30 de septiembre de 2009








____Despertó con las caricias de su madre. Cuando abrió los ojos la encontró sentada en su cama.
____–Buenos días –le dijo con esa sonrisa maravillosa que sólo su madre tenía.
____–Buenos días, mamá –contestó– ¿Qué hora es?
____–Las once. Vine a ver por qué dormías tanto– dijo su madre.
____–¿Las once? ¡Dios mío! Perdí toda la mañana.
____–Hiciste bien en descansar –dijo su madre alborotándole el pelo– te hacía falta, anduviste mucho.
____Sebastián pensó en la aventura extra de la noche. Estaba tranquilo en la cama y terminó perseguido por Gríseos y extraños y conociendo los secretos del Pájaro de Luz.
____–Tengo que salir –dijo saltando de la cama.
____–¡Desde que llegamos no paraste! ¿Adónde vas?
____–Quedé con unos amigos para ir al... Bosque –se le ocurrió y al momento se arrepintió de nombrar al Bosque.
____–¿No me digas que hay un Bosque cerca de aquí?
____–Sí, y quiero conocerlo –mintió Sebastián– si es lindo podemos ir mañana.
____–Mañana no va a poder ser por que nos vamos hoy –comunicó su madre.
____–¡¿Hoy?! –gritó Sebastián– ¡Si tenemos que ver el espectáculo de los Juegos Marciales!
____–Salimos después –informó su madre sin más detalles.
____–Si hasta una semana no pasa el barco –recordó Sebastián.
____–Pasa uno esta noche –dijo la madre.
____–¿Por qué nos vamos? –preguntó Sebastián un poco más tranquilo al saber que su participación en el plan no se veía perjudicada.
____–¿Cómo por qué? Una semana aquí, con esta niebla, no lo soporta nadie. Ayer salimos un rato a caminar por allí y fue tétrico. Encontramos un edificio público y nos informaron lo del barco –contó su madre.
____Sebastián mantuvo un silencio que preocupó a su madre. No podía ser tan egoísta. Mientras él vivía una aventura increíble sus padres se aburrían enormemente.
____–Está bien, voy a hablar con papá, a ver si nos podemos quedar toda la semana –dijo su madre.
____–Gracias. A mí me gusta este lugar. Sé que es tétrico como decís, lúgubre, pero es fantástico...
____–¿¡Fantástico!? El exceso de niebla te hace delirar..., bueno si te gusta tanto nos quedamos –bromeó su padre entrando a la habitación. Después del rescate le contaría toda la historia a sus padres. Antes perjudicaría al plan. Comió algo a las apuradas y salió.
____–Estaré por ahí una hora. Voy a venir para el almuerzo. No te olvidés papá que tenemos que sacar las entradas para los Juegos Marciales –recordó Sebastián.
____–Vamos después del almuerzo –propuso el padre.
Se despidió y corrió hasta el laboratorio del Alquimista. Le sorprendió que no haya una pizca de niebla. “Seguramente ya habrán partido” pensaba al tiempo que apuraba la marcha. Salió a la Plaza Mayor y encontró gran actividad de los Gríseos. A eso se debía la falta de niebla. Habían detenido la máquina para poder trabajar con normalidad. Estaban colgando pasacalles y pancartas en los árboles preparando los festejos por el triunfo del Saurio Real. “Los Tenopos tenían razón, jamás podrá ganar Zexurión. Está todo arreglado” pensó. Una banda musical formada por Gríseos intentaba ejecutar una marcha entre las columnas de la Catedral. Arrancaban a destiempo, desafinaban, no encontraban las notas apropiadas. Un verdadero desastre. El Gríseo que los dirigía había arrojado su batuta y su casco de la desesperación e impotencia. Sebastián, haciendo caso a la premisa de alejarse cuando andan más de un Gríseo cerca, se distanció lo suficiente. Tomó la Sendero del Oeste hasta la casa del Alquimista. Llegó y nadie. Advirtió unas profundas huellas de carro pegadas a la acera. Volvió a la calle principal de la Aldea y se encaminó para el Bosque. La visibilidad era estupenda. Mientras corría oteaba el horizonte. No tardó en divisar el carro al final del camino, pequeño, casi un punto en la lejanía, allí donde las gramillas le ganan el espacio a la arena. En pocos minutos les acortó distancia. Sus pies ligeros se hundían en el barro hasta que pudieron afirmarse mejor en la arena. Levantó la mano e hizo reiteradas señas. Fue Lethien quién lo vio. Detuvieron el carro y Sebastián les dio alcance.
____–¡Hola! –saludó con entusiasmo– Disculpen la tardanza.
____–No hay problema –dijo el Alquimista– estás disculpado.
____Los que no sonreían eran el Hacedor y el Vendedor de Sonidos. Las razones del primero eran conocidas por el chico. El segundo no estaba. Sebastián temió un arrepentimiento de último momento.
____–¿Y el Vendedor de Sonidos? –preguntó tímidamente sospechando lo peor. Lethien levantó la lona y allí estaba. Durmiendo.
____–Es muy temprano para él. Dice que los artistas necesitan más descanso que el común de la gente –explicó Lethien que lo consentía en todo como si fuera un chico.
____–Vamos, sube –invitó el Alquimista que conducía a los dos bueyes.
____–Sebastián –habló el Hacedor con una seriedad preocupante– sólo dime que ayer no estuviste en los disturbios generados por la desaparición de los pájaros en la iglesia.
____Contestó a eso el traqueteo del carro y los ronquidos del Vendedor de Sonidos. Sebastián los miró a todos, inclusive al que dormía que se rascaba la mejilla y murmuraba cosas incomprensibles. El sol de la mañana no tardaría en despertarlo.
____–Estuve –dijo finalmente–. Lamento haberte desobedecido. Me vi obligado a hacerlo... –dijo y no le quedó más remedio que relatar lo sucedido en la noche anterior.
____–Es lo que yo digo –dijo el Vendedor de Sonidos entre sueños cuando Sebastián terminó con su historia– este niño es peor que un escuadrón de Gríseos.
____Todos rieron salvo el Hacedor que concentró sus pequeños ojos claros en la cerca que estaba próxima.
____–¿Por dónde entramos? –preguntó el Alquimista.
____–Existe una entrada después del recodo –informó el Hacedor.
____Sebastián se había sentado en el pescante entre el Hacedor y el Alquimista. Miró hacia el Bosque y veía el prado interminable, pobre, de pastos raídos y amarillentos. “¡Increíble!” pensó. Era difícil suponer allí un Bosque tan fabuloso.
____–¡Detente! –ordenó el Hacedor– Ven, ayúdame Sebastián.
____Se arrimaron al límite de la Aldea con el Bosque e inspeccionaron la cerca.
____–Debe estar por aquí... –dijo el Hacedor mirando con detenimiento– ¡Aquí, aquí está! –dos maderos estaban sin fijar. Sebastián y el Hacedor tomando uno de cada extremo los descalzaron abriendo el paso para el carro tirado por los bueyes.
____–¡Adelante! –dijo el Hacedor y el pesado carro que trasladaba buena parte del laboratorio del Alquimista se puso en movimiento. No obstante al llegar al límite los animales se negaron a cruzar. Metían los hocicos en el ámbito del Bosque y se asustaban.
____–¿Qué les pasa a estos animales? –se preguntaba el Alquimista. El Hacedor tomando el cuerno de uno y dándole palmadas le exigía moverse. A su vez el Alquimista insistía con las riendas y nada. Era meter las gruesas narices y retirarlas en el acto. El Hacedor se rascaba la cabeza pensando posibles causas de ese comportamiento.
____Alquimista... –llamó el Hacedor.
____–Sí, dime –solicitó éste.
____–¿De dónde has sacado estos animales? –preguntó intrigado.
____–¡Error! –volvió a intervenir el Vendedor de Sonidos– ¿De dónde has robado estos animales?
____–Bueno..., yo...
____–Es lo que yo digo –insistió el Vendedor de Sonidos con los ojos cerrados– somos todos unos delincuentes.
____–Basta Vendedor de Sonidos, no estamos para bromas –reprendió el Hacedor– ¿De quién son estos animales?
____–De Prorena –confesó el Alquimista.
____–¿¡Cómo!? –gritó Lethien.
____–Ahora entiendo –sonrió el Hacedor.
____–En realidad... los tomé prestado... –se disculpó el Alquimista.
____–Mejor ni preguntar por el origen del carro –dijo el Vendedor de Sonidos.
____–No importa cómo conseguiste los animales. Sabemos que son de Prorena y con eso basta...
____–Sí, nos basta y sobra para ir a una Unidad de Detención –dijo el Vendedor de Sonidos incorporándose y restregando sus ojos.
____–Quiero decir que sabiendo que son animales de Prorena podemos entender por qué actúan así. Estos animales son castrados de una manera atroz. Además son castigados y expuestos a trabajos terribles. Están acostumbrados, cómo explicarles, a respirar ese ambiente de violencia. Conviven con malos tratos, golpes, insultos, látigo, mala alimentación. Su reacción es natural. Le es extraño el mundo del Bosque. Para ellos el olfato es una forma de percibir todo aquello que los rodea y lo que advierten aquí es totalmente ajeno. Rechazan lo que no conocen. Así sea bueno y pacífico –explicó el Hacedor.
____–Lo mismo ocurre con la gente de la Aldea –dijo Lethien– Piensa que lo que les rodea es lo único que existe y por ende tiene que ser bueno. Por que así se lo hicieron creer...
____–Y por que es lo único que tienen –interrumpió el Alquimista– es difícil admitir que lo único que tenemos es malo.
____–Bueno, bueno, existe una solución para estos bichos? Yo no quiero cargar con todos estos bultos –dijo el Vendedor de Sonidos.
____–Existe –afirmó el Hacedor que se puso a revisar un costal dentro del carro. De una bolsita pequeña sacó un puñado de semillas que dio a cada animal.
____–¿Qué les das? –preguntó Sebastián.
____–Semillas de sésamo.
____–¡Abrete, oh, Sésamo! –gritó alzando los brazos el Vendedor de Sonidos y rompió en una carcajada. Lethien se enojó con él y le pidió silencio.
____–¿Para qué sirve el sésamo? –preguntó a su vez el Alquimista con interés científico.
____–Para nada –afirmó el Hacedor.
____–¿Por qué se lo das entonces? –insistió Sebastián intrigado.
____–Las semillas son el medio que ellos aceptan con gusto. Con ellas, que estuvieron en el calor de mi mano, les transmito confianza y afecto –explicó el Hacedor.
____No sonaba muy persuasiva la idea pero bastó ver a los animales cruzar la cerca para quedar todos convencidos e impresionados. Para Sebastián y el Hacedor, que habían quedado de a pie haciéndose cargo de la cerca, el carro con sus ocupantes desapareció en el cruce del linde mágico.
____–Crucemos y pongamos los maderos en su sitio –sugirió Sebastián.
____–No... no sé si podré. Yo ya lo intenté antes –balbuceó el viejo entristecido.
____–¡Sí que vas a poder, dame la mano! –suplicó Sebastián.
____El viejo le tendió la mano y la tomó con fuerza. Lo condujo como a un ciego y juntos cruzaron la cerca sintiendo un cosquilleo en el cuerpo. Sebastián reparó en los ojos cerrados del Hacedor.
____–Vamos, abrí los ojos –alentó el chico.
____Lentamente los ojos se abrieron. Los párpados temblorosos se separaron con temor. Un rictus de dolor se dibujó en el rostro del anciano. Sebastián sin dejarse vencer le apretó más la mano y transmitió toda su confianza. El milagro se hizo ante ese personaje de hacer milagros. El Bosque, en su contundente plenitud, se irguió. Y los ojos que volvieron a ver con el corazón lloraron de alegría.


© Gustavo Prego


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