- Tener siempre pesente que el contexto será quien dicte los cortes y las correcciones que clarifiquen el estilo.
- Detenerse a releer la página en voz alta, atendiendo al ritmo y la caída de la frase.
- Procurar un imposible: ser otro, en la una nueva lectura en voz alta, con el resaltador en la mano y el grabador funcionando.
- Marcar el verdadero comienzo del texto y considerar la eliminiación o la utilización parcial del "preámbulo".
- Comprobar si el material se ha desarrollado en una secuencia lógica.
- Subrayar imágenes nítidas.
- Tachar todo elemento ornamental, privilegiando lo relevante sobre lo superficial.
- En las descripcioes, para evitar sobrecargas y meras enumeraciones, acentuar sólo aquellos elementos que tengan que ver con la vida del texto.
- Traducir o eliminar expresiones vacías y pomposas.
- Buscar en el texto aquellas zonas donde se pueda experimentar con la elipsis.
- Detectar adjetivos que no aportan nada; sustituirlos o suprimirlos.
- Reforzar significados fusionando frases, o desdoblándolas, o reinstalando bloques enteros de material.
- Detectar incongruencias semánticas y, si no ayudan al lector a visualizar desde un lugar insospechado, corregir el error.
- Revisar si la puntuación es adecuada, si es acorde con el tempo del texto.
- Evaluar la coherencia de los tonos de las expresiones, y ver si acompañan armoniosamente las acciones o imágenes.
- Revisar si la longitud de las frases cortas o largas es pertinente en el contexto.
- "Actuar" los diálogos leyéndolos en voz alta para evaluar si suenan convincentes y naturales.
- Reflexionar acerca de si nuestras correcciones apuntaron a que el texto logre la unidad de efecto deseada.
- Volver en frío sobre cada frase, y seguir eliminando, sustituyendo o modificando todo lo que no contribuya a provocar ese impacto general.
- En una última versión, procurar asignarles a las palabras su máximo sentido, de acuerdo con el contexto.
Marcelo Di Marco, Taller de Corte y Corrección
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