21 de marzo de 2013

De Cortázar a Perec en palíndromos


Por Juan-Jacobo Bajarlía

En una leyenda consignada por John Batharly en el Infolio 7 (Warren, 1971), se dice literalmente que Iavé, en el instante de infundir vida  en esa arcilla que se llamó Adán, pronunció una palabra cargada de magia: Aemeth, que significaba verdad.
Posteriormente Eleazar de Works concibió, en el año 1000, una fórmula para utilizar esta palabra en la creación de seres artificiales. Así fabricó al primer Golem, en cuya frente escribió la palabra Aemeth para infundirle movimiento y habla. Pero un día, temiendo la rebeldía del Golem, borró las dos primera letras de la inscripción, y dejó el resto de la palabra: meth, es decir, muerte. Así murió el Golem.
Sin embargo, antes de que esto sucediera, el Golem le propuso agregar a la palabra Aemeth otra más para formar una frase que significara: regreso de la muerte para conocer la verdad.
Convencido, Eleazar de Works redactó la fórmula. Eran tres palabras que coincidían silábicamente. Podían leerse con idéntico significado de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Pero el creador del Golem, aterrorizado por las consecuencias que pudiera desatar la inscripción en la frente de su criatura, quemó la fórmula arrojándola al fuego. Fue el primer palíndromo de la historia que el pudor de un sabio nos impidió conocer.

La fascinación del juego

A partir de ese intento sólo sabemos que León VI, emperador de Bizancio, inspirándose en los ángeles, concretó 27 palíndromos.
Juan Filloy, acosado por Pitágoras, retomó el desafío y alcanzó la cifra fabulosa de 6.000.
Edmund Carter, a su vez, en The Dark Man of the Palindromes (London Press, 1969), nos habla de un hombre prodigioso capaz de improvisar un palíndromo con solo dos palabras pronunciadas por el desafiante.
Daniel Samoilovich, por su parte, nos informa que Georges Perec creó un palíndromo de 5.000 palabra en Oulipo, la littérature potentielle (Gallimard, 1973).
Pero el juego, como decía Eléctides de Agrigento en el siglo III a. de J.C., según surge de la Calimeraquia (fr. 19), es una instancia que lleva hacia el olvido y exige una exaltación prodigiosa para transfigurar el ser.
Es posible que éste haya sido el pensamiento de Julio Cortázar al describir el insomnio de Alina Reyes en su cuento Lejana. Para poder dormir la protagonista recurre a esta ingeniosidad. Lucubra vocales y consonantes e intenta, por fin, los enigmas reversibles. Algunos son de Filloy: salta Lenín el atlas; amigo, no gima; átale, demoníaco Caín, o me delata.

Un nuevo creador

Se llama Carlos Nafarrete y es médico. Fue el creador del Factor A G y de la Vacuna. Y algo más que los futbolistas piden a gritos cuando son víctimas de un encontronazo en las canchas: el Algispray. Es un porteño de Colegiales, nacido en una fecha esotérica: el 7 del VII de 1917. Y además séptimo hijo, por añadidura.
Estuvimos hablando en un bar de la Diagonal Norte: médico y problemista de ajedrez, con varios premios internacionales. Y también admirador de Juan Filloy. No creó tantos palíndromos como el novelista cordobés. Pero ensayó todas las variantes. He aquí algunos sobre temas de historia y mitología:
A Bruto la turba bruta lo turba.
¿O dioses o ídolos? ¡Sólo Dios es oído!
¿Amor, honor a Nerón?... ¡Oh, Roma!
Ama mal Edipo: pide la mamá.
Icono con sagradas adargas no conocí.
Con humor:
Ser o no ser… Acá va la vaca: res o no res.
Oí dar alaridos. ¿Lo dirá la radio?
Nota épica: ¡Nací peatón!
Aída da cama… y ama cada día.
Satíricos:
¡Ay! Oí no me desea ese demonio ya.
Zapato… bota…, ¿paz?
No, Elsa iba sola, ¿Lo sabías, León?
Ella te dará detalle.
Mas imitar a pavo, no va para ti, mi Sam.
Musicales:
Así Mozart trazó misa.
Si era mal la nota, átona llamaréis.
La nota de oboe da tonal.
Seguimos en el bar. Navarrete tiene palíndromos de 32 palabras, incluso trabalenguas (a barro borra barro, borra barro borraba).
No nos olvidemos que también es pediatra y lleva el juego de los niños en la sangre, como esa transfiguración de la que hablaba Eléctides de Agrigento. Quizá por eso, fue llamado para integrar el Club Internacional de Palindromistas que se está constituyendo en España.
Y algo más para terminar. Navarrete, como el Oscuro de Edmundo Carter, también puede improvisar un palíndromo a parir de un apellido. El problema según él, está a medio camino entre la inspiración y las “afinidades electivas”.



Clarín, Cultura y Nación, Buenos Aires, jueves 24 de abril de 1986


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