en el año 30 a. C. puso fin a la era ptolemaica, y Alejandría se convirtió en capital de una provincia romana. El cambio de gobierno supuso también un giro en la vida intelectual, y la biblioteca no prosperó bajo la influencia romana.
En realidad, se desconoce el motivo o momento exacto de su desaparición, pero todo apunta a que fueron diversos motivos los que la causaron. Hacia el 200 d. C. Alejandría se enfrentó a numerosos saqueos que contribuyeron a la paulatina destrucción de la biblioteca. En el 391 d. C. el emperador Teodosio prohibió el paganismo, los templos no cristianos fueron destruidos y los paganos fueron asesinados. Ese mismo año el obispo de Alejandría demolió el Serapeum y sobre sus ruinas construyó un templo cristiano. Ante el previsible ataque, los libros habrían sido dispersados.
En el 616, Alejandría fue invadida por los persas. La entrada del islamismo terminó por arruinar lo que quedaba de la biblioteca, seguramente ya muy reducida. La leyenda cuenta que los gobernantes musulmanes decretaron que su contenido debía ser destruido, tanto si contradecía la ley islámica como si la apoyaba, en cuyo caso los libros serían innecesarios.
Hoy sólo podemos especular con las maravillas del saber antiguo que la gran biblioteca de Alejandría llegó a alojar, pero su espíritu fue la inspiración directa de los actuales centros de investigación.
En 1987 se puso en marcha un ambicioso proyecto con el apoyo de la Unesco: la Bibliotheca Alexandrina. El edificio está situado en el malecón de Alejandría, a poca distancia de donde supuestamente estuvo la biblioteca original. Tiene una superficie de 36.770 metros cuadrados y mide 33 metros, dispuestos en once niveles. Se calcula que puede llegar a albergar 20 millones de libros, aunque de momento cuenta con 200.000, en su mayoría donaciones. Un moderno homenaje a la que hace dos mil años aspiró a ser el centro del saber universal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario